𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟔

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— ¿Gustabo? ¿Gustabo, qué hace? ¡Eh, eh! ¡Suelta eso! ¡Gustabo porfavor!

Sus ojos se abrieron como platos. Sus manos estaban empapadas de un liquido ya seco carmesí y estaba agotado –como habitualmente–. Estaba en su habitación, en el suelo con su cabeza apoyada en el lateral de la cama con un dolor de cabeza terrible.

Fue tambaleando hasta el cuarto de baño, su rostro estaba con restos de maquillaje –terriblemente feo, cabe aclarar- y una pajarita amarilla mal sujetada adornaba su cuello.

Su pasado atormentaba su mente. ¿Había vuelto? No. No podía ser. No podía volver a... no.

No lo pensó mucho y fue hacia su bañera, se sacó toda su ropa y se dio un baño de agua caliente.

No sabía ni la hora, no se había fijado en sí había luz traspasando las persianas de su cuarto, estaba recostado en la bañera, cada vez adentrándose más en sus pensamientos e inconscientemente en el agua.

Una vez terminó, se aseguró en el espejo que ningún rastro de ese horrible color carmesí decorase su detallado cuerpo para así vestirse con una ropa cómoda; una camisa de manga corta, gris y ancha junto a unos pantalones largos negros y zapatillas negras. Si, el gusto lo tenía en lo más profundo del ano, porque desde luego tenía carencias a la hora de moda.

La hora que marcaba su teléfono eran las 4:02 a.m., por lo que decidió que despejarse en comisaría con su comisario favorito no le vendría mal.

Agarró sus pertenencias y se puso en camino, con cuidado de ir por callejones o cosas así. No hay que olvidar que hay otro asesino suelto peligroso, que elige a víctimas aleatorias para satisfacerse a sí mismo torturandolos.

Una vez en comisaría pasó su tarjeta de servicio como habitualmente, se cambió a su uniforme, etc, y prendió su radio.

— Aquí inspector Fred en servicio. — Como no, los míticos saludos y deseos de tener una buena jornada comenzaron a hacerse presente. Al notar la ausencia de su voz preferida a estas horas, y el motivo por el cual iba a trabajar se extrañó. — ¿Está el comisario Greco de servicio? — Todos los oficiales mantuvieron silencio.

Creo que no. No lo sé, Fred, ¿ha buscado en el despacho? — Sin pensarlo mucho fue directo a dicho lugar, encontrándose al comisario dormido en el escritorio encima de un taco posiblemente de denuncias e informes estúpidos que no ayudan en nada a su investigación.

Sonrió tras su pasamontañas inconscientemente al verle así, pero se acercó rápidamente para moverlo de lado a lado, despertandolo.

— Greco — Alargó la "o" — despierta coño, que te has dormido en mitad de tu jornada.

Al ser consciente de la situación, Greco rápidamente retomó su compostura en el asiento.

— Disculpe Fred, no ha sido mi mejor jornada. — Se disculpó ordenando el escritorio.

— No se preocupe hombre, esto está siendo un peso para todos... encontraremos al puto asesino y yo mismo me encargaré de meterle un tiro por todo lo que ha hecho. — sonrió tranquilo quitándose su pasamontañas.

— Si... Gracias. ¿Toda la malla está en orden? — Antes de que el rubio pudiese responder, una voz por radio los interrumpió.

Si, comisario, todo bien. Tenía su radio encendida. ¿Ha sido una cómoda siesta? — el comisario se encogió en su sitio avergonzado.

— Disculpen, compañeros. — Dijo para apagar el botón de su radio

— Es un asco esto de trabajar por la noche, eh.

— Si... antes mi turno era al mediodía, aún estoy acostumbrandome a esto. ¿Qué hace tan pronto aquí, Gustabo?

— No suelo dormir por las noches. Por eso normalmente vengo todos los turnos de noche y tarde o noche y mañana.

— Bueno, usted es cada día un motivo más. Antes que por el dinero, que por distracción, por gusto, por problemas, ahora por no poder dormir, ¿hay algo más, Fred? — Rió en tono de vacile.

— Si, usted. — No había ni procesado sus palabras, tan solo lo soltó, sin más.

— ¿Disculpe?

— Si, no me gusta patrullar junto a otro oficial o alumno que no sean mi hermano, Volkov o usted. Con Conway inclusive me cuesta. — Qué bien se le daba mentir, coño.

— Bueno, a cada quién le molesta patrullar con algunos agentes. En mi caso la verdad no me molesta ninguno, pero entiendo que a usted si.

— ¿Quiere un café y le ayudo con el papeleo? — Sugirió apuntando el taco de folios en el escritorio del despacho

— Sí, porfavor, muchas gracias.

Ya habían hecho por lo menos la mitad del papeleo, ambos agentes estaban hasta el culo de tanta bazofia, puesto que finalmente pocas cosas servían de algo, independiente de la investigación.

— ¿Porqué no hace turno con Dan? — pregunto curioso el comisario

— ¿Con Dan? Sí lo hago, a veces hago turno tarde-noche, donde coincido con el Ruso y usted, y otras noche-mañana, donde coincido también con Horacio.

— Oh, si, cierto. Disculpe, no sé donde tengo la cabeza.

— Yo tampoco, se lo aseguro. — Solo ha matado a una persona inconscientemente, pero debía recuperar el autocontrol de su cuerpo.

¿Quién le aseguraba que solo fue una?

¿Quién le asegura que haya sido una persona?

No debe centrarse en eso ahora.

— ¿Gustabo? — La voz del comisario le sacó de sus pensamientos.

— Si, ehm. Ya toda la malla, incluido Conway, está al tanto de Velázquez, ¿no?

— 10-4.

El resto de su jornada fue… Tranquila. No dejaba de sumergirse en sus pensamientos cada vez que el silencio reinaba en la sala donde el comisario y él se encontraban, por lo que Greco, al percatarse, procuró mantener un tema de conversación constantemente.

— ¿Quiere ir a patrullar un rato, Fred? — miró los ojos celestes, se veía cansado.

— No me apetece tener que ponerme el pasamontañas de mierda. Es un coñazo… — Se quejó el rubio.

Greco, por impulso, se levantó de su silla y se colocó justo en frente del inspector, viéndolo fijamente. Cosa que el rubio no pasó por alto, y le devolvió la mirada.

— ¿Seguro que se encuentra bien, Gustabo?

— 10-4. Es… toda esta situación, y… ahora vuelven a aparecer cosas del pasado y… nada, por eso siempre estoy de turno, necesito no pensar en cosas no relacionadas a la investigación.

Greco se mantuvo en silencio, viendo aquellos ojos zafiro. Le parecen una de las cosas más destacables del rubio; su mirada. A veces sentía como si hablase con ella, ahora mismo, la veía triste, agotada, y, necesitada.

¿Necesitada?

¿En qué sentido?

¿Por qué de repente siente la necesidad de besar a su compañero de trabajo?

¿Por qué ha pensado eso?

Varias veces se había planteado la forma en la que verdaderamente ve al rubio. Ha llegado a la conclusión de que siente algo por él, pero que quizá no es un momento adecuado para… Para nada en general.

Nunca lo era, nunca lo iba a ser.

Cada vez se acercaban más el uno al otro, sin pensar en absolutamente nada, simplemente con la necesidad de aclararse entre ellos. ¿Qué mejor manera? Qué irónico. Ellos hubiesen visto esto como algo estúpido si lo hiciesen sus compañeros.

Unieron sus labios con delicadeza, como si fueran a romperse si eran más agresivos.
No fue un beso casto, fue duradero, no querían separarse del contrario, aunque a los segundos sus pulmones exigían nuevamente oxígeno, por lo que, con delicadeza, se separaron, el rubio completamente sonrojado, y el comisario con un leve tono rosado en sus mejillas.

𝑷𝒓𝒐𝒑𝒊𝒂 𝑪𝒂𝒛𝒂. / 𝑮𝒖𝒔𝒕𝒂𝒃𝒐Donde viven las historias. Descúbrelo ahora