Capítulo 1

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Victoria

La lluvia cae intensamente sobre mi jardín salpicando el cristal de la ventana por la que observo el desesperado aguacero que ha comenzado a descender tan de repente. Estos días, nublados y lluviosos, son mis favoritos, sin duda.

Una leve brisa helada me recorre y me obliga a aferrarme al abrigo que llevo puesto. No sé de dónde proviene porque estoy segura de que he cerrado todo. Seguro se descompuso, de nuevo, la calefacción.


Lo intento, pero es en vano. Los recuerdos atacan mi mente sin que pueda evitarlo.

Uno de esos días aparece como si lo hubiese vivido ayer. El primero de todos ellos, el primero de los mil noventa y tres días de los que estuve encerrada en ese espantoso lugar. El día en que mi vida completa fue arruinada.

Lágrimas comienzan a deslizarse por mi rostro. Ya no puedo detener esto. Casi nunca logro detener los ataques, ellos suelen decidir sobre mi voluntad.


El clima helado ya me había calado hasta los huesos cuando desperté. Lo primero que percibí fue oscuridad y un frío demasiado intenso. Lo siguiente, fueron los llantos de las demás chicas y el olor a humedad que desprendía la asquerosa habitación donde nos encontrábamos. No estaba sola, ¿eso era bueno o malo?

Semidesnuda, atada de manos, golpes que comenzaban a hacerse notar con fuertes punzadas en distintas partes de mi cuerpo. Mi cabeza daba vueltas y no lograba comprender, del todo, lo que sucedía.

—No otra vez, ¡por favor! —le suplicaba a mi cabeza que no lo hiciese, ya tenía suficiente.

Me esforzaba por recordar cómo había llegado hasta allí, mi mente continuaba aturdida.

El club, las chicas... la madrugada del sábado.

Había ido a un club con mis amigas, hacía meses que no salía a divertirme y mis padres, como nunca, me habían insistido en que fuera. Hacía calor, salí cinco minutos a tomar aire y cuando quise regresar, ya no sé qué fue lo que sucedió.

—¡Malditos hijos de puta! —grité tan alto como pude, necesitaba desahogarme. Nadie me escucharía, estaba sola, como siempre.

La soledad y yo parecíamos ser una.

Mi vista se nubla y todo se vuelve negro.

Los ojos me pesan y es tal el cansancio que siento en el cuerpo, que parece que no he dormido en una semana.

Logro observar un viejo reloj de pared que tengo en la cocina. Las siete... «¡Joder!» Llegaré tarde al trabajo. El viejo va a matarme... o manosearme, no pierde oportunidad para hacerlo el desgraciado.

El Diario de Vicky © [DISPONIBLE EN FÍSICO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora