Capítulo 1

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Aristóteles:

-No puedo creer que pienses que un mercado de pulgas es un lugar adecuado para comprarle un regalo de cumpleaños a tu sobrina-, dijo mi novio, Travis, con aire presumido. Al menos lo dijo lo suficientemente bajo como para que solo yo lo escuche. Intenté no poner los ojos en blanco por temor a que los vendedores pensaran que estaba difamando sus productos.

-Algunos de nosotros venimos de orígenes humildes, Travis. No todo el mundo necesita un iPad o el mejor dispositivo para sentirse amado.

-No le compré un iPad-, dijo a la defensiva. -Es una tableta de medio camino para que ella siga leyendo. Creo que es bueno fomentar su amor por los libros. No creo que Azul se enoje conmigo esta vez.

Según mi hermana, Travis intentó comprar el afecto de Racheal en lugar de prestarle atención. Era la salida más fácil y a Azul no le gustó. Me volví y miré el par de ojos azules que me habían sacado de la desesperación de meses cuando nos conocimos. Hace diez años, pensé que Travis era la respuesta a las oraciones de mi corazón solitario, pero en algún momento del camino, parecía que nos habíamos distanciado. Parecía que ambos estábamos siguiendo los pasos de nuestra relación en lugar de arriesgarnos a encontrar a alguien nuevo.

-Y estoy de acuerdo con usted, pero vi el Kindle que le compraste, y es no medio de la carretera. Es esa nueva versión impermeable, y creo que es un poco elegante para una niña de siete años. Además... -Mis palabras se desvanecieron cuando mis ojos se fijaron en el regalo
perfecto. -¡Oh Dios mío! ¡Ahí está!- Reboté sobre las puntas de mis pies y corrí hacia la bicicleta rosa descolorida con un asiento tipo banana y una canasta blanca sucia unida al manubrio. -Es como el que tenía Azul cuando era pequeña.

-No puedes hablar en serio, Aristóteles-. Travis no se molestó en ocultar su burla. Miré al vendedor y vi la mirada de ojos entrecerrados que ella le dio.

-Es un clásico-, dijo la mujer con una voz que decía que Travis debía estar loco.

-¿Cuánto?- Yo le pregunte a ella. No me importaba lo que pensara Travis, sabía que a Racheal le encantaría.

-Cien-, me dijo. -Está en perfecto estado.

-¿Dólares?- Travis farfulló. -¿Quieres cien dólares por eso? ¿Perfecto estado? ¿No puedes saber de qué color solía ser la pintura y no me hagas empezar con esa canasta sucia? ¿Qué son esos tejidos en el plástico? ¿Flores?

Puse mis manos en mis caderas y me volví para mirarlo. Le di una mirada que decía: -Será mejor que te calles si quieres que te dé la cabeza en un futuro próximo.

Travis levantó las manos y retrocedió unos pasos. -No voy a decir una palabra más. No serviría de nada, así que no voy a perder mi tiempo ni mi energía.

Entregué cinco billetes de veinte dólares y luego llevé mi premio a mi Volvo XC60 gris carbón con la cabeza en alto. Mi SUV era otra cosa que Travis desaprobaba, pero necesitaba el espacio para transportar el equipo de la cámara, y a veces personas, a los lugares para las tomas. Me negué a ceder en la compra de un vehículo más grande, pero dejé que me inclinara hacia la ingeniería alemana. Me encantaba apasionadamente la sensación de lujo que mi Diva me brindaba mientras me brindaba el espacio que tanto necesitaba y la tracción total durante los duros inviernos de Chicago.

-Supongo que puedo entender el atractivo nostálgico, pero ¿puedo al menos hacer una sugerencia?- Preguntó Travis mientras apretaba el botón de mi llavero para abrir el hatchback.

-Estoy escuchando-, le dije.

-Conozco a un tipo que restaura muchas cosas. Tal vez pueda animar un poco la bicicleta para Racheal -.

Segundo Aire •|| AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora