Katelyn no quería preguntarse por qué estaba de nuevo en la cama de Kendall. Solo sabía que estaba donde quería estar. Lo necesitaba y él la necesitaba también.
En cuanto se metió entre las sábanas, Kendall le dio un beso apasionado que la dejó sin aliento y al que respondió con el mismo ardor.
El miedo que había pasado se disipó con aquel beso. Y esperaba que, de alguna forma, sus besos, su calor, su amor, pudieran aliviar la angustia que Kendall había sentido mientras le relataba su accidente.
Cuando el beso terminó, Katelyn se quitó el camisón, deseando estar tan cerca de él como fuera posible. Un segundo después, Kendall la abrazó; él también estaba desnudo, su deseo evidente. Parecía enfebrecido mientras la apretaba contra él. Era una fiebre en la que ella también quería perderse.
La boca de Kendall la poseyó de nuevo mientras buscaba sus pechos y Katelyn gimió cuando él empezó a acariciarle los pezones.
Mientras se besaban, ella le pasaba la mano por la cara, memorizando sus facciones. Aunque no podía verlo con los ojos, lo veía con el corazón.
Aquella vez, ninguno de los dos quería esperar y cuando Kendall entró en ella, Katelyn le dio la bienvenida, sujetándose a sus hombros con fuerza. Solo había hecho el amor con Kendall una vez, pero sentía que había algo familiar mientras él se movía sobre ella con creciente pasión.
El corazón de él latía sobre el suyo, su aliento le quemaba la garganta mientras la llevaba a cimas inesperadas de placer. Era imposible pensar en nada mientras se entregaba a él, permitiendo que la poseyera por completo.
Katelyn gritó cuando las olas de placer la envolvieron mientras él no dejaba de murmurar su nombre con voz ronca.
Más tarde, entre sus brazos, Katelyn se dio cuenta de que aquella tarde se había equivocado. Había estado preguntándose si estaba enamorándose de Kendall, pero era demasiado tarde. Ya estaba enamorada de él.
Y descubrió cuándo había cruzado la línea entre estar enamorándose y estar enamorada. Había sido cuando él le había anudado el cinturón del albornoz, antes de abrir la puerta a Vic.
Con aquel simple gesto, Kendall había capturado su corazón.
Y Katelyn no sabía qué hacer. Kendall no había pronunciado palabras de amor, no había indicado en forma alguna que significara algo para él.
Pero no quería pensar. Abrazada a él, sintiendo el calor de su cuerpo y su aroma envolviéndola, Katelyn cerró los ojos y poco después se quedó dormida.
Cuando se despertó, Kendall había desaparecido. No sabía qué hora era, pero debía de ser por la mañana, porque se sentía descansada, Katelyn alargó la mano para tocar la almohada de Kendall, estaba fría.
Poniéndose aquella almohada contra el pecho, Katelyn se preguntaba cómo era posible estar tan llena de amor y de dolor al mismo tiempo.
Si pudiera ver, ¿seguiría enamorada de Kendall? Sí, se contestó ella misma. Su amor por él no tenía nada que ver con su físico, ni con la ropa que llevase, ni con su forma de andar.
Pero, por el momento, no podía ver. Y su ceguera lo complicaba todo.
Katelyn soltó la almohada y saltó de la cama para buscar el camisón, pero no lo encontró en el suelo, donde lo había tirado por la noche. Estaba sobre la cama. Kendall debía de haberlo puesto allí para que lo encontrara con facilidad, pensó.
El delicioso aroma a café en el pasillo le indicó que Erin debía de estar en la cocina, esperándola.
Después de una ducha rápida, Katelyn se puso los vaqueros y una camiseta y fue a la cocina para charlar con su nueva amiga.