Capítulo uno: Catarsis

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Catarsis

Yo soy la proyección de la mentira en que vives, júzgame y senténciame, pero siempre estaré viviendo en ti. 

Charles Manson 

LUCY

El sonido de la ambulancia y las sirenas de la policía se mezclan en un caos ensordecedor. Los adolescentes del pueblo, destrozados por el horror, gritan aterrados, conscientes de que el monstruo que siempre ha estado acechándolos finalmente ha decidido mostrarse. Se tambalean, incapaces de creer lo que acaba de suceder, mirando su peor pesadilla pasar frente a sus ojos, cubierta de un traje de látex negro y sangre. Este es el crudo resultado de lo que el ser humano es capaz de hacer, especialmente cuando se trata de la Santa Muerte.

Ese es el resultado de todo lo que ocasioné.

El agente frente a mí se inclina, su ceja arqueada provoca que me sienta mareada, aunque estoy sentada con las piernas cruzadas bajo un pequeño foco que ilumina con brutalidad. Mis manos, empapadas de sangre, tiemblo ligeramente, pero me esfuerzo por contenerme. En lugar de escuchar la voz del agente, es la voz también desconocida que me causa escalofríos la que resuena en mis oídos:

—Tu mami tenía razón al decir que eras un monstruo, porque ni siquiera entrando a tu cerebro podemos descubrir qué es lo que te hace así. Pero eso no es problema para mí, mi reina, porque eso aumenta mis ganas de entenderlo. De entenderte a ti y a todo tu linaje de porquería.

El escalofrío recorre mi columna vertebral mientras ladeo la cabeza, fijos mis ojos en el agente. Intento concentrarme, mantener la mente en blanco, en el ahora: Estoy en la policía, no sé cómo llegué aquí, pero no se trata del patético y mentiroso Marco Cox. Ahora es un agente del FBI que examina cada centímetro de mi rostro cubierta de sangre, con las manos esposadas sobre la mesa. Sus labios se mueven, pero sus palabras son solo ruido de fondo.

Cerca de mí, un hombre de mirada de acero y mandíbula tensa está a mi lado, irradiando rabia. El león se enfurece cuando intentan hacerle daño a uno de los miembros de su manada, y el agente no tiene idea de la tempestad en la que se ha metido.

—¿Podrías repetirme lo que sucedió? —pregunta por quinta vez, su voz cautelosa y tranquila apenas resuena. Una vez más, no ofrezco respuesta. Su imperturbabilidad me sorprende, igual que la presencia del hombre a mi lado que coloca su mano sobre la mesa. La luz brilla en su Rolex de oro mientras decoraciones en su pecho relucen, ignorando completamente a mi acompañante como un mero fantasma.

Ambos hombres esperan. Yo no moveré un músculo, ni bajaré la barbilla, ni mostraré temor. Simplemente sonrío lentamente bajo la fría mirada del agente, sintiendo al impotente hombre a mi lado resonar en la habitación.

—Ya le dije que ella no va a responder ninguna de sus preguntas —responde Caleth Fairchild, su voz cortante como un cuchillo. El agente menea la cabeza, su burla tomando forma, una sorpresa que no pensé ver.

—Eso significa, entonces, que su falta de cooperación será un gran impedimento para que se cumpla la ley —se burla el agente, su voz resonando fuerte como un trueno, como si cada sílaba fuera un golpe.

Caleth apenas titubea, continuando con su aire desinteresado.

—Eso sonó como una amenaza, agente —replica, su calma desbordante, aunque siento la tensión en el aire.

El agente sonríe y su mirada pasa de mí a Caleth.

—En absoluto, solo quería recordarle algo que tal vez usted olvidó. — coloca sus manos sobre la mesa inclinándose hacia adelante, como un cazador que rodea a su presa —. Esto ya no se trata sólo de su pueblo privilegiado; ahora todas las personas en el mundo saben lo que pasó y quieren respuestas al igual que yo.

Los Secretos de La Élite® [Bloody#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora