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Virus era como un blanco estéril en medio de toda la mugre, como dejar caer un chorro de cloro en medio de un puñado de larvas. Le gustaba porque era casi inmóvil, callado y relajante; tenía esa maravillosa facultad que le hacía sentir como si estuviera solo, pero sin soledad.

Trip sólo había podido verle a él; todos los demás se le figuraban hechos de ruido puro. Le hacían perder la paciencia en un ataque violento, y terminaba bajo experimentos aún más inhumanos que antes como castigo por ello. Aunque mentiría si dijera que alguna vez eso le afectó demasiado.

Hacía ya dos años que habían conocido a Aoba, explorando un ala prohibida del edificio para los niños de los laboratorios. Virus y Trip siempre lograban llegar cada vez más lejos; habían descubierto incubadoras de híbridos humanoides, mezclados con otras especies (mamíferos, reptiles... y otras cosas que no identificó); habían descubierto también laboratorios que no asemejaban otra cosa más que salas de tortura, a científicos tratando de robar algún ejemplar o materiales para los experimentos (y siendo asesinados en el acto), e incluso a otros científicos fraudulentos siendo torturados por estos mismos crímenes.

Aunque en realidad no importaba qué fuera lo que viesen, los dos siempre lograban salirse con la suya. Eran lo suficientemente discretos, por no decir invisibles, como para jamás ser notado por los ojos de quienes ellos observasen, fueran ojos de verdugo o de víctima. Claro que llegaban a la hora en la que tenían que llegar al laboratorio; si no, seguro los ejecutarían o les aplicarían aún peores inyecciones o pruebas físicas que las que ya tenían que soportar. No podían —o no tenían ganas de— exponerse a eso.

En una de sus tantas excursiones, llegaron a una de las torres del edificio. Parecía más bien una torre destinada a guardar los experimentos fallidos o aquellos que ya habían dejado de ser útiles, como un conjunto de bodegas. No habían podido encontrar nada más interesante que esto, pero cuando abrieron una de las puertas que encontraron sin seguro, lo primero que vieron fue a ese chico desnudo.

Trip no lo reconoció, mas se le hizo familiar. El que estuviera desnudo le sorprendió un poco, aunque no lo suficiente como para ser interesante; sin embargo, al estar a punto de retirarse el chiquillo lanzó un alarido de auxilio que parecía un bufido cavernícola. Fue ahí cuando pudo entender, al menos en parte, por lo que Virus sonrió. Ese cuerpo mancillado era sólo una pequeña probada de lo torcida que seguro estaría su cabeza, o su propio corazón. Trip sonreía cada vez que pensaba eso.

No cabía duda que seguía siendo algo sentimental.

Y es que Aoba no era ruido; él era calma y saliva. Sólo era un expresión flotante, sin gracia, sin esencia. Le encantaban ese tipo de personas unidimensionales.

Virus, quien era un blanco purísimo, le gustaba tanto como Aoba, que era un transparente vacío.

Hermanos (EN PAUSA POR CORRECCIONES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora