Capítulo 8

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Maratón 1/3

- Por favor, para – ruego para que este dolor deje de atormentarme.

- Deberías haberlo pensado antes de irte a esa fiesta – siento su cinturón golpear mi espalda - ¿Qué te creías?, que podrías ir por ahí como las demás putas de tus amigas – otro golpe viene.

- Lo siento – gimo cuando me golpea en la mejilla.

- Las personas como tú no sienten nada, solo son unas putas malagradecidas que se van cuando tienen la oportunidad – me asesta otro golpe en el abdomen, me quedo sin aire, no puedo respirar. Caigo en el suelo y mi vista se vuelve nublada, estoy perdiendo la conciencia y son los minutos más felices de mi vida.

No siento dolor, no siento nada y eso está bien.

Estoy desorientada, lágrimas silenciosas caen por mi cara.

Desde que lo vi, recuerdos de él golpeándome siguen llegando, no los quiero, prefiero no recordar si eso es lo único que mi mente tiene para ofrecer. No lo aguanto, no deseo ver a una versión más joven de mí sufriendo sin poder hacer nada, sintiendo miedo, dolor, sufrimiento, simplemente no puedo.

Salgo de la cama y comienzo con mi rutina habitual, pequeños rayos de luz se cuelan por la ventana.

Me visto y salgo a dar un paseo para despejar la mente, la mañana está fresca y me recibe el silencio reconfortante del bosque.

Mi cabeza duele un poco, son demasiadas emociones juntas, estos días han sido de locos, necesito paz, necesito volver a ser esa chica que se despertó en la habitación y no sabía nada.

Solo necesito descansar, desconectar de mi exterior para conectar con mi interior. Desearía no tener que seguir aquí.

Tropiezo con algo y caigo al suelo con un estrepitoso sonido.

Mierda, es que no voy a dejar de hacerme daño, pareciese que al maldito universo le gusta verme en el suelo una y otra vez.
Me levanto y sacudo mis piernas y brazos, miro mi cuerpo buscando señales de algún raspón, pero por suerte no tengo ninguno.
Miro alrededor buscando con lo que me tropecé.

Es su cuerpo, o por los menos lo que queda de él. Está todo desmembrado, hay un reguero de sangre alrededor de él, su cara está desfigurada por los golpes de Brayden, tiene arañazos y mordidas por todo su torso, a sus brazos y piernas le faltan pedazos de carne.

Tapo mi nariz con la mano para no sentir el olor que desprende el cadáver y vomitar.

Camino apresuradamente, lo más lejos posible del cuerpo, no necesito más imágenes traumantes que agregar a mi mente.
Para eso eran los perros, oh dios mío no lo puedo creer.

Brayden ha matado a un hombre, sé que Steven no era el ejemplo a seguir de un padre de familia, pero dárselo de comer a los perros, eso es de locos.

De lejos veo a Brayden fumando un cigarrillo, su postura recta e imponente, solo lleva unos shorts de hacer deporte.

No lo había visto hasta ahora sin camisa. Tiene hombros anchos y brazos fornidos, en el bíceps izquierdo tiene un tatuaje de una serpiente envuelta en él, su abdomen es fuerte, pero sin definir. Sus piernas largas y trabajadas, capaz de dar patadas a todo el que se le cruzase. 

Aminoro la marcha y camino hacia él, lo abrazo fuerte necesitando un poco de consuelo.

- ¿Dónde estabas? – tira el cigarrillo al suelo y lo aplasta.

- Estaba dando un paseo, necesitaba despejarme – murmuro todavía abrazándolo. Comienza a acariciar mi cabello.

- Porque no me despertaste, podría haberte acompañado – continúa acariciándome el cabello.

Sombras De Verdad [Editando][✔️] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora