Mirábamos los anuncios de la tele en silencio como si fuese lo más entretenido que existiera. El carrito con los platos sucios de la cena estaba en la puerta, lo recogerían al día siguiente al traer el del desayuno. Había sido una velada tranquila y sin ajetreos como solía suceder, Patrick se había ido mucho antes de cenar, por lo que estuvimos solos todo este tiempo.
- Te mentí. – dije de pronto sin quitar la vista del frente.
- ¿En qué? – sentí como la penetrante mirada de Tom se clavaba en mi interrogante.
- En lo del accidente de mis padres, no fue exactamente así.
- Lo sé.
Ahora fui yo quien desvió la mirada para clavar mis interrogantes ojos en los suyos. Tampoco sabía muy bien porque estaba sacando este tema sin venir a cuento, pero algo me decía que tenía que decirlo, que tenía que hablar de ellos otra vez.
- Cuando mientes evitas mirar a los ojos, como si quisieras escapar de ello. Además, escuché la conversación con tu tía y tu prima, luego intente sacarle algo a tu tía, pero me dijo que eso era algo que debía salir de ti.
- Te lo contaré.
- No hace falta de verdad. No te fuerces. – sus ojos brillaban de curiosidad aunque sus palabras fueran contradictorias.
- Quiero… - negué con la cabeza. - Necesito hacerlo.
- Te escucho entonces.
- El día del accidente, en el coche… yo también iba dentro. – la voz se me quebró recordando lo sucedido. - Otro vehículo se saltó el semáforo impactando con nosotros por la derecha y finalmente acabamos estampándonos contra un poste. Mi madre murió en el acto, mi padre no salió del quirófano. Me llevaron con los familiares más cercanos, y claro, solo tenía a mi tía, por suerte. No sé que hubiese sido de mí sin ella, se dedicó completamente a mí. La niña loca, no comía, ni hablaba, ni me relacionaba con nadie. Deseaba estar muerta con todas mis fuerzas y me comportaba como tal. Entre los tres me sacaron adelante, a veces me siento mal por todos los problemas que les cause.
Hice una pausa, las manos me temblaban, el recuerdo de los neumáticos, los gritos, la ambulancia. Todo estaba volviendo a mí. La mano de Tom me estrujo la mía en un intento de que dejara de temblar, su mirada era compasiva y sentía que me comprendía mi dolor.
- Lo siento, siento todo lo que te ha pasado. Eres una chica estupenda, fuerte, valiente e inteligente. Yo sé que no hubiese sido capaz de superar todo esto y haber seguido avanzando, realmente tienes una familia increíble que te quiere y te cuida. – yo asentí, era todo un alivio contar las cosas en voz alta. Notaba como Tom se debatía entre las mejores palabras posibles a decir y me sentí algo culpable por haberlo metido en esta trágica historia. – Te agradezco más de lo que imaginas que me lo hayas querido contar, puedes contar conmigo para lo que quieras, para todo. Yo estoy aquí para ti.
- Fue el 23 de diciembre. – seguí diciendo, como si se tratara de un disco que tiene que llegar al final. Mis ojos estaban vidriosos y ya no contenían las lágrimas que amenazaban con salir en cualquier momento. - Odio el mes de diciembre, todo se concentra en el mes. No solo mis padres, también Rolly murió en diciembre, mi relación se acabo en diciembre, voy a cerrar la tienda también en este mes y luego estás tú. Tú también te vas a ir en diciembre. Todos a los que quiero se van en diciembre.
Sus cejas se arquearon ante lo que había dicho de él.
- Hice los cálculos cuando me dijiste el tiempo que te quedarías en la ciudad, según ellos te vas en esta semana que viene. – le mire con una sonrisa lúgubre, como el tono de mi voz.
- El jueves. Me voy el jueves. – me confirmó con ojos ensombrecidos de la tristeza que no se molestaba en ocultar. - Te juro que no quiero irme, si por mi fuera me quedaría contigo, aquí, en esta habitación encerrados. No te haces una idea de lo que has cambiado mi vida en este mes que he pasado contigo.
- Espero que para bien. – bromeo con una sonrisa provocada. El clima tan trágico me está agobiando.
- Demasiado bien. – dice con otra sonrisa.
No quedamos en silencio, como si ya no hubiera más posibles palabras para decir, como si todo lo importante estuviera dicho. Pero este silencio atronador me oprime la garganta.
- Voy a ir al lavabo. – dije saliendo disparada seguida de la mirada celeste de Tom.
En el lavabo me enjuagué la cara con agua fría y la sequé con suavidad.
- Lo has hecho Scarlet, se lo has contado finalmente. – le dije a mi reflejo en el cristal. – Esta mucho mejor así, ya no está toda esa presión en el pecho… aunque ahora hay otra… Ahora esta él. Al menos hasta el jueves.
Me sacudí la cabeza quitando esos pensamientos. Seguía estando medio loca por hablar con el espejo. Pero me sentía bien conmigo misma, hablar el tema de mis padres me había ayudado más de lo que pensaba. Salí del lavabo, con el tema de mis padres zanjado, el que acudía a mi mente en este momento era Tom.
Al abrir la puerta Tom se levanto de golpe y con los puños apretados se dirigió a mí a paso acelerado.
- ¿Vas a entrar al lavabo?
- Al cuerno con todo. – dijo con una voz dura.
Entonces paso lo que tanto llevaba anhelando. Sus manos me agarraron de la cara y me aproximaron a la suya. A sus labios. Besándome con una salvaje desesperación, contenida desde hace mucho tiempo. Al principio me impacto, pero no tardé en devolverle el beso. Tras unos segundos se separo de mí, observándome con determinación, le sonreí, fue todo lo que pude alcanzar a hacer y él hizo lo mismo. Volvimos a besarnos, esta vez de forma más lenta, pero con la misma pasión.
Las prendas fueron volando una a una, llegamos a la cama desnudos, besándonos con excitación. Empujé a Tom sobre la cama y colocándome sobre él empecé a mover mis caderas. La habitación fue inundada por el eco de nuestras agitadas respiraciones, nuestros besos y nuestras caricias.
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Luna de óxido
FanfictionScarlet Dale es una joven de 26 años que dirige una tienda de antigüedades en Nueva York, ya que su pasión son las cosas antiguas y la historia. Es espontanea y algo torpe con las palabras, y aún debido a su truculento pasado es fuerte, luchadora y...