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• I V Y •


Carolay no sólo tenía la piel de un monstruo, también estaba corroída por dentro y ya no se podía hacer nada por ella. Había sido convertida en un ser de odio, encadenada a un cuerpo que no era suyo, privada de todo aquello que conocía y amó, no pude evitar sentirme identificada.

Cuando el capitán enterró la espada en su corazón y su cuerpo aterrizó en las aguas, vinieron los gritos.la roca tembló, se agitaron las olas y perdí el cuerpo del viejo de vista.

Carolay estaba fuera de sí, parecía ser que el último gramo de sentido común que poseía se había ahogado junto al cuerpo de Bjorn, ahora se comportaba como un verdadero animal hambriento y para mi pesar, yo era su presa.

Los tritones tomaron la decisión más prudente cuando todo empezó a marchar mal, saltaron de las rocas y aterrizaron en cubierta donde podían estar a salvo. Pero con los monolitos que estaban a mi lado destrozados, yo no tenía forma de volver al barco.

Mi garganta me apretaba, el cuerpo lo sentía débil y mis músculos adoloridos. Otra vez me enfrentaba a ese sentimiento de estar encerrada esperando lo peor por pasar. Si tan sólo hubiese sabido, no me hubiera arriesgado a ponerme en esta posición.

Carolay iba a destrozarme, pero mi tía se negaba aceptarlo así que la mantuvo detenida en su lugar. Quise gritarle que no tenía sentido, que ella debía voltear a otro lado tal como los tritones habían hecho pero no pude, no me atreví. Los dioses saben que intenté llamar mis alas, pero ellas nunca vinieron.

Mis amigos iban a ver cómo moría y nadie podía ayudarme. Los fluidos salían por mi nariz, mis ojos, por todas partes. No podía detenerlo. ¿Acaso sería este el último recuerdo que tendrían de mí? o peor aún ¿Me recordarán siquiera? Era cuestión de tiempo para que el barco se alejara, ya mi tía no podría sostenerla más y entonces vendría lo peor. Entre mi desesperación, me hice un ovillo en mi manta y dediqué una oración a los dioses que me cuidaban, para que mi muerte fuese rápida e indolora.

Pero Carolay nunca se me acercó, tan sólo pude escuchar el agua batirse.

Entonces desenterré mi cabeza de la manta, y caí en cuenta de que estaba pasando algo que jamás había visto en mi vida. El mar se arremolinaba a los lados, partiéndose en dos grandes masas que se alejaban la una de la otra cada vez más, dejando a Carolay en el medio, indefensa contoneaba su cuerpo sobre la seca arena blanca.

Parpadee varias veces. No podía creer lo que ocurría así que miré a todas partes con la boca abierta en busca de una respuesta. El mar se estaba secando, el barco estaba encallado en la arena y yo desde donde estaba ya no corría peligro.

Una risa extraña que parecía más bien un jadeo penoso surgió en mi garganta, mientras veía al mar desaparecer, dejando a la vista tan solo un infinito banco de arena blanca, neblina y los trozos de roca. Iba a vencer la muerte, un cosquilleo apareció en mi estómago con ese pensamiento.

Vi el cuerpo de Coralay a metros de distancia bajo de mi, y aunque parecía que ya estaba a salvo, no pude ocultar el escalofrío que recorrió toda mi espina. Su cuerpo esmeralda era más largo de lo que esperaba, tanto así que hubiera podido rodear el barco y estrujarlo hasta romperlo sin dificultad alguna. Sus escamas verdosas relucían cuando ella se contoneaba sobre sí, como un gusano sobre el lodo.

Después, afiladas lanzas de hielo aparecieron sobre ella y la clavaron. Eran golpes sordos carentes de remordimiento alguno cuando atravesaron y rajaron su cuerpo. Su grito de agonía fue horroroso, tuve que tapar mis oídos porque era demasiado. Las lanzas siguieron apareciendo y clavando. Una y otra vez.

Ylia II | Demonios y Brujas ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora