CAPÍTULO 4

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Salíamos del ascensor exclusivo del presidente de Henderson Enterprises Inc. Es decir, del hombre que va a mi lado. Ingresamos al parqueadero subterráneo de la empresa y nos dirigimos hasta un lujoso auto negro que encendió sus luces cuando el Señor Henderson presionó uno de los botones de sus llaves. Abrió la puerta del copiloto para que ingrese al vehículo, una vez que lo hice la cerró y lo vi cruzar por la parte delantera del auto para adentrarse en él y acomodarse en el asiento del conductor.

Sacó su teléfono y marcó un número. Esperó un momento en la línea hasta que empezó a hablar.

-Ernest, necesito que alguien vaya a mi oficina y recoja unas cosas, mi secretaria le indicará. –Escuchó lo que decía la persona al otro lado de la línea. –Gracias Ernest. –Concluyó con la conversación, encendió el auto y giró su rostro en mi dirección. –Bien ¿A dónde vamos?

-Voy a mi departamento –Respondí sin más, la verdad hoy en la tarde quería empezar con la búsqueda de mi empleo, pero con este hombre a mi lado se me hará imposible concentrarme, luego de que me deje en mi casa podré dedicarme a lo mío, además, me daría mucha vergüenza ponerlo en esta situación, al parecer es una persona muy ocupada. Me lanzó una mirada que detonaba incertidumbre.

- ¿Nada más? ¿No hay nada más que tenga que hacer, Señorita White? –Me preguntó.

-No, en realidad este es oficialmente mi primer día viviendo en esta ciudad, así que no tengo mucho que hacer, aun... -Confesé para que no siga con sus preguntas.

-Con que el primer día aquí... -Dijo mientras su rostro empezaba a tomar una expresión que denotaba diversión. –Entonces, vamos a hacer un recorrido por esta maravillosa ciudad. –Soltó mientras presionaba el acelerador sin darme tiempo a responder. ¿Es tarde para arrepentirme de haber dicho que es mi primer día aquí? Consideraré pensar más las cosas antes de hablar.

-No creo que sea necesario, ya tendré tiempo para conocer la ciudad. –Hablé.

-Pues puede empezar a conocerla desde hoy. –Dijo lanzándome una fugaz mirada acompañada de una perfecta sonrisa. Resignada ante su insistencia no hice más que sonreír y asentir.

Mientras conducía me iba mostrando algunos lugares turísticos y me explicaba ciertos datos interesantes. En algunos sitios nos bajábamos y me daba una breve síntesis de lo que consistía. En muchas, la verdad muchísimas ocasiones sentí el rubor extenderse en mejillas y me daban ganas de salir corriendo hacia otro sitio, este hombre es impresionante, su forma tan segura de caminar, hablar, la forma en la que mueve sus manos cuando explica algo, su inteligencia... se ve tan profesional, su mirada... esa mirada de ojos azules que resulta hipnótica.

El reloj ya apuntaba las seis de la tarde y nos enrumbábamos a mi departamento. En el camino, sin explicaciones turísticas el silencio se empezó a tornar muy incómodo, sólo se podía escuchar el sonido de la música, por instantes notaba como me lanzaba algunas miradas fugaces, aunque fingía no darme cuenta.

Al llegar se estacionó frente al edificio donde vivo, bajó rápidamente, cruzó por delante del vehículo y me abrió la puerta sin darme tiempo a que yo lo hiciera, bajé del auto y me quedé parada frente a él.

-Gracias Señor Henderson, por todo... -Le dije mientras sentía arder mis mejillas. Dio un paso acercándose más a mí, lo tenía tan cerca que su aroma me envolvía.

-Ha sido todo un placer, Amelia. –Dijo. Me sorprendió que me llamara por mi nombre, y no por mi apellido, como lo había hecho toda la tarde. Se acercó un poco más y plantó un suave beso en mi mejilla, sentí como mi cuerpo dejo de funcionar en ese momento, creo que dejé de respirar.

AMELIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora