El invierno no puede ser eterno

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-¡Kenma! Estuve tan impaciente por recibirte esta semana, que las enfermeras me decían: vieja loca, te vamos a poner a hacer ejercicio así te dormís más rápido -comentó la abuela, entusiasmada, mientras se acercaba a su nieto. No tardó mucho en notar una presencia desconocida en la habitación, y esto, lejos de alterarla como las enfermeras habían predicho, la hizo ojear a su nieto con sospecha.

-No tienes que ponerte de pie tan rápido, te vas a marear -Kenma soltó enseguida la mano del alfa y se acercó a su abuela, para rodearle cintura con sus brazos y abrazarse a ella. Kuroo se dio cuenta enseguida: su abuela era una alfa, el tamaño que la diferenciaba de Kenma, su postura y porte, aún para su edad, era señal de una dominante.

-Qué importa marearse, más importante, ¿Quién es ese muchacho tan lindo? -La abuela miró a Kuroo detenidamente- ¡No me digas que le trajiste un novio a esta pobre anciana! Yo podría recuperar mejor mi memoria si duermo en ese pecho...-le guiñó un ojo a su nieto quien miró a Kuroo, él estaba completamente sonrojado.

-No te pases, abuela.

-Es un gusto, señora. -El azabache inclinó su cuerpo hacia adelante, reverenciándose ante ella.

-Puedo notar por tu forma de reverenciar, que casi nunca lo haces, debes ser alguien importante. Lo sé porque eso mismo me pasaba de joven. En cambio, mi nieto no tuvo esa fortuna -dijo, acariciando el cabello de Kenma con nostalgia.- ¿Puedo preguntar quién eres? Aunque ya tengo la idea hecha.

-Soy...el padre...

-Te presentas como el padre del bebé, pero no como el novio de Kenma. ¿Qué ha pasado aquí, para qué llegues tan tarde?


-Es mi culpa -se interpuso Kenma- Mi decisión era tenerlo sólo, y él me respetó.

-Ningún alfa respeta la decisión del omega que quiere como suyo sin antes insistir hasta la muerte. Es triste, pero cierto. ¿Mi nieto no te gusta?

-¡Abuela!  

La anciana aceleró todos los pasos que debían darse. Ahí estaba la pregunta inicial. Kuroo había dicho varias veces que amaba a Kenma, pero también dio a entender lo decepcionado que estaba de él. Sin embargo, un remolino cruzaba en este momento en el pecho del alfa.

Kuroo miró a la abuela, y al fin descubrió la razón por la que el omega hizo de todo en el camino: Kenma no tiene padres, o al menos no estuvieron presentes. Se crio con la señora que ahora estaba al frente de ellos. Su hermana está atada a un tipo y tres hijos que no le permitieron colaborar con el tratamiento. El omega necesitó dinero, ya que ella había empeorado y por lo tanto no lo recordaba, si seguía viviendo con él, podría enloquecer creyendo que estaba viviendo con un extraño. Buscó en todos lados, pero su condición de omega no hizo más que cerrarle las puertas. La única que le garantizaba avanzar en los estudios y poder adquirir lo suficiente para que su abuela viviera en un buen geriátrico, era la prostitución. Eso siempre fue un secreto para todos, excepto para Shoyo y algunos amigos hechos en el mismo empleo, que lo contenían y ayudaban. A cambio, Kenma perdía constantemente dos cosas: su cuerpo, pero también, tu estabilidad psicológica. Y había algo que no podía permitirse: arrastrar a los otros con él. Kuroo sabía que Kenma quería protegerlo de él mismo, pero no entendió todo aquello hasta este día, dónde la abuela estaba frente a ambos, estrechando sus brazos a su nieto, acariciándole el cabello, y con el dolor de saber que era una carga para el omega.

-Señora, tiene razón. Llegué tarde a presentarme, tuve que luchar más contra ello. Ahora que estoy frente a usted, quiero pedir su aprobación para ser oficialmente la pareja de Kenma. Yo soy bastante idiota, y no tengo el mejor perfil delante de la gente. Tengo dinero de sobra y una carrera casi hecha, pero a Kenma esto no le importa, y además, eso no alcanza para demostrar que seré buen novio ni buen padre. Por eso, vengo a prometerlo a ambos, no, a los tres, que no habrá día en que deje de cuidar y amar a sus nietos. Seré ejemplar. Si usted me dice que sí, y aún si me dice que no, saldremos de aquí y volveré a empezar de cero, conquistaré a Kenma hasta que me acepte.

-¿Y si Kenma no te acepta? -preguntó la anciana.

-Estaré a su lado desde un costado, y no perderé mi responsabilidad como padre. Lo respetaré y cuidaré como la madre de mi bebé.

-Kuro, no es necesario todo esto...-murmuró Kenma.

-Ajs, está bien. Como vieja que soy, simplemente me apasionan las historias románticas. Kenma...¿Puedo hablar con él un momento?

-¡No es necesario! Yo lo manejaré todo.


-¡No! Ya has manejado todo hasta el día de hoy. -Un nudo se hizo en la garganta del omega al escuchar estas palabras por parte de su abuela.- No estás sólo, vete afuera un momento. -Él le obedeció, llevando consigo su mochila, dónde estaba todo lo que le quería mostrar a la anciana.

-Disculpe si la he molestado, pero para mí es realmente una sorpresa que Kenma me haya traído hasta aquí.

-¿Te ha dicho por qué sus padres se fueron? -Los ojos de Kuroo se abrieron de repente y negó con la cabeza.- Con mi marido cometimos el error de casar a nuestra hija con alguien de clase alta. De ese matrimonio, resultó mi nieta mayor, que...-una lágrimas empezaron a caer por las mejillas de la anciana, empapando sus ya pronunciadas arrugas- no puedo recordar su nombre, ¡Maldición!

-Por favor, no se esfuerce así. Sí algo le llega a pasar a usted...-la anciana levantó una mano pidiéndole silencio para que la dejara continuar.

-Los alfas se clase alta son una maldición, él engañó a mi hija un par de veces, e incluso la golpeó. Nosotros...nos dábamos una idea de eso, pero no sabíamos como interferir. Un día, llegó a su casa nuevamente embarazada. Esta vez, dio a luz a un omega que no tenía ningún rasgo físico a su marido. Su olor era también distinto. Las cosas eran claras: lo había engañado. Luego de eso, poco pude hacer para sacarla del infierno que fuero los maltratos físicos y psicológicos de ese bastardo. Un día vino a verme tan golpeada, que realmente acepté que debía hacerme cargo de las cosas que hice. Le dije fuerte y claro: trae a tus hijos conmigo y huye, no serán felices así. Lloró noches enteras al lado de las camas de ambos niños, y cuando estuvo lista, se fue. No le permití que se fuera con ellos, porque si algo les pasaba en un lugar desconocido, nunca hubiésemos sabido como ayudarla. No la he vuelto a ver, pero su rostro triste quedará conmigo aún en la tumba.

-K-kenma...-intentó pronunciar Kuroo con las pocas energías que le quedaban después de tan grave confesión- ¿sabe esto?

-Sí, él lo vio. Pasó cuando tenía alrededor de cinco años, no debe tener algún recuerdo feliz de su infancia, ya que como hijo bastardo, fue tratado como un criado de la casa.

-¿Y-yo...cómo puedo ayudar a que esta tortura termine para él? ¿Podrá ser feliz?


-Eso...queda en él. Tú no puedes hacer nada. Pero, esta historia también es parte de Kenma, ¿Qué harás con eso?

-Yo también cuidaré de esa parte, de todas las partes que constituyan a Kenma. Haré sus dolores y cicatrices mías. Y además, crearemos juntos nuevas partes, partes felices. -La abuela cerró los ojos un instante y luego sonrió- 

-Dile a Kenma que entre.

Kuroo se acercó a la puerta y se dio cuenta que el omega estaba sentado allí a un costado, no muy lejos del cuarto. Su rostro cansado y perdido, delataba que había escuchado todo.

-Ken...-no necesitó terminar de llamarlo, ya que él se puso de pie enseguida.

-Me da vergüenza que sepas tanto. Siento que no es equivalente a lo que yo sé de ti. -Kuroo agachó la cabeza frente a esta declaración, sabiendo que no existía nada en su historia personal que se acercara a eso. Kenma entró al cuarto y el alfa lo siguió al instante.

-Ahora, al grano, jovencitos, ¿espero un bisnieto o una bisnieta?

-Una bisnieta, abuela
-le sonrió Kenma.

Luego de una conversación más amena a las anteriores, ambos se despidieron, no sin antes prometerle a la anciana que volverían la próxima semana.
Bajaron las escaleras y salieron por la misma puerta por la que entraron.

-Oye, Kenma...-llamó el alfa, rascándose nervioso la cabeza mientras miraba la pantalla de su celular- Bokuto me dijo si quería encontrarlo en una cafetería. ¿Quieres venir conmigo? No comes nada desde el medio día.

-No me gusta mucho socializar...

-Te dejare estar con tus juegos o lo que sea, pero me gustaría mucho que me acompañes. Nadie te molestara, ¿Sí?
-Kuroo mostraba una predisposición distinta a la que tenía antes de ir al geriátrico. Kenma dudó un poco pero aceptó, después de todo, Kuroo ya lo había acompañado a él.

-Pero quiero usar algo más holgado, no me gusta estar por la calle y que... se note que estoy embarazado -murmuró el omega. El azabache se quitó la campera que llevaba puesta y le ayudó a Kenma a colocarla. Le quedaba mucho más grande que a él, y disimulaba muy bien cualquier bulto.

Llegaron a una cafetería que quedaba muy cerca de la universidad privada a la que iba Kuroo. Allí había estudiantes de ese mismo lugar, que debían ir en los recesos o a la salida de las horas de clase. Kenma permaneció muy cerca el alfa, ya que tanta gente, aunque en realidad no era mucha, le daba un poco de ansiedad. 

Bokuto no tardó en elevar su brazo y pegar el grito en el cielo. Al lado de él estaba el rubio cuatro ojos del cual Kenma nunca se aprendió el nombre, y, sorprendentemente, también estaba Tadashi. Se sentaron uno al lado del otro. La presencia de su amigo beta dejaba al omega más tranquilo.

-No quiero invadir tu espacio -comentó Bokuto con una sonrisa, dirigiéndose al rubio.- Pero...¿Eres amigo del chico de ojos azules que trabajaba contigo?

-¿Por qué preguntas eso?

-Es que...no me animo a decirlo. Es de mi interés
. -prosiguió el grisáceo.

-Él ya me contó lo que pasó entre ustedes. No parece tener resentimientos contigo, pero no creas que es alguien fácil con quien hablar. -Advertido esto último, volcó la vista al juego del celular.

-Kuro, amigo, ¿tú crees que tengo posibilidad?

-Viéndome ahora...no creo que nada sea imposible...
-contestó el azabache, mirando de reojo al omega, quien, perdido en lo suyo, no pareció escuchar el halago.- Ken, ¿Qué te traigo de comer? -le preguntó, inclinándose hacia su oído para que lo escuchara entre los gritos que Bokuto dirigía a Tsukki para contar cosas que aquél rubio nunca le preguntó.

Kuroken-Todas tus partes son mías ( Kuroo x Kenma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora