CAPÍTULO 7

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Antes que nada esta es la canción que canta Eileen al final del capítulo para que la sintonicen en el momento justo (aproximadamente cuando se levanta en el cuarto blanco) y entren en el mood, sin más que decir, los dejo leyendo.

Gracias mi preciosa Brenda por tu paciencia y tu infinito amor y apoyo, me motivas a seguir escribiendo, te quiero💖

❄🍁❄

❄Miedos que se hacen presentes❄

Caí rendida sobre mi cama, mis amigos me habían llevado a cenar hamburguesas a un lugar que nos gustaba cerca de la escuela, pasamos el rato entre bromas y uno que otro consejo en muestra de apoyo (que pocas veces se les daba bien dar, pero agradecía esos intentos). Al regresar a casa, tomé una larga ducha sintonizando una playlist de kpop que tenía siempre lista para bañarme. Ahora mismo sólo quería desconectarme del mundo y ver Yuri On Ice que se encontraba en la mejor parte.

Entre mis momentos de paz se encontraba este, envuelta en una pijama de Tambor que constaba de un camisón, con el cabello apenas oreándose después de una ya muy necesaria ducha, mis uñas recién pintadas con caritas felices un poco chuecas que yo misma me había encargado de pintar (y que por cierto me hacían sentir orgullosa de mi obra), mientras la ligera brisa golpeaba mi ventana. El cuarto oscuro con apenas una escasa iluminación cortesía de mi lamparita de noche, y la laptop en la plataforma que me permitía ver mi serie, hacían una atmósfera tranquila, que sabía, me iba a mandar a dormir en cualquier momento, y no importaba en absoluto, porque podía quedar tranquila que absolutamente todo estaría bien.

Independientemente del género del programa (si saben a lo que me refiero) también me gusta mucho por el tema del patinaje y la pareja tan tierna que se presenta (lo cual me hace llorar internamente, porque esas cosas bonitas sólo suceden en las series).

Por alguna razón desconocida no puedo dormir, aún cuando han pasado más de 5 horas y cuatro episodios desde que llegué a mi casa. Mi vista se dirige continuamente a mi celular y aunque lo reviso varias veces, no parece haber ningún indicio de problemas, por lo que procuro relajarme y enciendo una vela con aroma a manzana canela, mientras suspendo la vista de mi serie y pongo música de Billie Joel, uno de los tantos favoritos de mamá (y también míos).

Me recuesto completamente en el colchón, con los pies mirando a la cabecera, alzados, justamente, encima de esta. Longest Time me hace mover mis pies al ritmo y mirar mi techo, en donde, se forman figuras similares a los de los caballos en un carrusel, una brisa llena mi cuarto y suspiro.

Niebla.

No hay frío ni calor, aquí la temperatura pareciese no existir.

No hay miedo, y por muy extraño que sonase lo que diría, había calma. Había calma en cada célula de mi ser, en este lugar donde millones de ojos se hacían presentes entre la neblina, y donde una sombra negra permanecía parada enfrente mío. No sentía deseos de despertar de aquello, porque me sentía extrañamente feliz.

Risas se escuchaban de fondo, risas muy familiares de niños que yo conocía a la perfección; frente a mí aparecían como una película de esas que se grababan aún en carrete, dos niños corriendo descalzos detrás del otro en el patio de su casa, dando ligeros brinquitos evitando quemar sus pequeños pies por el adoquín hirviendo dada la temporada de calor tan espantosa que estaba haciendo. El niño mayor persiguiendo a su hermana menor con una cubeta pequeña con agua en manos dispuesta a mojarla, mientras la niña era mucho más ingeniosa que su gruñón hermano e iba por la manguera, haciendo que su mayor corriera intentando entrar a la casa pero fallando en su cometido, dado que su madre iba cerrando la puerta de la casa para salir a dar un pequeño paseo a solas, sin contar que las pequeñas trombas (como solía llamarles)la bañaran con el agua que era secuaz de su pequeña batalla sin causa.

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