Consus

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Jeffrey Dahmer dijo una vez "Lo que más me fascina de la mente humana es su capacidad para la dualidad; podemos ser amables y horribles al mismo tiempo."

Canción de Consus: Labrinth - Mount Everest 

Consus

Narrador Omnisciente

El embarazo que trajo a Consus Fairchild al mundo no era una celebración esperada. Para Caleth Fairchild, la llegada inminente de un hijo se sentía como una sentencia de muerte a sus sueños individuales. Había notado cómo una de sus esposas se reía, cómo su abdomen se expandía con cada mes que pasaba, mientras él, atrapado en sus pensamientos complejos, asimilaba que se convertía en un padre. Sin embargo, lo que lo angustió en silencio fue la sombra de la expectativa: tener una familia numerosa, como su padre, su abuelo, y como su hermano también pensaba hacerlo. Un legado de hombres fuertes y familias grandes que pesaba sobre sus hombros como una losa histórica.

Con cada patada que sentía en el vientre de su esposa, el miedo crecía dentro de él. No solo temía perder su libertad, sino también a decepcionarse a sí mismo y, lo que era peor, a su hijo. En la oscuridad de la noche, cuando todo estaba en silencio, el pensamiento más aterrador de todos lo asediaba: ¿cómo podría guiar a otro ser humano a través del caótico laberinto de la vida sin perderse a sí mismo? La culpa por no estar preparado lo llevó a buscar respuestas en los recuerdos de su infancia, recordando su propia relación con su estricto padre, que jamás mostraba debilidad.

Finalmente, el día llegó. Cuando Caleth sostuvo a Consus en sus brazos, envuelto en una pequeña tela blanca que parecía un ataúd en lugar de una cuna, las lágrimas brotaron de sus ojos. Observó aquel pequeño ser cubierto de sangre y cabello negro, llorando con una ferocidad que rompía el silencio inquieto de la sala. En ese momento, algo dentro de él se rompió y se reformó, un pequeño latido creció dentro de su pecho, uno que había estado sellado bajo el miedo.

Pero cuando Caleth besó la frente de su niño, una revelación inquietante lo recorrió: Consus era su reflejo exacto. En el brillo de esos ojos, en la forma de su mandíbula, vio su propia juventud y los sucesos que lo habían moldeado. El orgullo agridulce llenó su corazón, pero también un profundo miedo. Hacia su propia sangre, hacia lo que ese pequeño poseía: un potencial que podría ser una bendición o una maldición.

A medida que Consus creció, las señales de su excepcionalidad comenzaron a manifestarse aún más. Desde que logró mantenerse en pie, su curiosidad fue insaciable, como si una chispa escondida en su interior lo empujara a explorar cada rincón de su mundo. A los dos años, ya había desmontado y vuelto a ensamblar cada juguete en la mansión, fascinado por cómo funcionaban las cosas. Con una facilidad inquietante, aprendió a leer y a escribir antes que todos. Era evidente que pensaba de una forma inusual, como si todas las piezas de un rompecabezas crecieran en su mente a una velocidad indescriptible.

Los números, en particular, parecían susurrarle secretos que solo él podía oír. En el jardín, mientras los demás niños jugaban y reían, Consus tomaba una pizarra y comenzaba a contar, a calcular, a encontrar patrones en las hojas caídas. La escuela fue un campo de juegos para su mente, y cuando levantaba la mano antes que los demás, los maestros lo miraban con una mezcla de admiración y preocupación. Sus compañeros se quedaban atónitos, incapaces de seguirle el ritmo.

Los Secretos de La Élite® [Bloody#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora