Llegó el gran día del mítico Daniel.
Él viene en el tren de las diez y yo me encuentro con Allegra a las nueve en la parada del tranvía.
Le prometí que me iba a vestir bien, y yo con tal de mantener una promesa hago cualquier cosa. Pollera limpia justo a la rodilla , sandalias de chica buena, top rojo que contrasta con mi bronceado. ¿El peinado? Bueno, ¡el peinado cuenta! Tengo el pelo oscuro, apenas ondulado y lo suficientemente largo como para atarlo. Y me lo ato, pero con una hebilla de madera pintada con onda playera, aunque no haya un mar cercano en el que dar siquiera dos brazadas.
Una pincelada de máscara de pestañas para darle profundidad a la mirada. ¿Profundidad? Sí, porque así se dice, aunque mis ojos negros parezcan más intensos que profundos... Ahora que miro mejor, un toquecito de corrector de ojeras tampoco vendría mal.
Corro a la parada del tranvía como si estuviera atrasada, pero la que está atrasada de verdad es Allegra. Después de un tiempo indefinido de espera (nunca uso reloj), veo que se acerca: una silueta rubia vestida de blanco.
Yo soy tan oscura y ella tan clara que cada una parece el negativo de la otra. Bueno, sé que en el negativo de las fotos los colores claros se vuelven oscuros y viceversa, pero eso lo sé solamente porque me lo contaron: nunca vi un negativo. Es algo de otra época.
El retraso de Allegra, sumando al retraso del tranvía y multiplicado por el número indefinido de obras que florecen en esta ciudad cerrada por vacaciones, da como resultado que llegamos a la estación contando con que el tren se haya tomado su tiempo. Por suerte, no nos equivocamos.
Esquivamos la cinta transportadora y las escaleras mecánicas obstruidas por turistas distraídos que metieron la casa entera en la valija y nos lanzamos por las escaleras vacías.
Para no adelantarme a Allegra (¿cuándo va a hacer un poco de ejercicio?), la agarro de la mano y la arrastro por la última rampa. Vivo con terror de que pueda decir algo como "no hagas esfuerzos, en tu condición", pero está demasiado agitada y demasiado ansiosa como para hablar. Mucho mejor así.
Llegamos justo cuando el altoparlante anuncia la entrada del tren.
Contengo a Allegra, que quiere precipitarse hacia el andén: es mucho más inteligente quedarse en la punta, donde dijimos que íbamos a estar. No sea cosa que lo perdamos y tengamos que buscarlo por toda la estación.
Allegra tiembla de la emoción y, apenas distinguimos a Daniel (del tamaño de un puntito, allá a lo lejos , a la altura del último vagón), se pone como su perro cuando espera a que le den un hueso. Daniel le gusta de verdad.
Y a Daniel ella le gusta mucho también. Estudié la expresión del chico granoso y peludo mientras bajaba del tren y venía hasta nosotras. Primero estaba perdido, como todos los que llegan solos a un lugar que no conocen. Después vio a Allegra y se transformó de sapo en príncipe. Hasta creo que creció un par de centímetros.
Corrieron hasta encontrarse y se abrazaron como pensé que pasaba solamente en las películas. Mi corazón estalló de ternura, al estilo del maíz en la olla. Voy a ser sincera: me dio también un poquito de envidia. Pero de la envidia sana por los que se aman, esa que no te hace pensar "¡ojalá se maten!", sino que te hace decir: "¡Un día quiero tener a alguien que me salude así!".
A todo esto, ¿algún día voy a tener a alguien que me salude así? ¿Que me salude así incluso si tengo un bebé bajo el vestido? ¿O que me salude así aunque sepa que interrumpí el latido de un corazoncito del tamaño de una cabeza de alfiler?
Con estas preguntas siento que baja un telón de niebla. Después tengo una visión. ¿Y si César y yo nos casáramos de apuro? No es el momento, pero la idea me hace reír.
Me sigo riendo cuando saludo a Daniel con dos besitos en la mejilla. EL sol le hizo bien: tiene menos granitos.
Lo miro, miro a Allegra y me hago una promesa: algún día yo también voy a tener a alguien que venga a verme desde una ciudad lejana y me abrace como si fuese la única persona en todo el universo.
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Una Delgada Línea Rosa - Annalisa Strada
Teen FictionNo es una noticia fácil de digerir: Perla, estudiante de cuarto año y gran deportista, está embarazada. Nadie esperaba que a ella, tan responsable, le sucediera algo así. Sin embargo, habrá que enfrentar la realidad, hablar con la familia y hacerse...