Capítulo cuatro: Problemas y delirios de locura

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Problemas y delirios de locura

Todas las verdades son fáciles de entender una vez han sido descubiertas, la clave es descubrirlas.

Galileo

LUCY

Me sentí atrapada, como si hubiera caído en una pesadilla aterradora de la que no podía despertar. Corría y corría, sintiendo que la oscuridad me acechaba, un vacío helado que amenazaba con devorarme. La presión en mi pecho aumentaba, como si un peso invisible me aplastara, y mis pulmones se sentían cada vez más vacíos. La piel se me pegaba a los huesos, la garganta me ardía y mis piernas parecían moverse con una agonía desesperante.

La confusión reinaba en mi mente hasta que dejé de luchar contra la oscuridad y abrí los ojos. La luz blanca, deslumbrante, me obligó a parpadear y me aturdió, hirviendo mi mente aún adormecida. ¿Dónde estaba? ¿Estaba en el hospital? ¿Habría muerto y al fin estaría con mamá? Las preguntas invadían mi cabeza, pero no llegaban a abrazar una respuesta satisfactoria. Me sentía como un fantasma perdido entre las sombras.

La habitación era un espectáculo de luces y aromas. El olor a cloro y alcohol atacó mis sentidos, haciendo que arrugara la nariz. Intenté moverme, pero el frío se adhirió a mi piel como un manto helado, haciéndome arquear la espalda involuntariamente. Entonces, en un instante angustioso, sentí una mano fría acariciando mi frente.

El terror me invadió, todos mis músculos se tensaron y lo único que fui capaz de hacer fue pestañear, un gesto pequeño que se convirtió en un acto de valentía. Cuando mi visión borrosa se fue aclarando, la reconocí.

Estaba allí, justo a centímetros de mí. Su cabello negro caía como una cascada por sus hombros y su espalda, brillando a la luz intensa del foco sobre nuestras cabezas. Los ojos azules resplandecían, desafiando la fría realidad del lugar. Su piel, tan pálida y tersa, evocaba recuerdos de un pasado que a veces me resultaba reconfortante, otras aterrador. La admiración que sentía por su belleza era innegable, aunque en el fondo, sabía que esa belleza escondía secretos oscuros.

—Lucy...— susurró, y su voz penetró en mí como un cuchillo.

Su mano acarició delicadamente mi cabello, estirando y palmando las hebras que le copié de manera idéntica. La sonrisa en su rostro se hizo más amplia, pero había un brillo extraño en su mirada que hizo que el nudo en mi estómago se apretara.

—No entiendo... ¿por qué estoy aquí? — logré articular, con un miedo creciente. Las preguntas se arremolinaban en mi cabeza. Ella siempre había sido mi luz, mi refugio, pero ahora su presencia era como un imán que atraía a la oscuridad.

—Necesitabas volver, cariño. Todo lo que hemos creado, todos esos sueños que hemos compartido, están en peligro. Y eres tú quien debe hacer frente a eso, — su voz, suave como la seda, llevaba consigo un matiz de amenaza que me heló la sangre. —Siempre estuve aquí para guiarte, Lucy.

Mis pensamientos eran un caos, y la serpiente en mi mente empezaba a susurrar, instándome a recordar. — ¿Qué... qué quieres de mí? — pregunté, sintiendo que el frío aumentaba a cada instante. Las sombras en la habitación parecían retorcerse, reflejando una verdad oscura que apenas comenzaba a vislumbrar.

Los Secretos de La Élite® [Bloody#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora