Capítulo Cuatro

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Esa tarde, después de hablar con Dios y contarle lo que me agobiaba, decidí dar un paseo, dejé que mis pies me guiaran y acabé en aquel parque, que años atrás se había convertido en uno de los lugares más especiales de mi mundo. Fui hacia el banco donde acostumbraba sentarme pero ya había alguien más ahí.

Alcé la vista y juro que esa fue una de las imágenes más bonitas que había visto jamás. América leía una Biblia, estaba muy concentrada y tenía el ceño fruncido como si hubiera algo que aún no había logrado entender—Este es mi banco, aquí es donde me siento para pensar. Eres una ladrona de bancos América—la acusé y ella sonrió. Marcó la página en donde se había quedado y cerró el libro para mirarme atentamente.

—No es tu banco, no veo que diga: Propiedad de Gabriel Harrison por ninguna parate—se defiende—además, hay suficiente espacio para los dos.

Sin pensarlo dos veces me senté a su lado y despeiné su cabello, ella se quejó y me miró de forma amenazadora como solía hacerlo. Aquella relación era tan extraña, habían pasado casi 5 años desde que nos vimos por última vez, aún así se sentía como si no hubiera pasado ni siquiera un solo minuto de mi existencia sin ella. Me sentía cómodo a su lado, me sentía bien.

—¿Por qué traes esa cara tan reflexiva? ¿Sucedió algo?—al parecer ella aún me conocía.

—He peleado con mis padres y le he dicho que haría lo que me diera la gana con mi vida y no dejaría que sus opiniones influyeran en mis decisiones—confesé. América me miró con sorpresa y luego fue su turno para jugar con mi cabello—es extraño, después de tanto tiempo me atreví a darles frente y ahora no me siento bien conmigo mismo.

—Es normal, pelear con tus padres por el motivo que sea no es algo que te deba hacer sentir bien—contestó en voz baja—tu querías un poco de libertad y es algo que ellos deben entender, dales tiempo. Estoy segura de que Dios permitirá que se reconcilien cuando menos te lo esperes.

—¿Puedo pedirte algo?—prgunté y ella asintió con la cabeza—Tengamos una cita—solté de pronto tomandola por sorpresa. Ni siquiera yo se de donde saqué tanta valentía para pronunciar aquellas palabras. América me observó como su fuera un tonto, así que en su momento pensé que me rechazaría pero luego hizo algo que agitó mi corazón con un poco de alegría.

—Está bien—ella aceptó.

Encontrando mi sonrisa [Sonrisas Parte II] [Cristiana]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora