Capítulo 13

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Unos tenues rayos de luz solar se colaron desde las copas de los árboles, Elizabeths e removió incomoda, aferrando a la suavidad en la que estaba recostada y abrió un ojo con pereza, pudo ver cómo el sol ya estaba arriba como si fuera su punto máximo, pudo ver cómo varios pájaros volaban por esa parte de el bosque pero lo que más llamó su atención fue ver el hermoso cuerpo desnudo que dormía plácidamente a su lado. Meliodas tenía las mejillas sonrojadas mientras su cara reflejaba paz pura, sabía la razón, tantos años de reprimir sus sentimientos hacia ella para que la noche anterior al fin los haya liberado, eso le dio un descanso placido que lo mantenía en el mundo de los sueños. 

Besó su frente con cariño enredando sus dedos sobre el cabello revuelto de el joven y se levantó sin muchas ganas. Localizó sus bragas tiradas a unos centímetros de lejos poniéndoselas de inmediato, tomó las telas rotas de su vestido con una sonrisa y tras mover un poco sus manos empezó a  reparar el vestido blanco. Lento y sin prisa alguna, mirando como el antes destruido color blanco volvía a la normalidad hasta quedar como nuevo, no dudo mucho y se lo puso de inmediato. Dejo de pensar en su restauración cuando sintió unos brazos que envolvieron su cintura y un par de mechones rubios que cayeron sobre su hombro

—Buen día mel — lo saludo escuchando un pequeño bostezo por parte de su portador —¿Dormiste bien querido?— el mencionado asintió con la cabeza —Que bueno cariño.— finalmente se dio la vuelta para encararlo. Ya traía puesto sus interiores impidiéndole a Elizabeth mirar su masculinidad aún tenía los ojos un poco cerrados. Se talló sus párpados como un niño pequeño y cuando finalmente volvió a abrir los ojos la miró con una sonrisa 

—Lo de anoche...—

—Shhh— lo silencio con un casto beso en los labios —Fue increíble, fue mucho mejor de lo que me sobraba mel. Hicimos el amor — los ojos contrarios se quedaron estáticos  en las zafiro de su amada completamente iluminadas, estaba tan feliz de al fin poderse entregar a la mujer que tanto amaba. Recordaba su expresión se placer, sus sonidos acuosos, los gemidos dulces que le otorgaba. Había sido la mejor noche de su existencia —Incluso olvidé o de el día de hoy — meliodas alzó una ceja algo dudoso por esas palabras intentando explorar en su mente lo que había dicho. Ese día sucedía algo importante, algo muy muy importante que había olvidado por lo feliz que estaba, melissa, su cumpleaños, la maldición. ¡Mierda!

—Ellie, la maldición — 

—Lo se, estaré esperando a meliodas en la entrada hasta que ella venga, solo espero que no sea tan tarde — cuan equivocada estaba. Con una última sonrisa la pareja se despidió con un beso intenso y lento con el que fundieron sus almas solo para sentir sus alientos cálidos entrelazándose, podría volverse una adición el contacto de sus labios. Apenas se separaron, Elizabeth besó la frente de el rubio y empezó a caminar de regreso a la entrada de el Páramo cubriendo sus cicatrices de la espalda. Meliodas se quedó ahí estático hasta perderla de vista suspirando con felicidad. Se colocó su camisa rota riendo un poco al ver que solo le cubría la espalda, se puso su pantalón dispuesto a ir por otra camisa cuando se dio la vuelta encontrándose con los verdes de zeldris y con un cuervo que no dejaba de graznar 

—¿Y bien? ¿Qué se siente dejar de ser virgen?— meliodas solo fulminó con la mirada a su hermano menor y se cruzó de brazos —Tienen suerte de que solo unos pequeños gnomos hayan escuchado — 

—Oh cállate zel —

—Si, se notaba que cumpliste tus fantasías meliodas — el blondo solo puso los ojos en blanco empezando a ir hacia ellos con una mueca de enfado —Si te rompió hasta la camisa — añadió burlón consiguiendo una mirada andina de esos ojos oscuros, tan bien que había sido su mañana como para que esos dos empezaran a molestarlo. Aún así los quería demasiado, con todo y bromas seguían siendo su familia y sus amigos de por vida 

ElizabethDonde viven las historias. Descúbrelo ahora