Cuenta la leyenda

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—¿Sabes lo que cuenta la leyenda de ella? —su voz apenas era un susurro, como si temiera que el mismo aire pudiera oírlo.

—No, no sé de qué me hablas —respondió con una mezcla de confusión y escepticismo.

—¿Cómo no vas a saber? Todos hablan de ellos, de lo que pasó. De lo que hicieron.

—¿En serio crees que un ser humano es capaz de hacer algo tan atroz y tener tanta maldad encima? —rodó los ojos, escéptica—. Es evidente que les han estado mintiendo a todos, solamente nos quieren infundir miedo para mantenernos controlados. Después de todo, eso es lo que hace la gente de la élite cuando las mentiras se les vienen abajo...

—El hombre capaz de hacer daño y causar el mal, en eso no hay ninguna mentira ni ningún intento de manipulación.

—¿Pero cómo alguien es capaz de causar tanto daño como dicen que hicieron ellos? Es absurdo.

Una sombra pareció cruzar el rostro de ella. Sus ojos se volvieron sombríos y, en un tono casi reverente, continuó:

—Ella es la única que puede superarlos. Ella es la única que puede ser peor de lo que son ellos.

—¿Quién? ¿Cómo alguien podría disfrutar lastimar a otros?

—La leyenda puede responderte eso.

—¿De qué leyenda me hablas?

La leyenda de ella, la leyenda de la chica de ojos azules que vive con ellos. —Tomó un viejo libro de su mochila, desgastado por el tiempo, con una portada de cuero que parecía susurrar secretos antiguos. Lo abrió y se lo acercó—. Lee con tus propios ojos para que veas que no te estoy mintiendo, y para que por fin entiendas que sí existen los monstruos de carne y hueso, y que esos monstruos superan miles de veces a los que nos pintan en la ficción. Por eso, debemos temer a los vivos, no a los muertos.

El aire a su alrededor se volvió denso, como si alternara entre el calor y el frío. La oscuridad que venía de fuera se filtraba en la habitación.

Cuenta la leyenda que cuando la tierra estaba en la oscuridad, era siempre de noche. Los más poderosos, que vivían en el cielo, se reunieron para crear el Sol y así nació la luz. Se creó el Bien, se creó el Mal, y todo era perfecto y estaba en armonía. La Diosa, la creadora, era quien gobernaba el mundo; era delicada, elegante, de piel muy pálida, con cabello exuberante, largo y negro como la noche. Sus ojos azules reflejaban el cielo y su tez pálida las nubes.

Hasta que una noche, su hijo, cegado por la ambición, la traicionó y la desterró de su propio reino —susurró en voz alta, dejando que las palabras fluyeran como un río oscuro—. La Diosa no podía creer lo que le había ocurrido y, consumida por la traición, se llenó de rabia. Toda la pureza que había en ella se esfumó y de la oscuridad, comenzó a crear un paraíso perdido.

A medida que leía, la atmósfera se tornó más pesada, como si la misma leyenda estuviera tomando vida a su alrededor.

—Muchos dicen que es el diablo, otros la llaman Satanás y prefieren creer las mentiras que propaga su propio hijo. La soberbia de los hombres no les permite aceptar que una mujer haya sido quien los creó. Con cada acto de destrucción, ella dejó salir sus demonios.

La voz de ella se tornó sombría.

—Ella tuvo una pequeña hija y le hizo la promesa de que reencarnaría en ella. Las llaman la Santa Muerte y el Anticristo, porque son las hijas del diablo, de la Diosa desterrada, hijas que han heredado el gen de la destrucción.

Y a medida que las palabras continuaban fluyendo, un escalofrío recorrió la espalda de su oyente.

Les dicen las mensajeras de la muerte, son un grito de destrucción. Son la calamidad y el terror encapsulados en un cuerpo humano. Y cada vida que toman es una ofrenda a la diosa.

La chica cerró el libro desgastado y soltó:

—A veces, me pregunto... —la mañana se tornó más oscura, como si la noche se deslizara entre las sombras—. ¿Qué pasaría si ella ya estuviera despierta?

La otra chica dejó de respirar por un momento, y sintió que el aire se volvía pesado, impenetrable.

—Porque la muerte no es un espectro, la muerte son mujeres de ojos azules, piel pálida y perfecta como la porcelana, con cabello negro y un aura angelical. La muerte es ella.

La habitación parecía temblar, una risa lejana y macabra resonaba en su mente.

—Estoy segura de que nadie nunca estará listo para lidiar con lo que eso significa, con la destrucción que trae ella siempre detrás de mí.

—¿De dónde sacaste eso? Es terrorífico y turbio todo ese asunto de la leyenda... —pronunció la frase con un hilo de voz, sintiendo un escalofrío que le erizaba la piel.

—Todos en el pueblo lo saben—la mirada de ella se tornó intensa—. Todos saben lo que ella es, lo que tarde o temprano terminará causando. Pero tú, tú no quieres abrir los ojos. No quieres ver que frente a nosotros hay algo que ningún mortal podrá detener... a menos que un monstruo de su misma sangre intente hacerlo.

Las sombras parecían danzar a su alrededor, y entendió, tal vez demasiado tarde, que en esta historia, la línea entre el mito y la realidad era más delgada de lo que nunca se había imaginado.

Los Secretos de La Élite® [Bloody#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora