2009. Silencio

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2009. Silencio

Louis sabía lo que estaba sintiendo. Louis sabía cuál era la sensación que no le dejaba dormir por la mañana y que le impedía concentrarse cuando estudiaba. Era el tan esperado, el tan anunciado, el tan mentado amor. Estaba seguro. Louis estaba seguro.

Louis sentía que había vivido los últimos meses con esa palabra en la punta de la lengua y le había venido a la mente el día anterior. El día anterior, en el campo, con el brazo de Harry rozar el suyo, mirando el cielo y buscándole formas a las nubes. Cuando Harry arrancó una margarita y se la dio.

—Tú siempre me estás dando flores. Quiero devolverte el favor.

Louis se sintió catártico. Sintió que todas las piezas de su puzzle se unían. Sintió que a su corazón le crecían alas y echaba a volar. Lo supo. Entonces lo supo.

No sabía cómo sentirse. No sabía cómo gestionar la felicidad que Harry le proporcionaba y la tristeza al saber que nunca correspondería sus sentimientos. Porque nunca lo haría. Louis no estaba dispuesto a confesarse y perderlo para siempre, prefería tenerlo a su lado y contemplarle embelesado, y por la noche soñar con sus besos y palabras bonitas.

Contemplar su sonrisa, y sus hoyuelos, y los únicos ojos verdes que había visto en su vida, y sus rizos chocar contra el pecho de Louis cuando le abrazaba y oír la risa que había nacido por él. Por sus palabras. Por sus chistes.

Louis estaba enamorado. Tenía doce años y estaba enamorado. Iba a guardar ese secreto para siempre. Para siempre, para siempre.

atávico ; lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora