capitulo 9

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 Michell estaba asombrado por la enorme preparatoria que tenía frente a sus ojos. Parecía un lugar muy completo, con varias instalaciones deportivas, una biblioteca más grande que su antigua casa y una enfermería bien equipada. Se sintió aliviado de contar con buenos profesionales en ese área.

Durante el recorrido, Michell no podía dejar de mirar a su lado, donde estaba un chico llamado Carl. Gracias a él, no podía concentrarme en nada más. Su nerviosismo era evidente, tanto por su expresión de sorpresa como por su sonrojo. No entendía cómo había llegado a esa situación. Sus primos se habían ido unos días a ayudar a sus padres, así que fue solo a la preparatoria. El profesor lo presentó en el salón y le asignó al delegado como compañero. Resultó ser ese chico alfa que tenía el cabello corto y rojo sangre, y unos ojos verdes esmeralda que brillaban de forma especial. Era realmente guapo.

Aunque no le gustaba estar cerca de los alfas, no podía evitar fijarse en su rostro. Carl se presentó y le indicó que se sentara a su lado. Aunque se sintió incómodo, aceptó. La clase transcurrió con normalidad, mejor de lo esperado. Sobre todo, le sorprendió la actitud de Carl. No fingia ser buena persona ni lo miraba con desprecio, como sus antiguos compañeros. Más bien, tenía una mirada hermosa que le atraía. Al parecer, él se dio cuenta de su interés y, antes de que pudiera decir algo, le habló.

—Bueno, me llamo Carl... espera, ya te había dicho mi nombre, ¿no? Digo... ¿vamos a ver las instalaciones de la preparatoria?

—Está bien —respondió Michell, sintiendo que se le hacía un nudo en el estómago.

Lo vio caminar como un autómata hacia las instalaciones y así terminó viendo diferentes expresiones en su cara. Luego se dirigieron a la cafetería.

—Oye, ¿viste el programa de xxx con ese director que se cayó? —preguntó Michell.

—Sí, fue muy gracioso. Me gustó más la parte donde la mujer reconoció las frutas.

—Sí, estoy totalmente de acuerdo —dijo Michell, riendo.

Mientras tanto, Jules y Dean habían estado buscando por todas partes a Carl, pero cuando lo encontraron, se sorprendieron. Carl estaba sentado en un banco del patio con Michell, el nuevo estudiante, y se veían muy cercanos. Se reían, se miraban a los ojos y se tocaban las manos. Jules y Dean pensaron que era una escena tan armoniosa que no quisieron interrumpir, así que se dieron la vuelta y volvieron con Tom, que los esperaban con el trabajo del consejo estudiantil.

—Chicos, ¿dónde estaba Carl? —les preguntó Tom.

—Bueno, verás... —empezó a decir Jules, pero en ese momento Carl apareció con Michell detrás de él.

—Chicos, disculpen la tardanza —dijo Carl sonriendo—. Les presento a Michell, vino a ayudarnos con el trabajo del consejo estudiantil.

—¿En serio? —preguntó Tom con incredulidad—. Bueno, está bien, falta mano de obra.

Tom y los otros chicos miraron al par que seguían sonriendo y hablando en voz baja. Les asignaron su parte del trabajo y los dejaron solos. Así pasó el tiempo hasta que sonó el timbre. Carl y Michell se despidieron con un abrazo y una promesa de verso pronto. Jules y Dean fueron arrastrados por Tom, que quería saber qué estaba pasando entre ellos.

—Yo no sé nada, solo sé que el profesor le dijo a Carl que guiara a Michell en la escuela y que se hicieron amigos enseguida —dijo Jules.

—A mí me parece que hay algo más que amistad —dijo Dean con una sonrisa maliciosa.

Tom no dijo nada, solo me preocupaba pensar que ya había llegado la primavera. Llevé los papeles del consejo a la mesa y los chicos lo siguieron resignados.

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