¿Quién es César?
Me planteo esta pregunta casi una vez por hora desde hace seis semanas, digamos, desde que me volví a vestir pensando: "¿Qué hice?".
Obviamente, soy de esas que, cuando se obsesionan con una pregunta durante seis semanas, se esfuerzan mucho por encontrar una respuesta.
César es mi Morgana. No, no, no quiero decir que sea una mujer y mucho menos una bruja. Pienso, más bien, en el efecto (que, al fin y al cabo, es un espejismo) que hace ver en el horizonte cosas que en realidad no existen.
De hecho, siempre lo vi en el horizonte: en el horizonte del patio del jardín de infantes (él con los grandes, yo con los chicos), en el horizonte del campo de atletismo (yo en la pista, él con su equipo en el campo central), en el horizonte de los paseos por la avenida (él adelante con su cortejo de adoradores, yo en la retaguardia).
Y el horizonte suele permanecer lejos. La verdadera cuestión es cómo pasamos de horizonte a horizontal sobre el banco del vestuario la noche de la fiesta.
Hagamos un flashback, como haría un guionista. Y vayamos despacio.
La fiesta arrancó a las 21 y yo empecé a prepararme a las 19. Y con "prepararme" quiero decir vestirme y maquillarme, porque a las siete de la tarde ya estaba lavada y perfumada con tanta cantidad de aceites y esencias que, de acuerdo con los parámetros egipcios, debería estar apenas un paso del embalsamiento. Ni siquiera hubieran tenido que aspirarme el cerebro por la nariz con la técnica que solo los súbditos del faraón conocían, porque ya lo habría perdido. ¿Y por qué?
Flashback en el flashback.
Tres días antes, en la ejercitación de la tarde, el entrenador del equipo de rugby, un tal Damiano, me había señalado con el dedo y mirando a uno de sus jugadores le había gritado:
—¡Solo cuando resistas como ella vas a poder llamarte "atleta", jovencito!
Y el jovencito era César, que en ese momento me miró con un aire de suficiencia que le habría tirado la autoestima hasta una campeona olímpica. Yo hice de cuenta que no escuchaba y seguí saltando, pero el desafío ya había sido lanzado. César afirmó que me podía ganar en la carrera de fondo cualquier día y yo, con la herida abierta, me acerqué lista para aceptar el reto. ¡Qué satisfacción! Puso una cara cuando le dije que quizás él no lo supiera, pero yo tenía el mejor tiempo provincial en los 1.500 metros... ¡Qué idiota! No me ofendí porque fuera el único de todos los deportistas que no sabía de mi hazaña. No, ni le presté atención. Toqué el cielo con las manos cuando leí en su mirada algo completamente nuevo: ¡no me estaba mirando nada más! Estaba fascinada: se había interesado en mí. Después de una vida de conocernos, leí en sus ojos que sintió admiración. Y que tenga los ojos más hermosos del mundo es apenas un detalle.
Tampoco pensé en asesinarlo cuando me miró de arriba abajo como si fuera un carnicero y yo un pedazo de res... ¡no! Me sentí genial.
El tal Damiano nos disuadió de correr porque el equipo tenía mejores cosas que hacer que esperar a César. Pero antes de darse vuelta y seguir a sus compañeros, César se acercó y me dijo:
—¿Te va una cerveza después?
¡La pregunta fatal!
Así que después de tomarme la primera cerveza entera de mi existencia y de sentir como si estuviera en una montaña rusa manejada por Luke Skywalker, César me acarició la mejilla y se fue diciendo:
—Nos vemos en la fiesta.
Por eso, volviendo al primer flashback, el sábado de la fiesta a las 19, más aromatizada que un matambre de pollo, me dediqué a embadurnarme de maquillaje y brillo y estrás como una estatua antes de la procesión. ¡Y eso no fue lo único! Aparte armé un berrinche mitológico para que mi mamá me prestara su vestido negro. Y hasta me alegró (¡me da vergüenza recordarlo!) Tener dos talles menos de corpiño que ella, porque así el escote resultaba más profundo.
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Una Delgada Línea Rosa - Annalisa Strada
Teen FictionNo es una noticia fácil de digerir: Perla, estudiante de cuarto año y gran deportista, está embarazada. Nadie esperaba que a ella, tan responsable, le sucediera algo así. Sin embargo, habrá que enfrentar la realidad, hablar con la familia y hacerse...