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-Escena corta.

Su cabeza reposaba en su hombro mientras se balanceaban de un lado a otro, tan lenta y suavemente como una brisa invernal.

Sus manos derechas se enlazaban, dejando que la zurda del pelinegro abrace la cintura contraria y la izquierda respectiva del rubio sostenga con cuidado el hombro del hombre pegado a él.
Los rubios mechones provocaban un sutil cosquilleo en la mejilla de Conway, quien cerrando sus párpados dedicó cada partícula de su ser a disfrutar del íntimo momento.

En aquellos momentos las lineas del bien o del mal parecían desdibujarse, danzando al compás de esa lenta serenata de antaño solo existían ellos dos; hundidos en el deleite que proporcionaba la cercanía de la otra persona.

-Gustabo...

Con la luna alumbrando blancamente sus bellas facciones, Gustabo colocó su frente pegada a la otra dirigiendole una mirada comprendiente de sentimientos que escapaban de la lógica de las palabras.

El de negros ojos soltó el agarre en la mano de su amante para dirigirla hacia la mejilla del mismo, tras sentir como éste posicionaba su mano ahora libre en su pantalon de vestir se inclinó para dejar un suave beso en sus labios, buscando de igual forma expresar lo abrumante del sentimiento que lo colmaba.

Los hombres movían con dulce calma sus labios sobre los otros en aquella fría noche en la que la luna pudo ser la única testigo del incomprensiblemente puro amar de dos almas desgarradas por una oscuridad colmada de lobrego.

Intenabo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora