El desesperado sonido del timbre me despertó. Alguien tenía la intención de fundir el timbre, o bien se le había enganchado el dedo a este.
- ¿Quién es a esta hora? – pregunté medio dormida.
- No tengo ni idea… - me contesto igual de dormido Tom, tumbado a mi lado.
- Ya voy yo… - digo levantándome de la cama y liándome con un albornoz.
Cuando abro la puerta me encuentro con Patrick, con una expresión de enfado pintada en su cara.
- ¿Se puede saber por qué ninguno de los dos me coge el teléfono?
- ¿Has llamado?
- ¡Y más de una vez! ¡Son las diez!
- ¡Tenía que haber entrado hace una hora al trabajo! – grito corriendo hacia la habitación y buscando ropa en el armario. - ¡Tom! ¡Son las diez, nos hemos dormido!
- ¿¡Las diez!? – grita incorporándose en la cama. – Hace dos horas que tenía que estar en los estudios.
- Exacto, llegas dos horas tarde el ultimo día. – dice Patrick entrando en la habitación, pero rápido se da la vuelta. - ¡Oh por dios! ¡Vístete rápido! ¡En quince minutos estamos saliendo de aquí todos!
Cerró la puerta de la habitación tras de sí y en menos del tiempo que nos dijo salimos los dos arreglados. Se ofreció a llevarme al trabajo, ya que de todos modos llegaban tarde.
- ¿Le gusto el regalo a tu hija?
- Más a mi mujer, que la ha colocado en el comedor como un adorno.
- Me alegro.
- ¿Y cómo va la tienda?
- Por alucinante que parezca creo que en esta semana estará prácticamente todo cerrado.
- Eso sí que es una buena noticia. Bueno, ya hemos llegado. Nos vemos en otra ocasión Scarlet.
- Claro. – digo abriendo la puerta pero soy frenada por las manos de Tom.
- Esta noche llegaré puntual.
- Más te vale. – digo y esta vez sí que salgo del coche.
Al entrar en la tienda me quedo helada mirando hacia todos lados. Esta completamente vacía.
- ¿Qué? ¿Nos han robado? – pregunto presa del pánico.
- Claro que no, han venido tres camiones a recoger todo lo que había reservado, por lo visto, cuando se ha dado cuenta de que dejaban tres tonterías han decidido llevárselas también.
- ¿Ya no hay tienda?
- Bueno, falta que alguien llame para comprar el local, y entonces si estará.
- Que tristeza verla así… - digo mirando la vacía habitación.
- La verdad es que si. Tendríamos que recoger la trastienda y llevarte a casa lo que te quieras quedar.
- Claro.
- Pues venga no te quedes ahí plantada mujer. Ponte a recoger.
- Me lo llevare todo menos el sofá, ya decidiré en casa que tirar o no. Al fin y al cabo tampoco es que haya muchos trastos allí.
- Ya lo sabía que decidirías eso, por eso he alquilado una furgoneta que te lo lleve.
- Siempre en todo.
- Llegara en dos horas. ¿Has desayunado? Porque yo no y me muero de hambre.
- No he desayunado.
- Pues vámonos. – Dice cogiendo su chaqueta y empujándome fuera de la tienda para cerrarla.
Nos sentamos en la mesa pegada al cristal de la panadería de la calle, ambas nos pedimos un café y un croissant recién orneado.
- No me puedo creer que haya pasado todo tan rápido. Pensaba que tardaríamos meses en cerrarla.
- No contábamos con el caballero inglés.
- Claro, prácticamente ha hecho todo el trabajo él.
- No te pases muchacha. Que quien más sudor ha dejado he sido yo.
- Si lo sé, no sé que hubiese hecho sin ti.
- Probablemente nada, ni siquiera llegas puntual a la hora de abrir.
- Lo siento, lo siento. Pero ya ha acabado todo.
- No te confíes niña, aún tienes que hacer muchas cosas.
- Si bueno, pero ahora podemos relajarnos y comernos este delicioso croissant.
- Pues entonces cuéntame cómo va con el caballero inglés.
- Bien, va todo bien. Mañana se vuelve a Londres y no sabe bien cuando volverá, pero vendrá a mi apartamento a hospedarse.
- Como una pareja normal.
- Si.
- ¿Sabes que os conocéis desde hace un mes?
- Si.
- ¿Y que él es famoso?
- Si.
- Y aun así te da igual.
- Si. – digo mostrándole mi mas despreocupada sonrisa.
- Entonces no añadiré nada más, estas más feliz, y aunque me moleste admitirlo ese chico tiene mucho que ver.
- Ese chico, - digo imitando el tono que ha empleado ella al referirse a él. – No hubiera hecho nada si tú no hubieses estado allí para mí cuando más te necesitaba.
Mi tía sonrió cautivada, a veces pensaba que se le olvidaba lo importante y necesaria que era para mí y para mi prima. Ambas dependíamos constantemente de ella, aún contando con que las dos éramos unas adultas, si la respectiva aprobación o consejo de ella nos costaba hacer las cosas, pese a que muchas veces le lleváramos la contraria.
Cuando llego la furgoneta para dejar los muebles en mi casa, mi tía se fue andando a su casa y yo me monte en la furgoneta para indicarle la dirección al conductor y porque no tenía coche propio como para ir detrás de él. Todos los muebles acabaron ocupando el pequeño comedor, algunos tendría que acabar tirándolos o dándolos a alguien, pero por ahora no me desprendería de ellos tan fácilmente. Me di una rápida ducha y después fui al hotel para recoger algunas cosas y no tener que traerlas mañana.
Mañana quería poder centrarme en la despedida de Tom y no cargas con una bolsa de ropa sucia. Al volver a casa puse la lavadora mientras comía un bistec con patatas fritas.
Justo cuando me tire en el sofá para ver la tele me llamaron al móvil. El nombre de Tom ilumino la pantalla.
- Hola. – dije sonriente.
- Hola, estoy en la tienda. ¿Qué es lo que ha pasado?
- Se ha vendido todo.
- ¿Todo?
- Si, tus amigos han sido rápidos.
- Ya lo creo que lo han sido. ¿Y donde estas ahora?
- En casa.
- ¿Vamos a dar una vuelta?
- Claro, espérame allí, no tardo en llegar.
- Te espero en el bar de enfrente tomando algo.
- Perfecto. – dije colgando para salir hacia la que sería la última tarde con el hombre que me había cautivado.
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Luna de óxido
FanfictionScarlet Dale es una joven de 26 años que dirige una tienda de antigüedades en Nueva York, ya que su pasión son las cosas antiguas y la historia. Es espontanea y algo torpe con las palabras, y aún debido a su truculento pasado es fuerte, luchadora y...