Capítulo seis: Máscaras Caídas

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Máscaras Caídas

Los monstruos llevan trajes de hombre y sonríen como ángeles, pero sus corazones son tan oscuros como sus intenciones

Ángel Fairchild, personaje escrito por Gabriela Melo.

LUCY

Abro los ojos sintiendo escalofríos cuando la claridad de la habitación golpea mis ojos como una bofetada. El olor a desinfectante y cloro es intenso, casi abrumador, y me provoca arcadas. Lo primero que hago es mirar mi brazo; la vía intravenosa se clava en mi piel, inyectando un líquido que no puedo identificar. Una sensación de calma me envuelve, aunque debería estar aterrorizada, en colapso. Mis labios están resecos y mi estómago ruge, exigiendo alimento.

Las imágenes de la noche anterior pasan como una película en cámara rápida frente a mis ojos: sombras danzando, gritos lejanos, el eco de un corazón latiendo desbocado. Escucho el sonido del grifo en el baño, un goteo rítmico que rasga el silencio provocando que mi corazón lata desbocado dentro de mi pecho.

—¿Hay alguien ahí? —mi voz suena desconectada, como si no fuera mía. No obtengo respuesta, y una alerta fría me recorre la espalda.

Intento moverme, pero mi cabeza pesa como una piedra. Tomo la aguja y la aprieto con fuerza en mi mano. Me siento en la camilla y el frío de las baldosas me despierta aún más, un contraste desagradable. Arranco la vía de mi brazo, sintiendo el ardor del plástico rasgando mi piel, y me pongo de pie, mis puños apretándose involuntariamente.

Mis pasos son lentos y pesados, cada uno un recordatorio de mi vulnerabilidad. Cuando llego a la puerta y la abro de golpe, el crujido de las bisagras resonando en la habitación silenciosa me sorprende. La vista que se despliega ante mí bloquea mi mente por un momento.

La imagen grabada en mi memoria no es la de mi madre, sino la de Crono, retorciéndose en el suelo del baño. Su rostro, pálido como el papel, gotea sudor y saliva, y sus ojos, dos pozos oscuros de desesperación, me suplican sin poder articular una palabra. Trato de acercarme, pero mi cuerpo se siente ajeno, como si estuviera atrapada en un sueño en el que estoy especificando paso a paso, mientras la realidad se despliega ante mí como una película en cámara lenta.

—Lucy...— susurra Crono con voz quebrada, es apenas entendible lo que dice o no sé si es producto de mi imaginación, pero sus palabras son solo un eco en mi mente. La angustia se clava en mi pecho, y mis manos tiemblan al tomar su mano, como si esta conexión pudiera aliviar su sufrimiento. Su piel, fría como el mármol y más muerta que cualquier recuerdo, me transporta a un rincón sin luz de mi pasado.

De repente, el aire enrarecido se torna más denso, y sombras parecidas a serpientes empiezan a deslizarse por las paredes, acosando cada rincón del baño.

—No puedo quedarme aquí... tengo que salir—, murmuro para mí misma, pero mis pies no responden. El aire se espesa, cargado de un silencio casi mortal que parece presionar contra mi pecho. Las palabras asoman a la superficie, pero no, no puedo dejarlo allí; me necesita. Está tan frío que parece que estuviera muerto.

Un escalofrío helado me recorre la espalda, el eco del bosque me envuelve, recordándome aquel instante en que abracé el cuerpo inerte de mi madre. La desesperación y el dolor de sentir que su alma había abandonado su cuerpo se entrelazan con un terror palpable, un miedo atávico de estar tan sola en ese lugar oscuro, donde cada sombra parecía cobrar vida, donde cada susurro del viento parecía llevar un mensaje de advertencia, un presagio de lo que vendría.

Los Secretos de La Élite® [Bloody#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora