La tienda no se mantenía como debería ser, los ingresos eran escasos y la mayoría venían solo para ver. Pocos eran los que compraban, y cada vez menos los que entraban en la tienda. Pero claro, no muchos tenían interés en cosas antiguas y en la historia. A mí por otro lado me apasionaba y me recordaba a mis padres, ambos historiadores y ambos fallecidos hacia años. Mi sueño siempre había sido tener una tienda de antigüedades pero esperaba que el negocio fuera un poco mejor. La decepcionante realidad me tiro de bruces al suelo al ver que no llegaba ni a la mitad de mis expectativas. Aún así para mi cada día era una bendición, entraba entusiasmada en mi tienda, el aroma a la madera antigua, la historia que me rodeaba, el tintineo de la campana al abrirse la puerta…
Hoy habían entrado dieciséis clientes y solo tres compraron algo. Eran las nueve, la hora de cerrar, ya estaba fuera a punto de bajar la persiana cuando un hombre apareció a mi lado agitado. Llevaba una gabardina, unas gafas oscuras de pasta gruesas y un sombrero calado hasta las cejas.
- Perdone señorita, sé que es tarde pero estoy desesperado buscando un regalo. – dijo con la voz entrecortada, se notaba que estaba corriendo. – Si lo le supone ninguna molestia le agradecería de veras si me dejara entrar a echar un vistazo a su tienda.
Debo admitir que el hombre resultaba algo raro vestido de esas formas. ¿Pero quién era yo para negarle la entrada a un cliente?
- No hay ningún problema. Pase por favor. – le dije entusiasmada indicando que entrara.
El hombre inclino la cabeza agradeciéndome y entre detrás de él.
- ¿Qué es lo que busca exactamente?
- Bueno, me gustaría un juego de té, para una mujer clásica. – dijo observando toda la tienda. – Tiene una tienda encantadora.
- Muchas gracias, hago todo lo posible por que así sea. Venga por aquí, tengo tres conjuntos ahora mismo.
El hombre me seguía obedientemente, pero seguía con toda su indumentaria y mi curiosidad por saber cómo sería aumentaba, suelo ser bastante curiosa.
- Uno de cerámica japonesa, viene la bandeja de bambú, cuatro tazas y la tetera, con decoración de flores de cerezo. El otro es de porcelana blanca con dibujos en azul de paisajes típicos de Inglaterra, también la bandeja, pero con seis tazas y la tetera. Por ultimo este que es algo más moderno. Aunque ya que su mujer es más clásica le aconsejaría el de porcelana.
- Es para mi madre, que además es británica, por lo que viene estupendo. Mañana es su cumpleaños y no había tenido tiempo de mirar nada. Me ha salvado la vida señorita.
- Oh por favor llámeme Scarlet, y no ha sido…
Me quede sin voz, y las palabras no me salían, como lo había tenido todo el rato a mi lado mirando las tazas no me había fijado que se había despojado de sus gafas y su sombrero. Podía ver su rostro perfectamente, su pelo castaño peinado hacia atrás le rozaba la nuca y se ondulaba en las puntas ya sin gomina, su sonrisa blanca y agradable y sus ojos de un color azul intenso que bañaba todo a su paso de luz, como si te inundara una felicidad extrema e inexplicable. Y claro, ¿cómo no iba a hacerlo siendo quien era?
- ¡Aaahh!… Tú… tú eres… - tartamudeaba. – Esto debe ser un sueño… un sueño asombroso.
- Créame señorita Scarlet, no está soñando. – dijo ensanchando su sonrisa. – Es normal que reaccione así, la mayoría lo hace.
Como por inercia levante las manos y las aplaste contra las mejillas de él, las pellizcaba y las manoseaba, jugueteando con ellas creyéndome en realidad en un sueño.
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Luna de óxido
FanfictionScarlet Dale es una joven de 26 años que dirige una tienda de antigüedades en Nueva York, ya que su pasión son las cosas antiguas y la historia. Es espontanea y algo torpe con las palabras, y aún debido a su truculento pasado es fuerte, luchadora y...