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"Lágrimas de cocodrilo"


¡Disclaimer!
-Evidentemente, estoy en fuerte desacuerdo con lo que se insinúa en esta escena. Las palabras fueron elegidas como una representación del punto de vista del protagonista.
No son mis valores, ni considero que esto sea correcto.

-🔞

Pero, él lo habia notado.

¡La sangre salpicaba las mejillas sonrosadas de Gustabo!

El cuchillo provocó un ruido breve cuando se estrelló contra la madera caoba del suelo, encajandose verticalmente entre una de las rendijas entre las tablas de madera, e inundando una diminuta parte de este espacio de un resto apenas notable del espeso líquido carmesí recorriendo a frescas gotas rojas el filo de la afilada herramienta.

-Si te digo que lo he hecho todo por ti, ¿entonces me perdonarías? -musito en un suave murmullo mientras su barbilla temblaba y las lágrimas saladas se mezclaban en forma heterogénea con los restos de sangre surcando su rostro.

Jack se acercó y apoyo sus palmas típicamente ásperas en las mejillas invadidas de la representación fisica de aquella mezcla de sentimientos arremolinandose en contra del ojiazul. Sus pulgares barrieron las gotas diluviando de los zafiros y sus labios finos besaron cada párpado con la ternura que una madre usaría para sosegar a un pequeño niño que había tenido su primer sangrante raspón en su rodilla.

La duda atravesó las facciones del alto hombre pelinegro cuando la satisfacción surco a grandes rasgos su pecho al sentir todo lo que su pequeño había hecho para él, lo que creyó que lo complacería.

¿Era tal vez una enfermedad? Aquél enfermo deseo interno que lo carcomia y hacía a su moral desbordar de culpa y desesperación al notarse desanimado por la desaprobación social de su amor; ¿era aquel castigo el adecuado por la manera en la que sus sentimientos se desenvolvían?

Pensó que no estaba dispuesto a hacer sentir mal a su amado por dudar de sus profundos sentimientos tan solo para seguir aquél manual que la sociedad le había enseñado e impuesto, como un guión predeterminado que cada marioneta debía seguir para que así el espectáculo continuase.

Tomo su rostro y acarició la barbilla tremulosa cuando besó sus labios tiernamente.

Y Gustabo, él eligió serenarse ante el calmo tacto de su otra mitad, decidió cerrar sus párpados con firmeza y entregarse y concentrarse en el otro.

Así, ignoró lo que su corazón desbocado le advertía al percibir en el reluciente metal del ensangrentado cuchillo, el reflejo de la descuartizada mujer sin vida que alguna vez había aprendido a amar como a una madre.

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