30

100 18 10
                                    

• A I D E N •

Cuando volví a mi habitación y encendí las velas del interior, descubrí que Ivy ya estaba durmiendo bajo mis mantas. Llevaba puesto un camisón de algodón que cubría sus brazos de las frescas corrientes de aire que se colaban por las ventanas. Su cabello suelto la rodeaba, luciendo tan brillante y sedoso que provocaba acariciarlo. Ella descansaba sobre una de sus mejillas, con sus manos bajo la almohada y las cejas ligeramente fruncidas, sus labios se abrían entre cada respiración y no pude evitar sentirme como el más afortunado.

Robarle la serenidad de ese momento con malas noticias sería un error, un crimen que no me atrevía a cometer aunque fuera lo correcto. Ya ella había pasado por tantas cosas que decirle lo que estaba ocurriendo sería como prender en fuego este oasis que habíamos creado.

Milo, quien hasta ese momento había estado en mis brazos, se emocionó cuando la vió allí tendida y sin importarle demasiado el hecho de que ella estuviera durmiendo, dio unos saltitos hasta llegar a su lado.

—Shh Milo vuelve, deja a mamá descansar —susurré desesperado.

Como era de esperar, el pequeño no me hizo caso. Estaba empezando a sospechar que eso de ser cabeza dura lo aprendió de su madre, eso explicaría muchas cosas.

Milo se acercó a ella y dio unas lamidas a su mejilla provocando que ella arrugara la nariz y despertase. Cuando ella abrió los ojos y se encontró con Milo, en su cara nació una hermosa sonrisa y su primera reacción fue tomarlo y apretarlo contra su pecho, como si de un juguete afelpado se tratase. Luego reparó en mí, y podría jurar que su sonrisa creció aún más.

—Lo siento, no quería despertarte —me disculpé secando mi cabello con una toalla.

—No te preocupes, estaba esperando por ti pero... parece que me dormí sin querer.

Esta sería una linda noche, no podía esperar para lanzarme a su lado, abrazarla hasta perderme entre sueños, sentir su corazón contra el mío y disfrutar el aroma de su cabello a primeras horas del amanecer.

—Estás... algo mojado. —Ella observó mi pecho al descubierto y mis pantalones cortos goteando. 

Tal vez fueron las luces de las velas, pero creo que se ruborizó un poco.

Y entonces aquí estaba un problema que no había previsto: debía quitarme la ropa mojada, con Ivy presente. Esto sería bastante raro.

—Si quieres puedo salir al pasillo y esperar hasta que termines.

—No, no, no. —Me apresure—. Apagaré las luces y no tendrás que salir. Será solo un segundo.

Ella se sentó en la cama y abrazó sus piernas, Milo se sentó a su lado por igual. Se lo pensó por unos segundos y aunque hasta yo estaba convencido de que era mala idea, asintió.

Apague las llamas de las velas con un chasquido de mis dedos y empecé lo que había prometido. Tan solo debía quitarme el pantalón y la ropa interior, cambiarlos por prendas secas y tal vez también ponerme una camisa, la mirada de Ivy en mi pecho pálido ya fue suficiente intimidad entre nosotros por lo que queda de año.

Tan pronto logré deshacerme de mis prendas mojadas, la idea de estar desnudo y encerrado con ella en la misma habitación me abrumó, tanto así que la simple tarea de colocar los botones de mi camisa se convirtió en una tarea tediosa.

Ya estaba vestido y listo para descansar cuando alguien abrió la puerta, interrumpiendo la oscuridad con la luz del pasillo.

—Den ¿estás despierto? —llamó Esdras del otro lado—. Quería disculparme por meternos en la orgía, no tenía idea de lo que estaba haciendo, lo juro.

Ylia II | Demonios y Brujas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora