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• L U C A S •

Las cosas se ponían tensas justo cuando el destino parecía correr a mi favor.

Tres encapuchadas misteriosas estaban en la ciudad buscando a Ivy. Lo más perturbador de todo era que Ivy estaba escapando de la ira de los Dioses, lo que significaba que estas hembras buscándola era señal de que quien sea que tuviera una deuda pendiente con ella, estaba tratando de dar con su paradero.

—Este plan está empezando a desesperarme —se quejó Aren desde su posición.

Los dos, tan pronto salimos de la oficina de registros, llegamos a la conclusión de que no debíamos perder de vista a las tres figuras misteriosas. Por lo que no se nos ocurrió ocultarnos dentro de unos barriles agujereados que encontramos por el mercado y así mantener un ojo sobre ellas sin ser descubiertos.

—Ya vienen, prepárate.

Las tres hembras encapuchadas salieron de la oficina, y sin mediar palabra alguna caminaron en dirección a los puertos. Era como si las tres supieran lo que iban hacer y no hacía falta ponerse de acuerdo.

—Vamos —indicó Aren.

El tritón levantó su barril sujetando la parte inferior. Con pisadas calculadas y sin llamar mucho la atención, siguió a las sospechosas.

Parecía un barril con patas.

Si no fuera por la seriedad de la situación, me hubiera reído bastante. Pero no había tiempo para eso, así que no tenía otra opción que cargar mi barril tambíen y seguirle el paso.

Tal vez fue una mala idea seguirlas estando nosotros dos solos, considerando que era muy tarde en la noche y ellas se acercaban cada vez más a una zona abandonada de los puertos, pero la adrenalina del momento no nos dejó otra alternativa que actuar sin pensar.

Bordeando la costa y con la brisa marina como único testigo, las hembras entraron en un barco viejo y oxidado. A juzgar por el estado de la nave, parecía no haberse movido en muchísimo tiempo. Se me ocurrió que ellas no podían ser las propietarias de la embarcación.

—Debemos entrar —susurró mi compañero—. Sea lo que sea que tramen, deben estarlo discutiendo allí dentro.

—No creo que sea buena idea —repuse.

Pero las palabras fueron en vano, ya que el rubio sin prestarme atención se deshizo de su barril y se acercó de puntillas a la entrada del barco oxidado.

—¡Aren no!

Mi corazón empezaba a acelerarse. Esto era una mala idea, un mal presentimiento me embargó.

—¿Estás perdido, brujito?

Sintiendo el corazón en la boca, me voltee con lentitud.

A mi espalda estaba una de ellas.

¿Cómo llego a mi lado tan rápido si acababa de perderse en el barco frente a mis ojos?

Ella había retirado su capucha y mostraba un cabello del mismo color amarillento y pálido que poseía la arena, cortado a los lados y un poco largo de la parte superior, lo suficiente para caer de un lado de su cara. Sus ojos eran como la miel, decorados con cosméticos brillantes en los pómulos y párpados. Su piel era de un tono muy claro de marrón y sus labios carnosos, estaban arqueados en una sonrisa peligrosa que me hizo tragar en seco.

En una mano sostenía un garrote de hierro.

—Yo-yo

—Seré rápida, no te preocupes—. Me guiñó el ojo antes de darme un golpe en la parte trasera del cráneo que hizo que el mundo se apagara.

Ylia II | Demonios y Brujas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora