Capítulo 4

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Capítulo 4

Edward

Solo quedaban 15 minutos para embarcar, y el aeropuerto parecía estar más lleno que un autobús en hora punta, y eso que nunca había tomado uno. La cantidad de gente era abrumadora, y tanta contaminación visual me mareaba un poco.

Mientras tanto, James estaba absorto en su teléfono. Zac, por su parte, hablaba en voz alta por teléfono, y no tenía ni idea de con quién estaba hablando.

William, el eterno niño juguetón, estaba atento en su consola de juegos. Probablemente esté tratando de salvar el mundo virtual mientras el mundo real pasa volando. Nate, el intelectual del grupo, estaba sumido en la lectura de un libro. Me pregunto si está aprendiendo cómo construir un avión mientras esperamos.

Y luego está Mark, mi amigo entusiasta y persuasivo. Él estaba mirando por la ventana, emocionado por lo que nos esperaba.

—Te va a gustar —me dijo Mark, convencido de sus palabras.

—Si tú lo dices —le respondí sin mucho entusiasmo, fingiendo mi indiferencia.

Podría haber ido a Las Bahamas solo, pero la verdad es que la fiesta no sería lo mismo sin estos chicos. Además, Mark siempre tiene una forma única de encontrar aventuras y diversión en cualquier lugar.

—De verdad, Ed, hay chicas buenísimas, unas brasileras que te derriten con solo mirarlas —afirmó Mark, recordando alguna experiencia anterior.

No pude evitar soltar una carcajada ante su comentario. Sacudí la cabeza, tratando de imaginar la situación.

Me di la vuelta y miré al resto del grupo.

—Vamos, chicos —les dije, asumiendo mi papel de líder del grupo, algo que me viene de manera natural y que no puedo evitar.

Cada uno tomó su mochila y se levantó. Nate, siempre el más organizado de todos, se dirigió a la pantalla de información de vuelos y dijo:

—Aunque falten 5 minutos, podemos ir formando la fila.

Así que, sin más preámbulos, nos abrimos paso entre la multitud hacia la puerta de embarque, como si fuéramos una banda de rock en medio de su gira mundial.

Mientras caminábamos, noté cómo muchas personas, especialmente chicas, nos miraban con admiración. Éramos un grupo de seis tipos en buena forma física, y ninguno de nosotros estaba mal. ¡Podríamos ser confundidos con una banda de rock con toda seguridad!

Finalmente, llegamos a la tediosa fila de embarque y comenzamos a avanzar lentamente hacia el puente que nos llevaría al avión. En la entrada, una de las azafatas nos recibió con una sonrisa deslumbrante. Era tan guapa que parecía haber salido de una portada de revista.

Leí su tarjeta de identificación y descubrí que se llamaba Cristina. "¡Vaya suerte la mia!" pensé para mis adentros, con una sonrisa pícara en mi rostro. Parece que nuestro viaje ya está tomando un rumbo interesante, ¡y aún ni siquiera hemos despegado!

—Buen viaje — me dijo mirándome fijamente a los ojos.

—Gracias — le respondí, devolviendo su mirada. La verdad es que esto estaba pintando bien.

La rodeé y fuimos juntos en busca de mi asiento. Nos esperaban casi 12 horas hasta la capital del país y luego deberíamos tomar un autobús hacia la playa. No entendía por qué no podíamos ir en avión, pero supuestamente James, el experto, no había. Me senté en mi asiento, elegí el pasillo para tener más espacio, no me importaba la ventanilla ya que cerraría la persiana para dormir. Eran casi las 12 de la noche, así que podría pasar todo el viaje durmiendo. James se sentó en la ventanilla y Zac en el asiento del medio. Los otros tres se sentaron detrás de nosotros. Enseguida incliné mi asiento hacia atrás para descansar.

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