capitulo 6

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Nos acercamos a los protagonistas y les dimos un saludo cortés antes de sacar nuestros libros de clase. La situación era tan rutinaria que, entre murmullos y risas, se escucharon algunos comentarios despreocupados. Carol, que se había sentado junto a Nilo, se aburrió rápidamente y, casi sin darse cuenta, se quedó dormida. Mientras tanto, Nilo seguía tomando apuntes en su cuaderno con una expresión de satisfacción en su rostro. Eduart, por su parte, se dedicó a resolver varias cuestiones, dejando atrás su nerviosismo gracias a la ayuda ocasional de Leonardo con los problemas matemáticos. A nuestro alrededor, los demás murmullaban sobre un chico de pelo naranja llamado Orange, que le hablaba al chico de las pecas.

—Oye, ¿te has enterado de lo que les pasó ayer a los hermanos en el almacén? —preguntó Orange en voz baja a su amigo de las pecas, quien asintió con interés.

—Sí, me lo contó un primo. Jacob está ingresado en el hospital. El director y los profesores estaban muy preocupados, pero como son los hijos de la familia Marino, no hicieron nada al respecto —respondió el chico de las pecas, su voz baja y cautelosa.

—Mejor no nos metamos con ellos —intervino otro chico que estaba escuchando la conversación. Todos asintieron, mostrando signos de acuerdo.

En ese momento, el profesor de comunicación entró al aula, marcando el comienzo de la clase. La mañana transcurrió de manera normal, hasta que llegó la hora del recreo, momento en el que los hermanos salieron corriendo hacia la cafetería. Tenían dos objetivos claros: primero, conseguir el pan premium que solo se ofrecía ese día, y segundo, evitar a los protagonistas a toda costa.

Llegaron justo a tiempo para el último pan premium, pero decidieron dejarlo al azar y jugar piedra, papel o tijera. Carol, con una sonrisa de triunfo, fue la ganadora. Sin embargo, al acercarse al mostrador, se dio cuenta de que ya se había acabado. Los dos se conformaron con los almuerzos normales y, dado que la cafetería estaba ruidosa y abarrotada, decidieron buscar un rincón más tranquilo del patio, donde no fueran fácilmente visibles.

—Qué paz, me recuerda a los viejos tiempos —dijo Carol, mientras se recostaba en la sombra de un árbol. Ya había terminado de comer, o más bien, de devorar su comida.

—Tienes razón, esto me trae cierta nostalgia. Aunque ahora ya no tenemos problemas con la comida —respondió Eduart, sonriendo mientras se limpiaba las manos.

Los hermanos estaban disfrutando de un momento de tranquilidad, cuando de repente, oyeron unos susurros provenientes de detrás de unos arbustos cercanos.

—Vamos, tú eres el líder, acércate a ellos —dijo una voz.

—¿Yo? Pero si tú eras el que quería aprender de ellos —replicó otra voz.

—Chicos, no discutan, nos van a descubrir —intervino una tercera voz.

Carol y Eduart se asomaron, y se encontraron con tres cabezas de colores diferentes, como los colores primarios, que se escondían entre las ramas. La paciencia de Carol se agotó, y alzando la voz, gritó:

—¡Eh, vosotros, los que estáis detrás de los arbustos, salid ya!

Eduart no pudo contener la risa al ver cómo tres chicos se acercaban con la cabeza gacha, luciendo un tanto avergonzados.

—Perdonad, chicos, eh... ¿qué queréis de nosotros? —preguntó Eduart, secándose las lágrimas de la risa.

Carol, aún tumbada, escuchaba con curiosidad.

—Bueno, ya que nos preguntas, nuestro amigo el consejero está en la oficina del director. Resulta que Jacob se metió en problemas por hacer trampa en un examen, y el consejero tuvo que intervenir —explicó Carl, con una sonrisa maliciosa mientras observaba a Eduart y Carol.

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