capitulo 1

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Eduart se alista rápidamente para salir de su departamento con un propósito claro: conseguir algunos aperitivos para disfrutar el tan esperado capítulo final de su novela favorita. Carol, su amiga y fiel compañera en esta obsesión literaria, lo insta a no desesperarse, pero él está demasiado emocionado. Este episodio promete ser el clímax de una historia que ha seguido con fervor durante meses: el alfa finalmente confesará sus sentimientos al omega, y este último tiene una sorpresa mayor planeada, una propuesta de matrimonio. La emoción está a flor de piel, y Eduart no quiere perderse ni un segundo.

Carol (por teléfono):
—Edu, ¿de verdad necesitas los aperitivos? ¡El capítulo ya está disponible! —su voz suena impaciente del otro lado de la línea.
Eduart:
—¡Por supuesto que los necesito! ¿Qué clase de final épico sería sin algo para picar? No me voy a sentar a ver esto con las manos vacías. ¿Tú ya tienes algo?
Carol:
—Sí, un bol gigante de palomitas. Pero... no sé si te va a dar tiempo. Suspenso... —Carol dramatiza.
Eduart:
—¡No me tortures! Dame 10 minutos. Estaré de vuelta antes de que el alfa diga su primera palabra.

Cuelga rápidamente y sale disparado de su departamento. Mientras camina apresuradamente hacia el supermercado, su mente sigue dando vueltas en la novela. ¿Cómo será la confesión? ¿Serán las palabras dulces y tiernas que ha esperado? ¿O quizás habrá un giro inesperado?

Al llegar al supermercado, para su sorpresa, todo está inusualmente tranquilo. Casi vacío. Sin el bullicio habitual de las tardes. Eduart, que al principio agradece la calma, pronto siente una ligera incomodidad en el ambiente. Demasiado tranquilo, piensa para sí mismo, pero decide ignorar esa sensación extraña. Se dirige directamente hacia la sección de aperitivos, cuando algo llama su atención.

Una anciana excéntrica y extravagante aparece de la nada. Viste un sombrero decorado con plumas y flores artificiales que parece sacado de una película de fantasía. Con una sonrisa misteriosa, se le acerca.

Anciana:
—Joven, ven aquí. —Su voz es suave pero extrañamente autoritaria.
Eduart (confundido):
—¿Perdón?
Anciana:
—Tengo algo especial para ti. —La anciana hace un gesto para que la siga hacia el fondo de la tienda—. Unos dulces muy particulares, hechos con recetas antiguas. Te darán la suerte que necesitas esta noche.

Eduart frunce el ceño, claramente desconcertado por la propuesta. Mira a su alrededor, esperando encontrar a alguien que lo rescate de la extraña situación, pero el supermercado sigue igual de vacío. Decide seguir su plan original: comprar los aperitivos y salir cuanto antes.

Eduart:
—Gracias, señora, pero solo vine por unas papas fritas y quizás un poco de chocolate. ¡Estoy bien así!

La anciana lo mira con una sonrisa aún más grande, pero no dice nada más, solo lo observa alejarse mientras Eduart apresura el paso hacia la sección de snacks.

Mientras revisa las opciones, tratando de decidir entre nachos o palomitas, una mujer joven aparece de la nada, empujando un carrito. Parece nerviosa y lleva un par de bolsas en las manos. De repente, se detiene a su lado y le pide ayuda.

Mujer (señalando un estante alto):
—Disculpa, ¿podrías alcanzarme ese yogurt infantil? El que viene con el juguete adentro, por favor.

Eduart, todavía algo aturdido por el encuentro anterior, asiente y toma el yogurt del estante. Sin embargo, cuando se lo entrega, la mujer lo mira fijamente, con una expresión grave y casi desesperada.

Mujer:
—Debes tener cuidado... algo malo te sigue.

Eduart retrocede, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. ¿Qué rayos estaba pasando? Entre la anciana extraña y ahora esta advertencia, el supermercado parecía haberse convertido en el escenario de una película de terror.

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