capitulo 4

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Carol se recostó en su carpeta, sintiendo la presión de las miradas de sus nuevos compañeros. Era evidente que estos hermanos habían sido víctimas de bullying por parte de ellos. Una mirada fría cruzó por los ojos de Carol, aunque, al estar acostada, pasó desapercibida. Mientras tanto, Eduart hojeaba frenéticamente sus libros, buscando información. De repente, gritos de emoción resonaron en el aula.

—¿Qué pasó? ¿Por qué tanto ruido? —preguntó Eduart, mirando hacia Carol.

—¿Y yo qué sé? Estoy descansando —respondió Carol con sarcasmo.

Ignorando el comentario de su hermana, Eduart volvió su atención a la puerta del salón. Un chico alto, con un rostro bien proporcionado, cabello rojo y ojos dorados, entró en la clase. Se destacaba entre el grupo de chicas y chicos que lo rodeaban, y se dirigía hacia la ventana, o más bien hacia su asiento al frente. Eduart lo observaba fijamente, sintiendo que lo conocía de algún lugar. Intentaba recordar.

—¿Buenos días? ¿Edu...art? —dijo el chico, un poco incómodo al notar la mirada de Eduart. Este recordó que antes era muy tímido y evitaba el contacto visual, pero ahora lo miraba de una manera... ¿linda? Al darse cuenta de sus propios pensamientos, se sorprendió. Eduart salió de su trance y saludó.

—¡Oh! Disculpa, buenos días, Leonardo —dijo, algo avergonzado por haberlo estado mirando de forma tan fija.

Después de su saludo, un silencio incómodo se apoderó del ambiente. Las chicas que rodeaban a Leonardo comenzaron a charlar, lo que ayudó a normalizar la situación, aunque algunas miradas agresivas aún se dirigían a Eduart por parte del grupo de Leonardo. Sin prestarle atención, Eduart se sumió en la lectura de un libro mientras Leonardo se unía a su grupo de admiradoras. Al notar que Leonardo se alejaba, Eduart le dio un codazo a Carol para despertarla. Ella se incorporó de inmediato, buscando al profesor.

—Hombre, ¿por qué me despiertas si el profesor todavía no ha llegado? —preguntó Carol, bostezando y mirando a Eduart con desagrado—.

—Tienes que levantarte; el profesor está a punto de llegar. Pero no es eso lo que quería decir. Mira a ese chico, ¿no te parece familiar su cara? ¿Y su nombre? —dijo Eduart, un poco frustrado por no poder recordar.

Carol observó al chico señalado disimuladamente durante unos segundos antes de volver a mirar a Eduart.

—Es verdad, su cara me suena, pero no recuerdo de dónde... —respondió, pensativa.

En ese momento, sonó el timbre. La puerta se abrió, y entró un hombre mayor conocido como "la bella durmiente". Su clase de historia era famosa por hacer dormir a cualquiera en cuestión de minutos. Al verlo, Carol planeaba dormir hasta el receso, pero al lado del profesor entró un chico bajo, con cabello marrón claro y ojos verdes esmeralda, que miraba nerviosamente a sus compañeros.

—¡Buenos días! Soy Nilo XXX. Me gusta pintar, cantar, y es un gusto conocerlos —dijo, temblando ligeramente y sin levantar la mirada—. Bueno, chicos, hay un nuevo compañero en esta clase. Trátenlo bien. Nilo, por favor, ve a sentarte —indicó el profesor, con una sonrisa inquietante.

El chico sintió un alivio al encontrar un asiento vacío en el aula, pues había llegado tarde y no quería llamar la atención. Corrió hacia el pupitre y se sentó, pero enseguida notó que todos lo observaban con curiosidad. ¿Qué habría hecho mal? Se encogió de hombros y sacó su nuevo libro de la mochila, deseando que nadie le molestara. A su lado, Leonardo lo observó con sorpresa, pero luego se concentró en la clase.

—¡Ahhh! ¡Ya lo sé! —gritó Carol de repente, interrumpiendo al profesor de matemáticas.

—¡Alumna Carol, retírese del salón! —ordenó el maestro, furioso, mientras lanzaba la tiza al pizarrón. Carol, aún somnolienta, se levantó y salió del aula sin mirar a Eduart, que hacía gestos para que le explicara qué había pasado.

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