capitulo 10

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Los hermanos se quedaron mirando la pantalla de la laptop, absortos, hasta que sonó el teléfono de Eduart.

—Joven Eduart, ¿requiere de mis servicios?
—Sí, investiga todo lo que puedas sobre esta persona y cómo está relacionada con mis padres.
—De acuerdo, joven, pero no será barato.
—No importa, ya le transferí la mitad a su cuenta.
—Es un placer trabajar con usted.

Eduart colgó el teléfono y se dejó caer en el sillón, suspirando por el cansancio. Carol se puso a escribir en su cuaderno. En ese momento, Michell entró.

—Primos, hoy prepararé una comida india llamada samosa. Me quedé muy rica. Vengan a probarla.
—Está bien, ya bajamos —respondió Eduart.

Michell se fue contento al comedor, esperando que sus primos disfrutaran de su comida. Carol aprovechó que se había ido para mostrarle a Eduart una línea de tiempo que había dibujado.

—Mira, ahora nosotros estamos aquí. Se supone que el único heredero sería Michell, pero ahora estamos nosotros. En este momento no pasa mucho en la novela, solo que nuestro padre tiene problemas con su empresa, pero los supera.

Eduart miró la hoja donde Carol señalaba. Solo podía ver una línea con caras mal hechas y letras torcidas. Se acercó para intentar entender.

—Um... Carol, ¿este soy yo?
—Sí, mira, aquí estamos toda la familia.

Eduart se quedó callado al ver la sonrisa sincera de Carol. No podía decirle lo mal que había dibujado ese círculo con cuatro líneas que se suponía que era él. Ignoró el papel y habló.

—Carol, solo tenemos que ayudar a nuestro padre. Ya tengo los videos, solo hay que hablar con él.
—Está bien.

Los hermanos se sentaron a la mesa y probaron la comida de Michell. Para su sorpresa, la comida estaba deliciosa. Le llenaron de halagos innecesarios, haciendo que Michell se sonrojara y bajara la cabeza como una cordoniz. Después de la cena, fueron a la sala. Era fin de semana, así que se pusieron a jugar juegos de mesa hasta que le llegó un mensaje a Eduart.

—Ana, deja de agarrar mis cosas. Tengo que prepararme para mi examen.
—¿Para qué estudias, Sofía? Tú ya eres muy inteligente. Con eso, pasas el examen. Mejor vamos al cine.
—No quiero escuchar eso de una chica que no estudia para sus exámenes. Mira, Ana, eres una alfa. Si solo estudiaras, irías a una de las mejores universidades del país.
—Sí, sí, vamos. Deja de decir eso. Mira, te voy a acompañar, pero tú eres una beta y sigue el primer puesto de la preparatoria. Deberías postular a la universidad V.
—...
—Ana, conozco mis límites. Voy a postular en la universidad S, que es muy buena y no vas a cambiar mi decisión.
—Sí, está bien. Vamos. Mira, te equivocas en este problema.

Ana miró a Sofía feliz porque irían a la misma universidad y ella podría finalmente declararse. Pero no todo sale como uno desea.

—Ana, mira. Pasaste. ¡Qué genial!
—Sí, Sofía. Podremos estar juntas otra vez.
—No, Ana. No pasé el examen, pero sí ingresé a la universidad R, así que iré a esa universidad. Estaremos separados, pero mantendremos el contacto. ¿Está bien?
—...

Ana se quedó mirando a Sofía durante unos segundos, incapaz de creer lo que escuchaba. La apartó y se fue a su casa. Sofía quiso detener a Ana, pero al final no lo hizo.

Los padres de Ana la estaban esperando con una pequeña celebración, pero ella llegó e inmediatamente se fue a su cuarto. Su familia no la detuvo. Pudieron ver que estaba destrozada, pero no sabían por qué. Se distanciaron por varios años. Ana no tenía la confianza para hablar con Sofía, hasta que un día, Sofía llamó a Ana. Ella, emocionada, contestó.

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