Capítulo Seis

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No me gusta gurdarle rencor a las personas, pienso que es una emoción muy fea. Además Dios dijo que debemos perdonar para poder ser perdonados, así que un tanto arrepentido y con la cabeza hacia abajo toqué dos veces el timbre de la casa en donde había crecido. Mi madre fue quien abrió y cuando me vio su expresión cambió a una mucho más feliz.

—Perdón—dije antes de abrazarla. Díganme blandengue o lo que quieran, pero era mi madre, quien me crió, quien me enseñó el camino de Dios, quien me educó y protegió, no podía estar enojado con ella durante un largo tiempo. Me separé de ella y apreté mis manos esperando que comenzara a gritarme pero no sucedió.

Acarició mi mejilla y me indicó que pasara. Hizo que mi padre dejara de trabajar en el taller y se uniera a nosotros. Los dos se miraron por unos largos segundos para después mirarme a mi—Perdonanos, cariño—mi madre fue la primera en romper el silencio—Solo queríamos que tuvieras una buena vida, sin ningún inconveniente y no supimos darnos cuenta de lo mucho que te presionabamos. No sabíamos que te sentías tan agobiado y tienes razón es tu vida y debemos respetar el camino que escojas.

—Así es hijo. Lo sentimos de todo corazón. Te has convertido en un buen hombre y debemos confiar que junto a Dios tomarás las mejores decisiones—comentó mi padre palmeando mi hombro.

—Gracias, por confiar en mi. Yo también lo siento, aquellas no fueron formas de actuar. Si algo me molestaba debí haber hablado con ustedes y no salir gritando ¿Abrazo?—alcé mis brazos y ambos sonrieron acercándose a mi.

Me sentía bien, mis padres fueran como fuesen eran mis padres y yo los amaba y los amaría el resto de mi vida. No iba a estar peleado con ellos para siempre. Luego de una larga charla con te y galletas ya todo estaba mejor entre nosotros y eso me alegraba un montón, porque no hay nada mejor en el mundo que el calor de tu familia, que el calor de tu hogar.

Después de despedirme iba camino a mi departamento cuando sonó mi teléfono indicándome que alguien me estaba llamando. Y de tan solo leer su nombre en la pantalla sonríe como un tonto, era América, no dudé ni un segundo en contestar.

—Mer ¿estás bien?—pregunté alarmado al escuchar el sonido de su llanto.

—Ella ha empeorado ¿Qué puedo hacer Gabe?—dijo con voz quebrada y me dio un vuelco el corazón. Dios, no soportaba verla o sentirla triste, recuerdo cuando antes de que toda la magia sucediera entre nosotros hacía lo que fuera para sacarle una sonrisa.

—Tranquila, ya voy para allá—dije.

Por experiencia se que cuando las cosas se ponen duras necesitas un buen hombro en el que apoyarse, ella tenía a Dios, así que yo le daría muchos abrazos.

Encontrando mi sonrisa [Sonrisas Parte II] [Cristiana]✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora