2020. Destino

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2020. Destino

Louis estaba hecho un ovillo en el suelo de su cuarto. Había cerrado la puerta. Harry no iba a entrar. Estaba llamando a Franz. Acababa de hablar con su madre. Louis estaba llorando.

—¿Diga?

—Franz.

Franz le había mantenido cuerdo. Era su psicólogo. Franz le había arrancado su obsesión por recuperar la memoria y le había alentado a construir una nueva vida, a dejar el pasado atrás y conquistar el presente. Pero ahora todo se estaba derrumbando. Le habló de la foto que encontró en el armario. Le habló de Harry.

—Mamá solo me ha dicho que no me lo dijo para protegerme —sollozó —. Porque lo pasé muy mal cuando se fue. ¿Qué me hizo, Franz? ¿Por qué lo pasé tan mal? ¿Por qué tengo esta imperiosa necesidad de recordar el dolor de la ausencia de la persona a la que amo, cuando ni siquiera recuerdo si la amé de verdad o si la amé de la misma forma en que la amo ahora?

Silencio al otro lado de la línea. Louis escuchó la acompasada respiración de Franz.

—Louis, escúchame atentamente, ¿eh? ¿Recuerdas nuestros ejercicios de respiración?

—Sí.

—Cierra los ojos. Intenta recuperar el control de tus pulmones. Yo estoy aquí. No cuelgo.

Louis respiró. Llenó despacio los pulmones de aire y dejó que saliera por la nariz igual de despacio. Repitió el proceso varias veces.

—¿Mejor? —La voz de Franz era un bálsamo.

—Sí. Gracias.

—Estás viviendo un momento de gran estrés. Has descubierto un hecho que te ha sorprendido y alarmado. Es normal que te sientas perdido, confuso, engañado. Y desde luego, tú no tienes la culpa de nada. ¿Crees que Harry es culpable? ¿Estás enfadado? ¿Puedes llegar a entender lo que hizo?

—Estoy... estoy enfadado —concluyó —. Y creo que no estoy preparado para intentar entender lo que hizo. Es que no entiendo nada.

—Vale. Louis, tienes que hablar con Harry. Tienes que pedirle que sea sincero contigo y te cuente todo.

Louis tragó saliva.

—Pero aun así, todos los sentimientos que yo tuve por él se han borrado. Aunque me cuente lo que él sentía, nunca sabré lo que sentí yo.

—¿Y qué sientes por Harry ahora, Louis?

Louis se relamió los labios. Tenía la boca seca y le temblaban las manos. Se secó las mejillas y suspiró.

—Le quiero. Le quiero con toda mi alma.

—Entonces habla con él. Que te lo explique todo. Y nos vemos mañana a las seis y media.

—Gracias.

Louis se encontró a Harry sentado en el sofá, con las manos en la cabeza. Se sentó a su lado y vio en sus ojos desesperación, amor, arrepentimiento. Amor. Le tocó la cara y Harry cerró los ojos.

—No quiero... Por favor —le escuchó decir —. No puedo perderte otra vez. No pudo perder otra vez a mi omega.

—¿Soy tuyo? —susurró Louis.

—Sí. Desde el primer día en que te vi.

—¿Cómo fue el primer día que me viste? —preguntó, con un nudo en el estómago —. ¿Cómo nos conocimos?

—Teníamos ocho años. Hacía un mes que se había muerto mi padre y mi madre lo llevaba fatal. Necesitaba alejarse de la ciudad y decidió que nos mudáramos a Chestnut Hills. —Sonrió —. Nuestras casas... Éramos vecinos. Estaban muy juntas. Me acostumbré a pasar de mi ventana a la tuya. La primera vez que ti vi me dijiste que nunca antes habías visto a una persona con los ojos verdes.

—¿Nos vimos a través de la ventana?

—No. Tus padres fueron a darle la bienvenida a mi madre. Nos invitaron a merendar en vuestro patio. Tú estabas contemplando a las orugas del jardín de tu madre. Yo me acerqué a ti, tímido. Siempre fui tímido. Pero tú me cogiste de la muñeca y me enseñaste la mariquita que tenías en el brazo. Luego me preguntaste mi nombre. Me dijiste el tuyo. Y me dijiste lo de los ojos. No sabías ni siquiera que alguien los pudiera tener verdes.

—¿Y desde ese momento, fui tu omega?

Harry asintió cogiéndole de las manos.

—En ese momento no lo sabía. No lo supe hasta mucho tiempo después.

—¿Cuándo? —preguntó Louis.

—A los diecisiete años. Llevábamos un año separados. No podía olvidarte. Los celos eran peores que nunca, y no tenía que ver con pasarlos solo o acompañado. Tenía que ver con que no estabas tú conmigo. —Harry puso la mano de Louis en su pecho —. Yo te anhelaba. Yo, Harry Styles. No mi alfa. Yo. Supe a esa edad que eras mi destino, ¿sabes? Porque había pasado un año y seguía doliendo como el primer día que nos separamos.

Louis bufó, con el corazón en un puño.

—Harry, eso son cuentos de hadas. No existe la «pareja destinada» o «enlazada». No existe.

—Sí que existe, y lo sé porque esa eres tú. Y yo soy la tuya. Nos pertencemos el uno al otro. Y te quiero no porque mi alfa te necesite, te quise antes de saber que eras omega, Louis. Te hubiera seguido queriendo si no lo hubieras sido.

Louis suspiró y negó con la cabeza. Harry. Su romántico Harry. Le gustaba tanto proclamar al viento declaraciones de amor. Louis tuvo que sonreír, aunque era una sonrisa triste.

—¿Y por qué no me buscaste?

—Porque pensaba que no me aceptarías. Por miedo. Porque cuando me fui, decidí hacerte el vacío. Y luego un año después, me enteré de tu accidente y de tu amnesia. Entonces sí que era demasiado tarde.

—Y años después, te chocas conmigo en un bar de mala muerte.

—Y mi mundo volvió a girar. —Harry le acarició la mejilla —. Porque eres mi omega, Louis. Y yo soy tu alfa. Porque estamos destinados. Lou, por favor, perdóname. No te vayas de mi lado.

Louis no quería irse. Solo quería... entender. Se sentía en desventaja con respecto a Harry. Él sabía demasiadas cosas de él, y Louis apenas lo conocía de casi dos años. A los ocho. Louis conoció a Harry a los ocho. Hacía quince años. Louis se alejó del tacto de Harry.

—No quiero alejarme de ti, Harry —dijo, sin poder soportar que la persona que más quería en el mundo temiera que algo así pudiera pasar —. Pero quiero... respuestas. Quiero mi memoria de vuelta, pero eso no va a pasar. Quiero... quiero recordar el amor que te profesé cuando tenía quince años. Quiero estar igualado contigo.

Harry asintió.

—Pues reconstruyámoslo todo. Intentaré ser lo más preciso posible. Haré todo lo que haga falta. Solo... vuelve a estar bien conmigo. Y... vuelve a estar feliz. ¿Sabes lo que me odio ahora mismo?

Louis se escondió en el pecho de Harry.

—Harry —dijo —. ¿Tú eres mío?

Harry le acarició la espalda.

—Desde el día que nací fui tuyo. Y nunca dejaré de serlo.

atávico ; lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora