No, Gracias.

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    No lo había pensado. Está bien que últimamente pienso poco, pero es importante de verdad... Hoy es primero de agosto. A partir de hoy se suspenden oficialmente los entrenamientos y todas mis compañeras de carrera se van de vacaciones: en términos humanos, es un poco como el comienzo del fin del mundo. Falté al penúltimo entrenamiento porque estaba en la costa y al ultimo porque tenía la cabeza en otra parte, así que no me despedí.

    Además de Allegra, no me queda nadie con quien hablar. Allegra es una parte de mi alma, es más que una amiga. Y aunque yo no sea muy charlatana, me desperté con ganas de conversar con alguien sobre cualquier cosa, ocultándole que estoy embarazada. Pero eso es imposible con los que tengo cerca.

    Para colmo, hoy vuelve mi padre se prevén turbulencias en casa.

    Hace calor y no haberle contado a nadie sobre mi "estado interesante" (sí, desempolvé esa expresión de otras épocas) me hace sentir a punto de explotar. Me siento pequeña e indefensa frente a una cuestión que se vuelve más grande, sofocante y asfixiante cada día. ¡Tengo algo adentro de la panza y no sé qué hacer!

    Mientras reflexiono sobre todo esto suena la alarma en la habitación de mis padres, acá al lado.

     Para mi mamá es un día más: trabaja todo el mes de agosto (nosotros salimos de vacaciones la primera semana de septiembre, por "tradición familiar"). Mis hermanas van a la colonia.

    Me quedo en la cama mientras madre y hermanas forman fila para salir.

    Nadie golpea mi puerta. Mi parte racional sabe que no es un signo de desinterés: es un mimo, porque siempre defendí mi derecho a remolonear un poco, al menos en verano. Pero esta mañana hasta los gestos amables me hacen mal. Quisiera que alguno me sacara de la cama a la fuerza, como si fuera el corcho de una botella.

    De pronto suena mi celular: me llama un número desconocido.

    Soy más curiosa que un gato e ingenua por naturaleza. Me imagino que son buenas noticias y atiendo.

    —Habla Silvia —dice la voz al otro lado de la línea.

    No me viene a la mente ninguna Silvia que no esté entre mis contactos.

    —Soy la mamá de Allegra —aclara.

    Tengo que dejar de alimentar falsas expectativas sobre las llamadas de los desconocidos.

    —Hola, Silvia. Me enteré de que volvieron a la ciudad.

    —Un problema con las tuberías, pero lo estamos resolviendo —dice liquidando el tema. Ella no agrega nada y yo me quedo callada. Mi silencio la obliga a seguir hablando—: Quería saber cómo estabas. 

    —Bueno...

    No es que no se lo quiera decir, solamente estaba buscando las palabras, pero ella se cuela sobre mis puntos suspensivos:

     —¿Hablaste con tu mamá?

    —¿Del bebé?

    Sé que se refiere a eso, pero gano tiempo para inventar una respuesta que la mande a callar.

    Uf, esta llamada me inquieta. Por un lado, me alegra que Silvia se preocupe por mí, pero, por otro, no quiero que se preocupe demasiado. Es testaruda como su hija y me da miedo que empiece a llamarme a mí y termine por llamar a mi madre.

    —Sí, del bebé —aclara ella con un tono extremadamente paciente, ese que se usa con los que tienen problemas de aprendizaje. 

    La mejor mentira contiene una verdad a medias. Primero, la enternezco:

    —Quise hablar, pero mamá y papá tuvieron una pelea terrible y ahora él no está —digo. Cuando la escucho asentir comprensiva sé que es el momento para hacerle el verso—: Hoy a la tarde vuelve papá y hablo con los dos. Estaba esperando a que se calmaran las aguas.

    Aunque Allegra y yo nos conocemos desde siempre, Silvia y mi madre nunca se relacionaron, y eso me garantiza que mi cuento se sostendrá por un tiempo. 

    —Hablá con ellos ni bien puedas —me pide—. Estoy pendiente por si no hay ningún adulto para ayudarte, pero tu mamá es la que mejor te puede ayudar en este momento. 

    Me aguanto. 

    —Sí, Silvia, es verdad. Gracias por preocuparte.

    —No es nada. Un beso.

    Colgamos al mismo tiempo y me siento a medias un asco y a medias a salvo.

    La verdad es que el embarazo ha mejorado exponencialmente mi habilidad para mentir.








Una Delgada Línea Rosa - Annalisa StradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora