Elección

925 89 5
                                    

Nunca se terminaba el movimiento en aquel campamento. Como sus integrantes eran hanyous y youkais, no dormían mucho y más se dedicaban al entrenamiento, que por cierto se había duplicado a raíz de la derrota.

Los generales no eran la excepción, más al contrario estaban ahí apoyando a sus soldados.

La cocina era atendida por las esposas de estos, había un pequeño grupo de humanas para lidiar con la limpieza de las cocinas y también el lavado de los uniformes. Un campamento estaba lleno de trabajos.

La miko se había levantado y al sentirse inútil en su tienda, decidió ir a ayudar. Mantenerse ocupada ayudaba a olvidar por un momento lo que pasaba. Sabía que esto no solucionaría sus problemas pero al menos no estaría dándose pena así misma.

Ayudó a recoger los uniformes de las tiendas, ya que no podía ayudar en la cocina por sus heridas que se sanaban a paso lento. Luego llevó agua para aliviar la sed de los soldados, y ellos estaban muy contentos por su atención.

Ella con una sonrisa, los atendió y les daba algunos trapos para que se puedan secar el sudor.

Estos actos llegaron a los oídos de Sesshomaru y un poco después al hanyou.

Sin duda alguna el primero en encontrarla fue Sesshomaru, que aunque sentía un impulso de llevársela no lo hizo, pues esto ayudaría a que ella lo viera peor o eso él pensaba.

—Muchas gracias miko —decía un soldado muy sonriente, mientras recibía un vaso de agua.

—No es nada —respondía con una sonrisa, se sentía útil. Al menos atender a esos soldados hacía que ella olvidara todo.

Sin embargo sintió la presencia de Sesshomaru que estaba a escasos metros de ella y fue por su sangre que en ella habitaba que pudo dar con él.

Lo vio y se fijó que los ojos dorados centelleaban un brillo de aura asesina. Esto provocó un escalofrío en ella, que pidiendo disculpas dejó su quehacer para irse a un rumbo distinto al príncipe heredero.

Narra Sesshomaru:

Vi que ella le sonreía, sentí hervir mi sangre, ¿Cómo podía ella actuar así?, pero que estoy diciendo. Si actuó como mi instinto me dice, seguro que la alejará más de mí y mancharé más la reputación que tengo hacia ella.

Ahí iba, dejó lo que hacía para irse a algún lugar, la iba a seguir. Esto no puede seguir así.

¿Es que no siente nada por mí? Siento que me estoy volviendo un idiota.

—Error —hablo yakko que gruñía porque deseaba la sangre de aquel soldado pero se controló—, no te estas volviendo, ya lo eres — hizo un pausa y agregó—. Un idiota.

Bastaba más que esta torpe bestia me venga a insultar, solo mi persona lo podía hacer y nadie más.

—Leo tu mente —me dijo burlón—. Sabes en vez de tanta estupidez, síguela, de una vez encara las cosas. No que eres el temido Príncipe con un poder que sobrepasa a su padre o así dijeron los ancianos esos —bestia atrevida burlándose de mí.

—¡Muévete!, ve tras ella, ¿o eres un cobarde? —reto furioso ya cansado de la inseguridad que últimamente mostraba.

No le respondí, seguí a mi miko y vi que tomaba la dirección del río. Sé que ella siente mi presencia por la sangre que compartimos. Eso no ayudaba para nada. Decidido apuré el paso y cuando estaba a punto de cogerla por el brazo ella giró hacia mí.

—¿Por qué me sigues?, no ves que trato de ordenar mis ideas y no es momento de que hablemos —me explico algo incómoda mientras cruzaba las manos y a la vez que sus ojos decían algo diferente.

Un Giro Al TiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora