2020. En sus brazos

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2020. En sus brazos

El pecho de Harry se había convertido en su refugio. Incluso en esos momentos, confuso y dolido, el pecho de Harry le llamaba para calmarle.

La respiración de Harry. Su suave piel sobre la suya.

El mareo. ¿El mareo?

—Un momento —murmuró Louis.

—¿Estás bien? —Siempre tan preocupado, su Harry.

—No me encuentro bien de la tripa.

Louis fue al baño. Se arrodilló ante la taza del váter. El desayuno no tardó en salir por su garganta.

—Cielo, ¿estás bien?

Harry llegó para limpiarle la boca con una toalla y acariciarle el pelo. Louis asintió.

—Me habrá sentado algo mal —dijo.

—No hemos tomado nada raro.

Louis se encogió de hombros.

—Deberías ir al médico.

Sonrió. Le acarició la cara con suavidad.

—Harry, no pasa nada. De verdad. Todo el mundo se pone mal de la tripa alguna vez. Estoy bien.

🌼

Eran las mañanas. El sol recién desperezado le hacía vomitar. Louis se lo ocultó a Harry, porque estaba seguro que no pasaba nada. Louis se despertaba pronto, iba a vomitar al baño, se lavaba los dientes hasta el punto en que sus encías sangraban y le preparaba un café a Harry.

Él se levantaba. Le sorprendía que madrugase tanto. Le preguntaba por las pesadillas.

—Siguen ahí. Me he acostumbrado, ya lo sabes. —Se encogía de hombros.

Harry le besaba. Le cogía de la mano y le contaba un episodio de la primera temporada de la vida de Louis, que había olvidado por completo. Como su primer beso bajo margaritas. O la reacción de la madre de Harry al saber que el estaban juntos. Louis fruncía los labios pero no decía nada, porque quería saber, aunque doliese.

Un día Harry le contó sobre ese anillo de plástico. Harry después se fue a trabajar tras darle un beso. Y Louis decidió quedar con sus amigas en un bar cercano a donde Sylvia trabajaba para almorzar.

—Apesta —dijo Louis nada más entrar —. Lo oléis, ¿no?

Sus amigas se miraron.

—¿Qué apesta? ¿Alguna de nosotras? —se burló Emily.

—No. —Louis negó mientras se sentaba —. Es como... ¿carne? No sé, pero no me gusta nada.

En aquel momento llegó el camarero con los platos. Louis tuvo que reprimir una arcada.

—Louis, ¿estás bien? Te hemos pedido el bocadillo de jamón —dijo Jane.

Louis negó con la cabeza.

—Huele fatal. ¿No lo oléis?

—Huele ligeramente... —comenzó Emily —. A bocadillo de jamón. Siempre te ha gustado.

Louis se tapó la boca con una servilleta y alejó el plato de él.

—Tengo ganas de vomitar —anunció él, y corrió al baño.

Cuando volvió, no había bocadillo de jamón, pero seguía notando un olor horrible en sus fosas nasales. El trío literato le miraba en babia.

—¿Qué?

—Louis. —Jane susurraba. Se acercó a él en la mesa —. ¿Tomas supresores?

Louis frunció el ceño.

—Normalmente.

—¿Normalmente? —repitió Emily.

—El último celo se me adelantó un mes.

Las chicas se miraron entre ellas. Louis se estaba poniendo nervioso.

—¿Queréis decirme qué pasa?

—Deberías hacerte la prueba de embarazo —contestó Sylvia de sopetón.

Louis se apoyó en la mesa. Le empezó a doler mucho la cabeza. Oía a su corazón bombear la sangre.

atávico ; lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora