--- Editado ---
Alessandro
Nunca me había sentido tan a gusto trabajando en una oficina. Era idiota, pero sabía que era porque ella ya se encontraba aquí. Amadeo había retirado sus puntos por lo que no podía continuar prohibiéndole que regresara a trabajar. Era una mujer muy terca y me había costado mucho lograr que se quedara en su casa tantos días; aunque, debía admitir que disfruté cada segundo que pasé a su lado y no estaba dispuesto a que aquellas charlas vespertinas acabaran.
El documento que me encontraba redactando en ese momento y la chica de ojos color cielo, se estaban llevando toda mi atención por lo que no noté a las personas que ingresaron a mi despacho hasta que escuché la voz de una de ellas. Una voz que reconocería a miles de kilómetros, la voz de alguien que, sin duda, fue, es y será el amor de mi vida y la luz de mis ojos para toda la eternidad.
—¡¡Papà¡!
(¡¡Papá!!)
Mi corazón se infló en mi pecho al verlo. Il mio piccolo, Valentino. (Mi pequeño, Valentino.) Verlo y oírlo me hacía sentir tanto amor y felicidad a la vez que parecía que explotaría por ello en cualquier momento.
Me puse de pie de inmediato y me acerqué a él para levantarlo por los aires haciendo que ría, para luego rodearlo con mis brazos y besar su frente.
—Ciao, amore della mia vita.
(Hola, amor de mi vida.)
Volví a abrazarlo, él rodeó mi cuello y besó mi mejilla. No quería soltarlo nunca. Jamás serían suficientes abrazos de su parte.
Llevé mi vista hacia la persona que acompañaba a mi hijo; una persona que, en algún momento, había amado.
—Hola, Antonella.
—Hola, cariño.
Al oír esa última palabra me tensé. La miré serio. Ella sabía que no me gustaba que me llamase así. Simplemente no la soportaba y menos de sus labios.
—Ve a buscar a la nonna, bambino —lo dejé en el suelo y esperé a que saliera para mirar a su madre.
(Ve a buscar a la abuela, hijo.)
—Deja de llamarme de esa manera. No quiero, ni tengo ganas, de pelear contigo —la observé severamente. Dos segundos en su presencia y ya había logrado ponerme de mal humor.
—No te enojes, amor. Te lo digo porque te quiero, ya lo sabes —me sonrió inocentemente, pero sabía que fingía.
—Tengo que trabajar. Puedes dejar a Valen y retirarte —anuncié aún tenso.
Hizo caso omiso a mis palabras y se acercó a mí balanceando sus caderas con un movimiento suave y sensual. Sus manos se posaron sobre mi pecho y supe al instante a donde iba y que debía detenerla.
—No —dije decidido y la tomé de las muñecas para apartarla.
—Aless, amor, por favor... Volvamos a ser una familia... como en los viejos tiempos. ¿Acaso ya no recuerdas todos esos momentos nuestros y lo felices que fuimos? Te necesito... —intentó volver a tocarme, di unos pasos hacia atrás poniendo más distancia entre nosotros.
Su voz sonaba un poco desesperada y me suplicaba con sus ojos vidriosos, pero ni aunque se arrodillara ante mí y llorase desconsoladamente podría volver con ella. La quiero, la he perdonado, sin embargo, no soy capaz de volver a sentir amor por alguien que me ha causado tanto daño.
—No. Ya te lo he dicho. No volverá a existir un nosotros nunca más. No te hagas esto —pronuncié firme.
No quería lastimarla, pero tampoco ilusionarla.
Caminé hacia la puerta y la sostuve para que saliera. No quería ser grosero, pero debía irse. Nuestros senderos ya no eran el mismo, ahora caminábamos por separado y nuestros destinos eran muy distintos.
—Te haces daño a ti y me lo haces a mí. Ya no continúes con esto. Vete, por favor.
Me miró con tristeza, pasó por mi lado susurrando algo que no logré entender y se fue. Era lo mejor para ambos. Lo único que nos unía era nuestro hijo, como también era el único motivo por el que seguíamos en contacto.
Suspiré pesadamente y fui en busca de mi pequeño amor.
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2/4
¿Qué piensas de Antonella?
Que disfrutes la historia...
Con amor, Juls❤
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El Diario de Vicky © [DISPONIBLE EN FÍSICO]
ChickLit[COMPLETA] Vicky intenta dejar atrás todo aquello que le hizo daño y que hoy vuelve para atormentarla, pero... ¿será capaz de lograrlo? * Una vez que entras en ese mundo es muy difícil salir del todo, y mucho más complicado que los fantasmas del pas...