Capítulo 52

8 1 0
                                    

CAPÍTULO 52

Ed

Despierto con la sensación de un placer placentero que parece haber hecho su hogar en mi cabeza. Peleo contra el sueño para abrir mis ojos, y allí está Flor, una visión sonriente que acaricia mi cabello. Mi sonrisa perezosa se curva a un lado, porque, sinceramente, aún estoy a medio camino entre el mundo de los sueños y la realidad.

—Buenos días, cumpleañero —anuncia, su voz acompañada de su sonrisa.

Respondo con un gesto somnoliento, una especie de "saludo mañanero a medias" mientras trato de despegarme de la almohada que parece haberse convertido en un imán de comodidad. Con un esfuerzo sobrehumano, me doy la vuelta para quedar boca arriba y estirar mis extremidades. La verdad, no me gustaría ser grosero y decirle que vuelva más tarde, porque ya estoy despierto y no quiero desperdiciar este momento con mi chica.

—Buenos días —respondo, mi voz es un poco más ronca de lo habitual.

Mi mano busca la botella de agua en la mesa de noche, y tomo un sorbo largo para aclarar mi garganta. Mientras lo hago, noto que Flor me está observando en silencio, como si esperara a que dijera algo más. Esa mirada me dice que hay algo más en el aire, algo que no me ha dicho todavía. La conozco lo suficiente para saber que su expresión inquieta esconde algo.

—¿Estás despierta desde hace rato? —pregunto, con mi semblante ahora más despierto y alerta.

—Un rato sí —responde, su respuesta es como una pequeña puerta que se abre hacia algo más.

—¿Qué pasa? —inquiero, curioso y un poco intrigado. Me sorprende lo bien que puedo leerla en estas situaciones.

Y aquí es cuando el terreno se vuelve interesante. Ella se muerde el labio inferior, un gesto que he llegado a identificar como una señal de que algo la está inquietando. Entonces, decide abrir la caja de Pandora.

—Tengo un regalo para ti... —dice, su voz un poco nerviosa.

La conversación toma un giro inesperado cuando mi mente hace una pausa cómica. Mi sentido del humor, aunque aún medio dormido, se activa como un interruptor.

—Mmmmhh... ¿me la vas a chupar otra vez? —sugiero, con una sonrisa juguetona.

El tono de su exclamación, un poco alterado, es música para mis oídos. De hecho, su reacción me saca una carcajada.

—Es en serio —insiste, su expresión se vuelve un puchero molesto que no puedo evitar encontrar adorable.

Me río abiertamente ante su empeño y su manera adorable de mostrarse molesta.

—De acuerdo, de acuerdo. ¿Y qué es? —pregunto, ahora genuinamente curioso.

Como una maga sacando un conejo de la chistera, ella extrae una bolsa azul de detrás de ella y me la entrega. La observo, confundido y curioso, mientras tomo la bolsa y miro su contenido. Saco un portarretratos, algo que definitivamente no esperaba. Pero eso no es todo: hay una hoja acompañándolo. Mis cejas se arquean mientras mi interés se dispara.

Noto nuestra foto en el portarretratos, la misma imagen que nos capturó en un momento de conexión total en la playa. Esa foto, tan natural y verdadera...Me encuentro sin palabras ante su elección, porque en ese momento, veo todo lo que somos, todo lo que compartimos y todo lo que hemos vivido juntos. Es como si esa foto encapsulara cada risa, cada mirada y cada momento que hemos compartido.

Y mientras contemplo la foto enmarcada, solo puedo pensar que ella ha encontrado el regalo perfecto.

—Es perfecto... —murmuro con mis ojos fijos en nuestra foto.

BoomerangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora