Capítulo 20

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Cuauhtémoc:

– Necesito decirte algo, Temo–, dijo Aristóteles cuando estacioné mi auto en el aeropuerto unos días después. –Puede parecer una locura, pero no lo hace menos cierto–. Su sonrisa vaciló y su boca se abrió, pero no salió ninguna palabra.
–Yo también te amo–, le dije. –Siempre tienen siempre lo hará.
–¿No demasiado pronto?.
–Diablos, no–, respondí enfáticamente. –Ya no nos importa lo que piense la gente–. Las personas que más me importaban, Phee, mis hijos y mi madre, apoyaron mi relación con Aristóteles de todo corazón.
–Cierto.
–Ari, ¿recuerdas la última fiesta de pijamas que tuvimos en tu casa antes de comenzar la secundaria?.
–¿Como podría olvidarlo?– preguntó. –Fue la última vez que me hablaste voluntariamente en años. No estoy seguro de que me hubieras vuelto a hablar si no fuera porque mi padre decidió que yo sería un gran tutor de matemáticas.
–Mmm, fuiste el mejor tutor de matemáticas–, dije, recordando todos los besos que compartimos. –Sin embargo, nunca te dije por qué dejé de hablarte, ¿verdad?.
–No–, dijo Ari en voz baja. –Siempre me lo pregunté, pero tenía demasiado miedo de mencionarlo por temor a que volviera a suceder. Dime ahora, nene –. Ari se acercó y pasó su mano por mi barba. Había contemplado afeitarme porque pensé que la inyección de gris mezclada con los mechones más oscuros me hacía parecer mayor, pero a Aristóteles le encantaban. Me encantaron las marcas que dejó mi barba en su hermoso cuerpo.
–Todo comenzó esa tarde que montamos en la noria–, le dije. –Cogiste mi mano y sentí que algo se agitaba dentro de mí que nunca antes había sentido y me asustó. Luego te inclinaste hacia mí y te reíste de alegría.
–No me reí–, se burló Aristóteles.

Mordí la yema carnosa del pulgar de Ari cuando se acercó a mi boca, haciéndolo jadear. –Oh, sí, definitivamente fue una risa, y fue tan jodidamente adorable. Me encantó la sensación de estar debajo de tú brazo, y estaba decidido a ganarme tus abrazos tan a menudo como pudiera –. Cerré los ojos para luchar contra la marea creciente de emociones que los recuerdos agridulces se agitaban dentro de mí. —
¿Recuerdas la última fiesta de pijamas que tuvimos unos años después? Fue justo antes de que fuéramos a la secundaria –. Ari asintió. –Me ganaste en un videojuego y me vengo haciéndote cosquillas
hasta que te ríes . Me excité por primera vez y me
sorprendió. Obviamente había habido algunos cambios allí, pero nunca había tenido una erección en toda regla hasta esa noche. Había escuchado a algunos de los jugadores de fútbol decir que mirar a las chicas les daba erecciones, pero nunca había tenido eso. Por supuesto, me engañé con mentiras.

–Oye, deja de castigarte–, dijo Ari con suavidad.

–De todos modos, ahí estábamos rodando y BAM, estoy duro como una jodida roca. Salí de ti muy rápido y traté de hacerlo bien desafiándote a otro juego –. Sonreí al recordarlo. –Me emocioné a partes iguales de haber sacado madera y me aterrorizó que no fuera para
una niña. Sabía que mis sentimientos por ti eran más que amigos, pero nunca tuve ejemplos de cómo se veía o cómo se sentía el amor. Mis padres apenas se soportaban en ese momento y no vivíamos cerca de
ningún pariente. Tus padres no eran mucho mejores, así que estaba caminando por este laberinto de emociones yo solo.

–Nunca estuviste solo–, me dijo Ari. –Estaba a tu lado y tan confundido como tú.

–Lo sé ahora, pero en ese entonces ... yo era un idiota–.
–No eras un idiota. Cuéntame el resto de lo que pasó esa noche. ¿Te borraste uno en mi casa mientras dormía?
–No, creo que mi terror absoluto hizo que se derrumbara por sí solo–. Me incliné hacia adelante y besé los labios que tanto extrañaría. –Te vi dormir a mi lado y supe que tenía que alejarme de ti antes de que fuera demasiado tarde. Aunque me aplastó, no pensé que tuviera otra opción. Había tantas cosas que extrañaría, pero lo que más temía era lo vacío que se sentiría mi brazo sin ti debajo de él. Me había vuelto adicto a sentirte en mi contra, y después de que nos separamos, tuve una sensación fantasma de ti allí. A veces, cuando caminaba por el pasillo de la escuela, sentía como si estuvieras allí, escondido cerca de mi
corazón. Te extrañé mucho, pero la reacción de mi cuerpo hacia ti solo confirmó lo que mi corazón sabía desde el principio: era gay y estaba enamorado de mi mejor amigo. Sabía que no había manera de que
pudiera tenerte como quería, así que corté los lazos contigo para tratar de ser algo, o alguien, más. Tu sabes el resto.

Segundo Aire •|| AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora