Capítulo Trece

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Hablar con Dios siempre me calma, así que esa tarde fue lo primero que hice. Le conté a mi amigo como me sentía y le pedí que me ayudara a solucionar los problemas que pudieran existir entre América y mi madre.

Me sentí muy mal cuando le grité de aquella forma a mi madre pero es que sus comentarios me hicieron pensar lo peor de ella. Mi madre siempre fue una mujer estricta que no me dejaba juntarme con los amigos que yo escogiera, cuando le presentaba a alguien era ella quien decidía si esa persona se quedaba en mi vida o no. En aquellos momentos no le daba demasiada importancia porque era solamente un niño, pero ahora puedo ver el gran perjuicio de mi madre.

Siempre tenía que estudiar y sacar sobresalientes, no podía jugar durante demasiado tiempo. Siempre tenia que ser el chico perfecto y amable. Siempre tenia que deslumbrar para que estuviera satisfecha. Ella me amaba, igual que yo a ella, pero su manera estricta de controlarme no me gustaba ni un poco. Yo necesitaba libertad y aunque le doliera necesitaba quitarle las riendas de mi vida para manejarme yo mismo.

Después de desahogarme contándole lo que me afligía, necesitaba algunos horas a solas con él, eso y leer su palabra me dieron mucha paz en aquellas circunstancias porque cuando tu corazón se siente triste no hay nada mejor que llorar en manos de Dios.

Al caer la tarde, recuerdo que llamé un par de veces a América y no me contestó, le envié como diez mensajes pero no hubo respuesta. Así que preocupado fui a su departamento.

Toqué varias veces pero al ver que no salía, saqué de mi bolsillo la copia de las llaves que ella me dio por si ocurría algo y sin dudarlo entré. Todo aquello me tomo por sorpresa, las veces que había estado en aquel lugar, siempre estaba organizado y limpio. Ahora, sin embargo, habían un par de sillas en el suelo, el cuadro favorito de América estaba a un lado. Tres vasos rotos, fotos antiguas de su familia.

Seguí avanzando y me detuve en su habitación. Ahí estaba ella, la chica que tenía mi corazón. Se encontraba dormida sobre la alfombra con una mano sobre una botella de vino y a su lado un sobrecito transparente lleno de un polvo blanco.

De inmediato me alarmé, y con un nudo en la garganta la moví para que despertara. Necesitaba una explicación y me negaba a creer que ella hubiera recaído, ella no podía volver a ese mundo.

Encontrando mi sonrisa [Sonrisas Parte II] [Cristiana]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora