capitulo 13

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Eduart estaba nervioso porque sabía que Carol era muy observadora y se daría cuenta de lo que sentía por Leonardo. Así que, en un intento desesperado por distraerla, le escribió otra nota: " Sí, es el villano, pero ahora es más simpático que en la novela, más... "

Le pasó la nota con un aire de misterio, pero enseguida recibió otro a cambio. La abrió con cuidado, sintiendo la mirada penetrante de Leonardo sobre él.

" Nos vemos en el recreo. "

Eduart quiso escribir otra nota, pero al ver al profesor mirándolo con sospecha, decidió dejar de hacer notas y concentrarse en la clase, aunque la sonrisa de Leonardo seguía acechándolo. Carol, por su parte, quedó dormida tras leer la nota de Eduart, dejando al chico en un dilema de sentimientos. Nilo, que se percató de la química entre Leonardo y Eduart, decidió que era mejor no intervenir.

EN EL RECREO

Los hermanos sacaron sus loncheras y se dirigieron a la azotea, creyendo que así dejarían a los protagonistas solos. Pero no contaban con que Nilo tenía otros aviones.

—Carol, me dijiste que me acompañarías a la cafetería si te prestaba los apuntes de los días que faltaste —dijo Nilo con una voz dulce como la miel.

Eduart lo miró con miedo, casi como si viera un gato en un callejón oscuro. Leonardo, siempre protector, se interpuso entre Eduart y Nilo.

—Oye, ¿qué tal las clases? —le preguntó a Nilo, intentando cambiar de tema.

Carol, confusa, no recordaba haberle dicho eso a Nilo, pero como un perrito obediente, decidió seguirlo.

—Eduart, ve tú primero, yo te sigo en un rat... —no pudo terminar porque Nilo la arrastró como si fuera una muñeca de trapo.

Eduart se quedó solo con Leonardo y no supo qué hacer. Aunque era mayor que él por varios años, no sabía cómo actuar. Quería protegerlo como a un hermano menor, pero a la vez, la idea de acercarse lo aterrorizaba. Conocía la verdadera personalidad de Leonardo y sabía que ahora solo estaba finciendo ser amable.

Justo en ese momento, un compañero llamó a Eduart, diciéndole que lo buscaban. Eduart sintió que su salvador había venido a rescatarlo, así que se despidió de Leonardo.

—¡Yo voy! —gritó mientras corría, dejando a Leonardo con una sonrisa que parecía un medio camino entre la frustración y la diversión.

Al darse cuenta de la vuelta, se encontró con Alan, el chico que siempre parecía tener un plan malvado.

—Hola, Alan. ¿Qué pasa? —preguntó Eduart, tratando de sonar despreocupado, pero su voz sonó más como un pajarito asustado.

—Ven, chico. Vamos a la azotea. ¿Traes tu almuerzo? —dijo Alan con una falsa amabilidad que podía hacer que cualquier detective se pusiera alerta.

—Sí... —respondió Eduart nervioso, como si estuviera a punto de entrar en una casa de Halloween.

—Bien, eso es aún mejor. Compartiremos cada uno su almuerzo. ¡Vamos! —insistió Alan, empujándolo hacia las escaleras como si fuera una bolsa de papas.

Mientras tanto, Leonardo observaba cómo Eduart se alejaba con Alan. El lápiz que tenía en la mano se partió en dos de la rabia, y no se dio cuenta hasta que se levantó de su asiento.

—¡Demonios! —exclamó, tirando el lápiz roto al tacho como si fuera un ladrón en plena fuga.

Michell se encontraba sentado en su pupitre, mirando el reloj con impaciencia. Sus primos habían quedado en pasar a buscarlo después de clases, pero ya habían transcurrido varios minutos y no se veían por ningún lado. Se sintió decepcionado y preocupado por su demora, hasta que, de repente, escuchó que alguien lo llamaba por su nombre.

Somos los extras en nuestra novela Bl favoritaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora