Dylan Henderson
Casi nunca solía faltar a la empresa, menos por distracciones como paseos por la ciudad, ni yo me reconocía, no me explico por qué he actuado de esta manera, he de admitir que la pasé bastante bien, Amelia me resulta... interesante, hay algo en ella que me atrae, generalmente las chicas guapas me atraen ¿A quien no? Pero ella tiene algo que me inquieta, sus facciones delicadas y perfectas, su cabello, su voz... una sonrisa se me escapó ante mis pensamientos. Pero ¿Qué estoy pensado? Me reprendí, si yo no me intereso por nadie más allá de una noche.
El reloj casi marcaba las siete de la noche cuando llegué a mi casa, subí hasta mi recamara me cambié de ropa por algo más cómodo, encendí mi laptop y me acomodé para trabajar en la mesa de mi habitación, cuando trabajo el tiempo se me va muy de prisa, así que no sé cuánto tiempo habrá trascurrido hasta que Clarice tocó la puerta.
-Mi niño ¿Puedo pasar? Le traigo su comida –Dijo al otro lado de la puerta.
-Claro Clarice, adelante. –Entró con una bandeja de comida y la puso en la mesa en donde estaba trabajando, se quedó de pie mirándome y volvió a hablar.
-Ya no trabaje tanto mi niño, disfrute un poco más de la vida, usted aun es joven, conozca a alguien.
-Clarice, ya hemos hablado de esto antes, así estoy bien, no necesito de nadie más. –Suspiró resignada ante mi respuesta.
-Entonces lo dejo para que continúe –Me dio un dulce beso en la frente y se retiró.
Clarice es una mujer de sesenta y siete años, es mi ama de llaves y también como mi segunda madre, ella me conoce desde que nací, trabajaba para mis padres y me cuidaba cuando ellos no podían hacerlo por sus ocupadas vidas. Su esposo falleció hace ya mucho tiempo, tiene una hija y dos nietos pequeños que viven en otra ciudad, en algunas ocasiones va a visitarlos. Cuando decidí mudarme para vivir solo le ofrecí que trabajara para mí, creo que por el cariño que ella me tiene, así como el que yo le tengo a ella fue que aceptó el cambio.
Comí rápidamente lo que Clarice me había preparado para concentrarme una vez más en el trabajo. El tiempo volvió a transcurrir rápidamente, al mirar la pantalla de mi celular me di cuenta que ya eran las diez de la noche. Me quedé mirando por unos segundos mi celular y es entonces cuando ella volvía a invadir mis pensamientos, recuerdo su tierna y dulce mirada, su piel que se veía tan suave, y su rostro... la forma en que se asomaba un rubor en sus mejillas sólo hacía que se viera aún más linda.
Me puse de pie en busca del saco que cargaba hoy, al encontrarlo tomé el número telefónico de Amelia que en la tarde ahí había guardado, lo registré rápidamente entre mis contactos y decidí enviarle un mensaje bajo la excusa de preguntarle la hora en que necesita al chofer, mientras esperaba a que respondiera decidí volver a centrar mi atención en el trabajo, y así fue, hasta hora y media más tarde cuando sentí vibrar el celular, abrí el mensaje al instante y sonreí al ver que era su respuesta, le respondí el mensaje para posteriormente cerrar la computadora y alistarme para dormir.
***
Mi alarma sonó a las seis am en punto así que me puse en pie para empezar el nuevo día, habitualmente llego a la empresa alrededor de las ocho de la mañana, excepto por el día de ayer, ayer tenía que estar ahí puntual a las siete y media para llevar a cabo una muy importante junta.
Fui hasta el baño, cepillé mis dientes, lavé mi cara y me vestí con ropa deportiva para salir a mi trote matutino.
A las siete en punto ya estaba de regreso en mi recamara alistándome para tomar una rápida ducha, mientras el agua bajaba por mi cuerpo mi mente se empeñaba en regresar hasta Amelia, volvía a recordar su rostro, sus grandes ojos verdes claros de mirada profunda y tierna, y ese color rosa que se asoma en sus mejillas... Seguramente a esta hora ya debe estar esperando a que Henry pase por ella, me gustaría ser yo quien tenga que hacer aquello... ¿Pero qué carajos estoy pensando? Me regañé a mí mismo, no puedo tener esa clase de pensamientos, me gusta lo que soy, me gusta mi vida, me gusta mi trabajo y mi profesión, no necesito nada más, ni a nadie más en ella, una vez decidido eso salgo de la ducha, enrollo la toalla en mi cintura y procedo a vestirme, arreglo un poco mi cabello y bajo hasta la cocina para desayunar. Al igual que todas las mañanas Clarice ya tenía lista mi comida y procedí a comer en su compañía, faltando veinte minutos para las ocho de la mañana salí de casa para dirigirme hasta la empresa.
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AMELIA
RomanceA poco de haberse titulado como arquitecta, Amelia decide darle un giro a su vida e ir a realizar su máster a la gran ciudad de Nueva York, la nueva vida sonaba realmente encantadora, entre trabajar, estudiar y compartir con su mejor amiga Emma, nad...