Todos conocen mi cuerpo.

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-Kenma, no te enojes así conmigo. Sabes que si lo hice fue por pedido de nuestra abuela, no quiero discutir. Llámame cuando se te pase. -La señorita se puso de pie, tomando su bolso con la mano, y dispuesta a marcharse.

-No seas evasiva, -advirtió Kenma, aún sentado sobre el sofá.-¿En qué momento distribuyeron la herencia de alguien que aún no murió? Es una estupidez.

-Debes dejar de aferrarte a la idea de que ella viva mucho más. Está feliz con nosotros y adora a sus bisnietos. Es momento de dejar que decida irse cuando así lo quiera, y acompañarla en el proceso. 

-Ella va a volver a casa.

-¡No quiere hacerlo, maldición! Vive pensando que es una carga para nosotros. Libérate de ella, así la dejas descansar también. ¡Niños, nos vamos!
-gritó, una vez que se asomó a la puerta que daba al parque- empaca tus cosas, Kenma. Hay un montón de departamentos que podrás comprar con lo que vale la mitad de esta casa gigante. -Su hermana se despidió dulcemente de su pequeña sobrina, que correteaba con sus hijos. Asintió con la cabeza ante Kuroo, quien estaba vigilando a los niños, y subió a su auto.

-Todo esto causará estrés en ti, necesito pedirte que te detengas -le murmuró Kuroo, mientras cargaba a la niña en brazos, aunque bien podía caminar por su cuenta a sus casi tres años.- El año que entra Emily entrará a maternal, ambos estamos a un paso de graduarnos. Todo será nuevo e irá bien. Me toca encargarme de tu felicidad.

-No necesito que nadie se encargue de ello...-musitó el omega, quien ahora estaba de pie en el marco de la puerta, y se dio vuelta para entrar a su casa, dando la espalda a su pareja e hija.

-¡Mamá! -le gritó.- ¡ Jugar, mamá! -Kenma inhaló profundamente y exhaló para dejar ir la mala sensación que le dejó el encuentro con su hermana. Se dio vuelta, y extendió sus brazos para que Emily saltara de los brazos de su padre a los de su madre. Kenma la rodeó con ambas extremidades y ella se colgó de su cuello con facilidad.

-Bien, vamos a jugar a lo que quieras. -le sonrió.

Ese mes, fue a visitar a su abuela, pero ella poco a poco estaba perdiendo la capacidad de hablar. Lo que sí le dejó en claro, es que no cedería con respecto a la casa. Estaba vendida y ese era el fin. Su mayor deseo era dejar a sus nietos todo aquello que con su marido habían ahorrado durante años, para asegurarles gran parte de su vida, dinero que nunca tocó ni siquiera para pagar su internación porque no recordaba tenerlo. Por eso, mientras su memoria permaneció lúcida durante tantos meses, realizó todos los trámites necesarios.

El año entrante los recibió a todos, y particularmente, a la familia de Kenma, quien se compró una nueva cada mucho más pequeña dónde vivir junto con Kuroo. Se vio deprimido durante toda la mudanza, pero ambos se alegraron mucho ante la graduación del alfa, y la noticia de que pronto iba a trabajar para un juzgado. La tesis del omega se había postergado por todo lo que aconteció a su estado anímico, pero no había apuro. Menos ese día, ya que Emily estaba lista para su primer día de maternal.

-¡La tía te adora, ¿Sabías?! -le chilló la rubia, repleta de lágrimas ante la imagen de su pequeña sobrina con su mochila y predisposición a ir al jardín. 

-Tía Yayi, así me pareco a mamá -la pequeña, sentada sobre el suelo, realizó su nuevo truco: puso su semblante en serio para poder imitar el gesto tan característico de cansancio que siempre llevaba su madre en el rostro.

 -Tía Yayi, así me pareco a mamá -la pequeña, sentada sobre el suelo, realizó su nuevo truco: puso su semblante en serio para poder imitar el gesto tan característico de cansancio que siempre llevaba su madre en el rostro

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Kuroken-Todas tus partes son mías ( Kuroo x Kenma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora