Capítulo 20

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Estaba agotada, había sido un día muy largo, muchísimo.  El trabajo en el museo me había agotado, había tenido que quedarme a hacer unas “horas extras”.  En total mi jornada laboral de este día habían sido unas diez horas.  De ocho de la mañana a una, más las añadidas de seis a diez por la tarde.  Devastadoras.  Y así es como yo estaba ahora, entrando a las once en mi casa después de todo el día fuera y sin parar a penas.

También debo decir que esto era un caso especial.  Muchos de mis compañeros estaban de vacaciones y entre los que teníamos que trabajar se repartieron las horas.  Por algún motivo me tocaron a mí un par más que al resto.

Por fin ya llegaba a mi apartamento.  Busqué las llaves en el bolso, pero mi torpeza y cansancio me impedían encontrarlas.

- Estúpidas llaves. – escupí enfadada, pero mi maldición hizo que las encontrara. – Ya era hora.

Después de esperar al lento ascensor y finalmente poder entrar en mi apartamento me empecé a desvestir por el camino.  Me quité los zapatos en el recibidor, el bolso y la chaqueta los deje en el comedor sobre el sofá.  Me fui desbotonando la camisa blanca y sacándola de dentro de la falda negra de tubo, pero en cuanto llegué a mi habitación no fui capaz de seguir con mi desnudo.

Una enorme maleta azul marino estaba apoyada contra la pared y un hombre sentado a los pies de mi cama.

- Veo que me estas ahorrando el trabajo. – dice con una voz afónica.

- ¿Qué…? – tartamudeé. - ¿Qué haces aquí?

- Tú me dijiste que viniera aquí la próxima vez y he aprovechado para darte una sorpresa.  Aunque la sorpresa me la has dado tú apareciendo casi desnuda. – sus enormes ojos azules acaban de desnudarme con la mirada.

- ¿Cómo has entrado?

- Tu tía me dio la llave. – dice sonriendo de medio lado, con esos finos labios que me vuelven loca.

- Que bien…

- Te he echado mucho en falta. – dice con esa voz afónica y floja.

- ¿Qué te ha pasado en la voz?  No sonaba así ayer.

- He cogido frio. – dice levantándose lentamente de la cama.

- ¿Y por qué estás aquí?  Representa que llegabas el fin de semana, dentro de dos días.  ¡No hoy!  No tengo la casa limpia, ni comida para dos, no tengo nada preparado...

- Cállate de una vez. – dice con su voz rocosa pintada por una dulce sonrisa antes de callarme de un beso.

Deslizo mi camisa por mis hombros y me tiro sobre la cama colocándose el encima.

- Tom… no quieres hablar, explicarnos que tal ha ido el día… no se esas cosas típicas de…

Volvió a besarme con un beso y ya me deje llevar por el, tampoco es que fuera capaz de oponer resistencia contra él.  Quiero decir, llevaba un mes sin verlo.  Pero el momento no duro más que unos pocos besos, pues estaba tan sumamente cansada que me acabe quedándome dormida bajo sus caricias y sus dulces y suaves besos en mi cuello.  Le acababa de chafar el momento.

A la mañana siguiente el olor a churros me llevó casi levitando hacia la cocina.

- Buenos días. – dice con una sonrisa de lado.

- Hola… perdona por lo de anoche, estaba reventada.

- Que le vamos a hacer… - dice encogiéndose de hombros.

- Lo siento. – digo dándole un beso. - ¿A qué hora te has levantado?

- Hace poco.

- ¿Y te ha dado tiempo a ducharte y comprar churros? – digo percatándome de su pelo aún algo húmedo.

- Soy bastante eficaz.

- Ya lo veo.  Bueno dime, ¿cómo es que al final has venido antes?

- Siempre fue esta fecha, solo que no te lo dije.

- Serás… - digo mientras él se ríe, forzando su resentida garganta.

Nos comimos los churros hablando sobre cosas y riéndonos sin parar, en realidad al hablar todos los días estábamos al tanto de los movimientos de otro y no era muy necesario ponernos al día.  También estábamos en el fin de semana y por suerte coincidía que ambos lo teníamos libre.

- Esta tarde quiero llevarte a un sitio. – corte la conversación de repente, ni yo misma pude entender la frase hasta haberla pronunciado toda.

- Claro. – dice sorbiendo su café.

A la hora acordada ambos estábamos listos, nos habíamos pasado la mañana reorganizando un poco el piso para que pudiéramos vivir temporalmente los dos.

- Estoy impaciente por ver a donde me llevas.

- No será lo que piensas. 

Para ir al sitio que tenía planeado conducía yo, él coche de Tom claro, yo no tenía uno propio todavía.

- Esto esta apartado de la ciudad. – comento mirando a todos lados sin saber descifrar a donde lo llevaba. – No hay mucho por aquí, excepto…

- Quiero presentarte a alguien.

Creo que ya había atado los hilos y había medio descifrado hacia dónde íbamos, de todos modos no dijo nada y siguió mirando por la ventana.  Aparque el coche y nos bajamos a la vez, ya estaba muy claro a donde tenía intención de llevarlo.  Seguía callado siguiendo mis pasos y se detuvo a mi lado cuando yo lo hice primero.

- Tom, te presento a mis padres. No estoy segura si es demasiado temprano para presentártelos o tendría que haber esperado más tiempo. – digo sonriendo mirando el sitio en el que yacen, y empezando a narrar la historia para los tres, mis padres y Tom. – Hoy hace diecinueve años y catorce días de que fallecieron.  Aún hoy no he superado que no estén conmigo, y creo firmemente que nunca lo haré, pero sigo hacia adelante con mi vida.  Por mis tíos, por mi prima, por mi y por ellos.  Porque todos hemos sacrificado algo y no me puedo rendir.

- Yo… - tartamudea Tom sin saber que decir.

- Tranquilo, son algo silenciosos pero seguro que les caes bien. – digo mirándolo para que vea que le sonrió, pero una mueca de pánico se tiñe en su cara al toparse con mis ojos. – No hace falta que tengas miedo.

- A veces está bien tener miedo, al igual que llorar.  Es necesario, así que déjalo salir, nadie te va a juzgar por ello.

Me acaricia los ojos y recogiendo una lágrima de la cual yo no me había dado cuenta destapa un enorme mar de lágrimas que empiezan a salir a raudales.  Me llevo las manos a los ojos en un inútil intento de pararlas, pero Tom me agarra de las muñecas con dulzura deteniéndome.

- Déjalo salir todo. – susurra.

Y entonces lo dejo salir todo, apretada contra el pecho de Tom y envuelta en sus brazos lloro desconsolada frente a la tumba de mis padres.  Y me siento segura y en cierto modo bien, porque he hecho algo mejor que quitarme un peso de encima, lo estoy compartiendo con una persona que quiero y que me quiere.  Y eso es lo que necesitaba. 

Puede que haya sido un camino muy largo y duro, y que aún no haya acabado.  Pero puedo decir con absoluta certeza que estoy bien ahora mismo, en este lugar e instante.  Junto al lugar en el que yacen mis padres y envuelta por los brazos del hombre que cada vez más, empezará a formar parte de mi vida.

Luna de óxidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora