Paso 20

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Llegué a mi nivel máximo de felicidad, nada podía ir mejor, una familia completa, amigos leales y una mujer cuya vida se ha integrado a la mía.
El jueves que acababa de llegar era un día perfecto, soleado, todos sonreían, iniciaba la primavera.
Llegué a la escuela, el grupo estaba mejor que nunca, todos felices, responsables y unidos. Creo que ha sido el mejor grupo en el que he estado.
Durante mi estancia ese día en la escuela, lo único que hicimos en clases era hacer repasos puesto que la próxima semana sería de exámenes. Yo estoy en desacuerdo con su existencia, lo único que crean son problemas.
Al final del día, tenía planeado salir con Gustavo y Rosa a la heladería de siempre.
El problema que tuve era que María no tenía ganas de ir, así que le dije que si quería se podía quedar en su casa, que por mí no había problema, eso hizo, pero sabía que toda la tarde se la pasaría extrañándome.
A fin de cuentas, me cancelaron de último momento, me enojé por ello, había estado esperando para hablar así con ellos.
Tras su cancelación, no tuve otra opción más que ir a mi casa, donde no había nadie. Mis padres habían ido a una cena con sus compañeros de la universidad y mi hermano fue a la plaza con Hilda (ahí existe amor), así que en mi casa estaba solo.
Antes de ir a casa se me ocurrió una mejor idea, ir a casa de María. Sólo tenía que pedir permiso.
Hablé a María, ella me dijo que su mamá le había dicho que con mucho gusto me aceptaban en su casa, el problema eran mis padres. Hablé a mi papá ya que es más accesible que mi mamá. Sí me dio permiso.
Ya con ambos permisos fui a casa de María muy alegre. En el camino le compré unas rosas que me parecieron bonitas.
Llegué a su casa, toqué a la puerta y me abrió María, le di el ramo de flores y me dio un beso, por lo que me sonrojé. Pasé y saludé a su mamá, platiqué un rato con ella hasta que María prácticamente me llevó a su cuarto.
Empezó a enseñarme sus álbumes de fotos, en ese momento agregó unas cuantas fotos que había tomado hace dos días.
Todo era bonito con ella, hablábamos bien, existía una buena comunicación.
Nos dimos cuenta de que ambos éramos muy "secos", así que acordamos tomarnos de la mano cuando la ocasión se dé y prácticamente estar más tiempo juntos.
Pasé un buen rato con ella, mis momentos junto a María eran perfectos, no había nada malo en ellos, todo era amor puro.
Cuando llegaron mis padres era casi media noche, 11:00 p. m., yo no me quería ir, pero tenía que hacerlo. Me despedí de María y de su mamá, le prometí a María enviarle unos cuantos mensajes antes de dormir.
Cuando llegué a mi casa, dirigí a mi cama sin ninguna distracción.
Cumplí mi promesa, le envié únicamente un mensaje: "No puedo dejar de sentir cómo late mi corazón por ti".

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