Epílogo

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Cuauhtémoc:

Por mucho que quisiera casarme con Aristóteles una semana después de su improvisada propuesta, pensé que sería mejor planificar una boda para que nuestra familia tuviera tiempo de prepararse y asistir. Se lo
mencioné a la mañana siguiente de regresar a casa.

–¿Dudas de mis intenciones?– Ari me había preguntado, llenando su taza de café mientras yo vigilaba de cerca la plancha para gofres. –¿Pensaste que pregunté porque estaba molesto?–
–No, vi la sinceridad y el amor en tus ojos–, le respondí con sinceridad. –Ese no es el problema en absoluto–.
—No quiero una boda elegante, Temo. Solo quiero ser tuyo –. Sus ojos café chocolate brillaban con fervor y amor. –Adoro a nuestra familia, pero esto no se trata de ellos; se trata de nosotros. ¿Por qué no podemos tener
una ceremonia sencilla y luego tener una gran fiesta para celebrar más tarde? –
–O lo hacemos bien la primera vez–.
–Definir ¿verdad?– Preguntó Aristóteles
–¿Piensas en todos los sueños que teníamos cuando éramos más jóvenes? ¿Soñaste con casarte conmigo en un juzgado frente a un monótona juez de paz?
–Temo, nunca me permití esperar que algún día compartiríamos un apellido o ser reconocidos legalmente como algo, y mucho menos convertirnos en esposos–.
–Vamos–, dije, –no me lo trago ni por un minuto. Siempre tuviste la cabeza en las nubes, Aristóteles. Viviste por el qué pasaría si y lo que podría ser. Eres un soñador, un visionario y un romántico empedernido. Sé ese niño que miraba las nubes y veía dinosaurios y conejitos cuando todo lo que veía era puré de papas y bolas de algodón. Cariño, dime el tipo de boda que soñaste con tener conmigo –.

Me di cuenta del momento en que gané, el segundo absoluto en que se dio cuenta de que una boda rápida en el juzgado no era la forma en que quería comenzar nuestras vidas juntos.

–Usamos esmoquin blanco a juego con pajaritas arcoíris y cabalgamos hasta el altar en unicornios–. O tal vez no.
–Habla en serio–, le dije.
–Lo digo en serio. Madonna se casó con nosotros –.
– Aristóteles Arion–, gruñí.
–¡Bien vale!– Lanzó las manos al aire y se alejó de mí.

No podía apartar los ojos de la forma en que se veía su culo redondeado con sus pantalones de dormir colgando bajo en sus caderas. Tenía esos increíbles hoyuelos de culo que me encantaba morder y pintar con mi semen, marcándolo como mío. Mío. Sí,
sí. Hablábamos de convertirlo en mí permanentemente.

–Deja de distraerme con tu culo perfecto–. Se dio la vuelta y de repente sonrió diabólicamente. Le apunté con la espátula. –Sube tus pantalones también. Los hoyuelos de tu culo están jugando al escondite y mi polla quiere jugar al escondite con tu esfínter. Dios, eres tan jodidamente sexy –.
–Algo huele caliente–, dijo Aris casi al mismo tiempo que noté el humo que salía de la plancha para gofres.
–¡Maldita sea!– Levanté la tapa y descubrí que mi sorpresa del domingo por la mañana se había convertido en un desastre del domingo por la mañana.

–Había planeado servirle gofres belgas con fresas y crema batida–.
–¿Tratas de endulzarme antes de que me digas que no estás listo para casarte después de todo?– Preguntó Aris.
–Tú lo sabes mejor–, respondí, sin querer que me disuadiera del tema que mencioné. –Si estuviera tratando de hacer uno rápido, entonces habría esperado hasta después de darte un delicioso desayuno–. Aris
miró el gofre carbonizado que saqué de la plancha. –Practica correr–, dije con confianza.

Dejé el gofre en un plato para que se enfriara antes
de tirarlo.

–Volvamos a nuestra conversación. Háblame del tipo de boda que imaginaste –.
–No importa lo que imaginaba cuando era niño; solo importa lo que quiero ahora –.
–Importa si te estás conformando. Solo tenemos una boda, Aristóteles –. Eché más masa en la plancha para gofres y cerré la tapa. –Vamos a comprometernos, ¿de acuerdo?–
–Tal vez–, dijo, sonando un poco menos terco.
–No estoy pidiendo un asunto grande y lujoso. No pido esperar un año, ni siquiera seis meses. ¿Me puedes dar hasta marzo o abril? –
–Febrero–, dijo Aristóteles.
–Cariño, faltan semanas. Se reservarán todos los mejores lugares o iglesias –.
–Nos casaremos aquí–.
–¿En la cocina?– Yo pregunté.
–O la sala de estar–, dijo. –Mira, invitaremos a menos de veinte personas, así que ¿por qué molestarse en un lugar? Podemos contratar a un proveedor para que prepare la comida –.
–¿Qué servicio de catering no se ha reservado con antelación?–
–Alguien que recién está comenzando y le encantaría tener la oportunidad de trabajar con un fotógrafo con conexiones–, respondió Aris
–Suenas como si tuvieras un plan en mente–, dije.
–Por supuesto, tengo un plan, Temo. Quedan como seis semanas hasta el día de San Valentín. Sé que no es mucho tiempo para que Phee y Jackson hagan arreglos de viaje, pero ... –
–Phee no se lo perdería a menos que no pudiera viajar físicamente–. Cogí su mano y lo acerqué más hasta que sentí el calor de su pecho desnudo presionando a través de mi camiseta.

Segundo Aire •|| AristemoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora