Los Secretos de La Élite® [Bloody#2]

Crono

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Alguien una vez dijo: "La muerte puede ser poética, pero para el que asesina, se convierte en una maldición perpetua, donde cada susurro de su última exhalación se convierte en un grito de su propia locura."

Canción de Crono: Starset - Monster 

Crono

Narrador Omnisciente

Crono Fairchild siempre pensó que moriría joven, y el pensamiento no lo asustaba. A sus diecisiete años, casi dieciocho, no tenía intención de servir como un espectro trágico que buscara la atención de los demás; era un Fairchild, después de todo, y la atención siempre había estado a su alrededor, como un halo indeseado del que no podía desprenderse. Al entrar en una habitación, él sabía que los ojos se volvían hacia él, que su sola existencia dejaba una huella imborrable, pero no le preocupaba; había cosas más profundas y oscuras en su alma que amordazar.

Desde niño, se sintió como un extraño en su propia familia. En su hogar, donde la grandeza de su apellido era un dominio absoluto, las reglas nunca le parecieron del todo ciertas. Mientras sus hermanos se ajustaban a los moldes que su padre había establecido: Consus, el observador e inteligente; Cristian, el violento; Caelus, el estratega; Caebrán; el manipulador. Crono se sentía atrapado en una construcción que no le pertenecía. Todo era una fachada; eran sombras en un mundo que parecía brillar con un fulgor artificial.

Las memorias de su infancia eran borrosas, un vago eco de un niño delgado y pálido, con sus ojos verdes brillando como dos faros entre la niebla. Pero más que un simple niño, en el fondo había algo más inquietante, y Crono lo sabía. Allí, enterrado entre sus pensamientos, había secretos oscuros que su propia familia había cultivado y mantenido en un silencio agónico. Ellos tenían una reputación que defender, y él, como una tormenta silenciosa, había comenzado a despertar.

Con el paso del tiempo, su curiosidad lo llevó hacia un abismo de autodescubrimiento que sus padres nunca habían previsto. Su risa, una mezcla extraña de alegría y nihilismo, se tornó reconocible en el eco de sus pensamientos sombríos. Crono Fairchild tenía una naturaleza sádica que lo diferenciaba de sus hermanos, una oscuridad que fermentaba en su interior como un veneno lento y placentero. Cada vez que experimentaba el dolor ajeno, una extraña satisfacción se apoderaba de él, una manera retorcida de afirmar su propia existencia en el mundo que lo rodeaba.

Cuando tenía doce años, sus demonios personales finalmente emergieron de las sombras. Allí, en la tumultuosa tormenta de su adolescencia, Crono se deslizó hacia un abismo del que parecía no haber regreso. Las drogas se volvieron su refugio, un escape que lo llevó a lugares de su mente donde no había reglas, donde cada deseo oscuro podía tomar forma. Fue entonces que descubrió que él no era sólo un Fairchild; era el psicópata de la familia, el que disfrutaba de la desdicha ajena como si fuera un arte.

Al establecer esta nueva realidad, encontró un placer inquietante en la sangre. Con cada golpe, cada grito sofocado, sentía que se llenaba. Descubrió la belleza en la brutalidad, una danza que resonaba con el eco de su propia locura. Caleth, su padre, se dio cuenta en algún momento de que había creado un monstruo diferente. Temía por su hijo, pero el deseo de control lo llevó a la inacción; observó impotente mientras el caos gobernaba el alma de su primogénito.