"El entrenamiento"
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-Dejad de cacarear y poneos en filas, muñecas -exclamó la potente voz del superintendente.
Se formó un repentino silencio.
Los policías presentes se enderezaron rápidamente y, siguiendo las órdenes de su superior, coordinaron sus pies hasta dejar que éstos se posen en una perfecta -al menos jurarían que lo era- línea junto a su compañero, pisando con sus botas la dorada arena.
-Saludad -demandó Conway, posando su vista en un revoltoso joven de mechones blondos.
Las palmas firmemente extendidas sobre las frentes de los alumnos no tardaron en ser posadas.
Conway observó al alumno más nuevo y más estúpido, Gustabo, con mayor detenimiento del que jamás admitiría.
Los iris azulados del joven chico eran suavemente salpicados por el tenue esplendor de las luces naranjo-amarillentas con las que el atardecer bañaba la cálida playa en aquella tarde de verano. Su uniforme estaba cubierto por lo que era un, imperceptible para cualquiera que no prestara la suficiente atención, rastro de casi diminutos y brillantes granos de dorada arena.
«seguramente ha estado haciendo el capullo con algún gilipollas en la arena» pensó Conway frunciendo el entrecejo.
Dejando de lado el como la tibia brisa azotaba los gruesos mechones de pelo áureo y los hacía revolotear con lentitud, y todo aquello que esta persona era capaz de producirle, Jack se obligó a sí mismo a romper la relajante aureola de embotamiento que para su horror se producía cada vez que fijaba sus ojos en nombrado hombre.
El hombre de camiseta grisácea y cabellos oscuros ordenó a la docena de hombres trotar alrededor de aquella playa una desorbitada cantidad de veces, para luego brindarse un cigarro y reclinarse sobre el barandal de la caseta de madera revestida con una capa de vieja pintura blanca descascarada que era utilizada por los guardavidas cuando se encontraban cumpliendo sus labores.
Cinco minutos; eso fue lo que el hombre aguantó sin fijar su mirada en el cuerpo que deseaba probar con latente ferocidad.
Quiso mantener su mirada en el pelo blanco e insalubremente grasoso del comisario que dirigía en su lugar el entrenamiento dándole pie a su descanso. Quiso incluso intentar desviar toda aquella "energía" hacia aquel gran cártel a la distancia que exhibía a una curvilínea mujer morena en un traje de baño rojo brillante, mas fue incapaz de evitar dirigir tramposamente y con culpabilidad su vista al abdomen sudado y descubierto del alumno.
Su piel se mostraba aperlada por la ligera capa de sudor que la cubría a ella y sus músculos, sus brazos flexionados en forma de "v" mostraban pequeñas venas hinchadas que solo podía apreciar cuando el joven rezumante de sudor pasaba cerca suya.
El antiguo Marín sintió su nuez bajar y subir al tragar saliva cuando descubrió como la carne escondida bajo los tediosos pantalones del uniforme de su trasero rebotaba por cada centímetro que recorría, proporcionándole las vistas de lo que sería la grasa de su culo brincar hacia arriba para luego bajar. El superintendente mordía su mejilla interna apretando el casi consumido cigarrillo en sus dedos, podía imaginar que la carne en esa zona sería manejable y suave al palpe, imaginaba cómo sería el deleite de tenerlo solo para él, recorrer su abdomen marcado con su músculo bucal y zambullirse en aquellas carnes que incitaban al incluso más santo a cometer el pecado mas obsceno, lascivo e impúdico.
Cerró sus pensamientos al instante en que escuchó una agitada respiración cerca suya , tal como si sus fantasías fuesen un video pornográfico y él un avergonzado preadolescente hormonal de trece años; pensándolo bien, la idea no se aleja de la realidad.
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Intenabo
FanfictionRecopilación de one-shots intenabo. Precaución: posible contenido no apto para todo publico (🔞).